Karembeu: "El sello de las grandes"
fifa.com
Una final de un Mundial es el momento que estás esperando toda una vida. Cuando juegas al fútbol, todo el mundo sueña en un momento o en otro con vivir ese instante, donde tienes la oportunidad de pasar a formar parte de la leyenda. Las dos selecciones llevaban tiempo anunciando que su meta era ganar la Copa Mundial, y ahí las teníamos esta noche con su sueño al alcance de la mano. Al haberlo vivido personalmente en Francia 1998, sé lo que se siente cuando estás en el túnel de vestuarios, preparado para disputar el partido más importante de tu carrera.
Sin embargo, contrariamente a mi experiencia con la selección de Francia en la final contra Brasil, en el gran duelo entre España y Holanda no había ninguna selección que partiera a priori como clara favorita. En cambio, cuando nosotros saltamos al césped del Stade de France, sabíamos que nos enfrentábamos a un monumento del fútbol: la Seleção, entonces tetracampeona mundial, y eterna favorita. Tal vez esa circunstancia nos quitó un poco de presión en aquel encuentro. El hecho de no tener nada que perder, reforzado por nuestras ganas de hacerlo bien, pues jugábamos ante nuestro público, nos ayudó a realizar el partido perfecto.
Seguramente, eso es lo que le ha faltado a esta final para que uno de los dos equipos se soltara completamente: la ausencia de un favorito indiscutible. Ninguna de las dos selecciones había conquistado nunca el título supremo y, por tanto, ninguna quería dejar pasar esta ocasión histórica. Al no haber una gran diferencia entre las dos en cuanto a experiencia, ninguna contaba realmente con los pronósticos a su favor, aunque el título de campeones de Europa diese un poco más de confianza a los españoles. Gracias a eso, por cierto, ellos arrancaron mejor el encuentro y dominaron más bien el primer periodo. Los holandeses, por su parte, sufrieron al principio, pero reaccionaron bien tras el descanso. Tal vez, el tiempo necesario para asimilar la presión del acontecimiento…
Evidentemente, en un partido tan reñido, el primer gol es trascendental. Sin embargo, cuando llega la prórroga, no se les puede pedir a los jugadores que lo den todo en ataque. Personalmente, me he encontrado a menudo en esa situación durante mi carrera; y en especial en 1998, en octavos de final contra Paraguay y en cuartos de final contra Italia. Pero cuando se da ese supuesto, un entrenador nunca pide al equipo que se lance al abordaje. Lo principal, ante todo, es conservar el equilibrio en defensa. Cuando lo que hay en juego es tan excelso, puede comprenderse que sea más importante no perder, antes que asumir todos los riesgos para ganar. Holanda se ha venido abajo con la expulsión de John Heitinga, un pilar de su defensa, y España lo ha aprovechado. Ha sido más sólida y más eficaz. Ése es el sello de los grandes.
Una final de un Mundial es el momento que estás esperando toda una vida. Cuando juegas al fútbol, todo el mundo sueña en un momento o en otro con vivir ese instante, donde tienes la oportunidad de pasar a formar parte de la leyenda. Las dos selecciones llevaban tiempo anunciando que su meta era ganar la Copa Mundial, y ahí las teníamos esta noche con su sueño al alcance de la mano. Al haberlo vivido personalmente en Francia 1998, sé lo que se siente cuando estás en el túnel de vestuarios, preparado para disputar el partido más importante de tu carrera.
Sin embargo, contrariamente a mi experiencia con la selección de Francia en la final contra Brasil, en el gran duelo entre España y Holanda no había ninguna selección que partiera a priori como clara favorita. En cambio, cuando nosotros saltamos al césped del Stade de France, sabíamos que nos enfrentábamos a un monumento del fútbol: la Seleção, entonces tetracampeona mundial, y eterna favorita. Tal vez esa circunstancia nos quitó un poco de presión en aquel encuentro. El hecho de no tener nada que perder, reforzado por nuestras ganas de hacerlo bien, pues jugábamos ante nuestro público, nos ayudó a realizar el partido perfecto.
Seguramente, eso es lo que le ha faltado a esta final para que uno de los dos equipos se soltara completamente: la ausencia de un favorito indiscutible. Ninguna de las dos selecciones había conquistado nunca el título supremo y, por tanto, ninguna quería dejar pasar esta ocasión histórica. Al no haber una gran diferencia entre las dos en cuanto a experiencia, ninguna contaba realmente con los pronósticos a su favor, aunque el título de campeones de Europa diese un poco más de confianza a los españoles. Gracias a eso, por cierto, ellos arrancaron mejor el encuentro y dominaron más bien el primer periodo. Los holandeses, por su parte, sufrieron al principio, pero reaccionaron bien tras el descanso. Tal vez, el tiempo necesario para asimilar la presión del acontecimiento…
Evidentemente, en un partido tan reñido, el primer gol es trascendental. Sin embargo, cuando llega la prórroga, no se les puede pedir a los jugadores que lo den todo en ataque. Personalmente, me he encontrado a menudo en esa situación durante mi carrera; y en especial en 1998, en octavos de final contra Paraguay y en cuartos de final contra Italia. Pero cuando se da ese supuesto, un entrenador nunca pide al equipo que se lance al abordaje. Lo principal, ante todo, es conservar el equilibrio en defensa. Cuando lo que hay en juego es tan excelso, puede comprenderse que sea más importante no perder, antes que asumir todos los riesgos para ganar. Holanda se ha venido abajo con la expulsión de John Heitinga, un pilar de su defensa, y España lo ha aprovechado. Ha sido más sólida y más eficaz. Ése es el sello de los grandes.