En el Congreso del fútbol se habló de todo, menos de fútbol
La Paz, Ernesto Murillo, Erbol
Empezaron y terminaron igual, como un cuento literario en herradura, los unos con su discurso y los otros con su protesta. Salvadas las distancias, este congreso no dista casi nada del Congreso de 1985 al que asistí con otros tres colegas del país, entonces los reporteros eran pocos y el fútbol no interesaba tanto.
Hace 25 años, una noche lujuriosa hizo cambiar el criterio de elección y los que apoyaban a Chacho Saavedra se dieron la vuelta en un santiamén y terminaron votando por Romer Osuna, que desde entonces subió a los altares del fútbol. Hoy los actores son otros, pero los intereses son los mismos, y es que en un congreso se habla de qué te toca a ti y que a mí, pero nunca se habla de fútbol.
Los temas referidos a las divisiones inferiores, los campeonatos ridículos que organizan los ligueros, la falta de capacitación de los árbitros, el escaso interés de los aficionados por el fútbol, la depauperada economía de los clubes, la falta de competitividad de los equipos nacionales, la falta de profesionalismo y compromiso de muchos jugadores, la presencia de jugadores dinosaurios en el fútbol boliviano, la enorme diferencia entre la Liga y las asociaciones, fueron temas ignorados. Bueno, no estaban en agenda.
En el Congreso vi de todo. Desde un presidente de Federación que llegó a la reunión con aire entre misterioso a temeroso, hasta el dirigente que llegó a paso de miliciano a la sala de reuniones, sin decir nada y con rostro de perdonavidas, seguido por sus colaboradores o dirigentes de segunda línea. En medio estaban los periodistas, alguno de los cuales reclamaba al Presidente de la Liga por el almuerzo que no le habían dado, o las decenas de grabadoras que se colaban cada vez que uno u otro de los periodistas hacía una pregunta, supuestamente importante, a los hombres del fútbol.
Queda claro que unos mandan y los otros obedecen, porque no hubo una mesa grande del fútbol. Unos y otros delegaron su voz a cuatro dirigentes y luego a dos. Ellos (los negociadores), para darse más ínfulas no hacían reuniones secretas, sino en torno a una mesa, lo más visible posible, de manera que los periodistas queden admirados. Anonadados y estupefactos por su firmeza, aunque claro está, las cámaras y grabadoras debían estar a uno 15 metros de distancia.
El resto de dirigentes, los que levantan la mano a favor o en contra, los que entregan su apoyo incondicionalmente a unos y otros esperaban como los reporteros y pasaban el tiempo con un café algunos pasteles u otras delicias. A la mesa de los hombres de la grabadora llegaron dos botellas de refrescos y unos cuantos vasos.
La primera discusión del viernes por la noche sirvió para “sacarse el cuero”, para cantarse las verdades, para descalificarse. “Mira lo que tú has hecho…”, “Y vos de qué hablas, si cuando estuviste en el cargo…”. Eso sí, no hubo ningún afán de pugilato ni bravuconadas, porque no todos los contendientes estaban en condiciones físicas para estas lindezas.
Luego de la amanecida siguió una segunda jornada de negociaciones. “Cedimos hasta acá, pero más no podemos ceder”. “En principio estamos de acuerdo, pero falta…”. Hasta que a medianoche del sábado pareció haber llegado la solución y es que el tema central era el de los cargos. Unos aferrados a ellos como garrapatas, otros que miran esa posición con ojos libidinosos, porque algún momento les llegará. Así es el fútbol. Y de pronto salió una común expresión boliviana que la escuchamos en los trámites, en los juzgados, en los contratos y en toda transacción: “sólo falta un pequeño detalle, lo demás está”.
¿Y qué era el pequeño detalle? Era el tema de las asociaciones, que no quieren ver a Jorge Justiniano al frente de la entidad por el tan cuestionado Congreso de Pando, en la que se eligió al Presidente de la Asociación Nacional. Unos cuentan y dicen somos seis contra tres; los otros afirman que son cinco contra cuatro. Claro está que cada quien se da por ganador.
Ese pequeño detalle fracturó el Congreso, de manera que los llamados “oficialistas”, con el quórum de rigor 30 sobre 41 votos (12 votos de asociaciones, 13 de la Liga y cinco miembros del Comité Ejecutivo), decidieron reelegir a Carlos Chávez, quien aseguró que sólo prorroga su mandato por un año y luego llama a Congreso.
Los llamados “opositores”, retornaron a sus distritos, con rostro de quien se ha tomado un vaso de vinagre, con ganas de irse a la cama tras dos trasnochadas y evitar hablar de fútbol.
Y entonces, el corolario está en manos de los medios que reflejaron el mencionado Congreso de Tarija desde diversos ángulos: “Hay acuerdo, pero no hay acuerdo”, “Chávez prorroga su mandato por un año”, “Vuelve a primar la intransigencia en el fútbol”. “Ganó Chávez” y otras expresiones más, con añadido de por medio de quienes no estuvieron en el Congreso, les contaron los bemoles y se animan a dar los mas rimbombantes calificativos, es que el fútbol es tema para todos y nadie puede sentirse dueño de la palabra.
Empezaron y terminaron igual, como un cuento literario en herradura, los unos con su discurso y los otros con su protesta. Salvadas las distancias, este congreso no dista casi nada del Congreso de 1985 al que asistí con otros tres colegas del país, entonces los reporteros eran pocos y el fútbol no interesaba tanto.
Hace 25 años, una noche lujuriosa hizo cambiar el criterio de elección y los que apoyaban a Chacho Saavedra se dieron la vuelta en un santiamén y terminaron votando por Romer Osuna, que desde entonces subió a los altares del fútbol. Hoy los actores son otros, pero los intereses son los mismos, y es que en un congreso se habla de qué te toca a ti y que a mí, pero nunca se habla de fútbol.
Los temas referidos a las divisiones inferiores, los campeonatos ridículos que organizan los ligueros, la falta de capacitación de los árbitros, el escaso interés de los aficionados por el fútbol, la depauperada economía de los clubes, la falta de competitividad de los equipos nacionales, la falta de profesionalismo y compromiso de muchos jugadores, la presencia de jugadores dinosaurios en el fútbol boliviano, la enorme diferencia entre la Liga y las asociaciones, fueron temas ignorados. Bueno, no estaban en agenda.
En el Congreso vi de todo. Desde un presidente de Federación que llegó a la reunión con aire entre misterioso a temeroso, hasta el dirigente que llegó a paso de miliciano a la sala de reuniones, sin decir nada y con rostro de perdonavidas, seguido por sus colaboradores o dirigentes de segunda línea. En medio estaban los periodistas, alguno de los cuales reclamaba al Presidente de la Liga por el almuerzo que no le habían dado, o las decenas de grabadoras que se colaban cada vez que uno u otro de los periodistas hacía una pregunta, supuestamente importante, a los hombres del fútbol.
Queda claro que unos mandan y los otros obedecen, porque no hubo una mesa grande del fútbol. Unos y otros delegaron su voz a cuatro dirigentes y luego a dos. Ellos (los negociadores), para darse más ínfulas no hacían reuniones secretas, sino en torno a una mesa, lo más visible posible, de manera que los periodistas queden admirados. Anonadados y estupefactos por su firmeza, aunque claro está, las cámaras y grabadoras debían estar a uno 15 metros de distancia.
El resto de dirigentes, los que levantan la mano a favor o en contra, los que entregan su apoyo incondicionalmente a unos y otros esperaban como los reporteros y pasaban el tiempo con un café algunos pasteles u otras delicias. A la mesa de los hombres de la grabadora llegaron dos botellas de refrescos y unos cuantos vasos.
La primera discusión del viernes por la noche sirvió para “sacarse el cuero”, para cantarse las verdades, para descalificarse. “Mira lo que tú has hecho…”, “Y vos de qué hablas, si cuando estuviste en el cargo…”. Eso sí, no hubo ningún afán de pugilato ni bravuconadas, porque no todos los contendientes estaban en condiciones físicas para estas lindezas.
Luego de la amanecida siguió una segunda jornada de negociaciones. “Cedimos hasta acá, pero más no podemos ceder”. “En principio estamos de acuerdo, pero falta…”. Hasta que a medianoche del sábado pareció haber llegado la solución y es que el tema central era el de los cargos. Unos aferrados a ellos como garrapatas, otros que miran esa posición con ojos libidinosos, porque algún momento les llegará. Así es el fútbol. Y de pronto salió una común expresión boliviana que la escuchamos en los trámites, en los juzgados, en los contratos y en toda transacción: “sólo falta un pequeño detalle, lo demás está”.
¿Y qué era el pequeño detalle? Era el tema de las asociaciones, que no quieren ver a Jorge Justiniano al frente de la entidad por el tan cuestionado Congreso de Pando, en la que se eligió al Presidente de la Asociación Nacional. Unos cuentan y dicen somos seis contra tres; los otros afirman que son cinco contra cuatro. Claro está que cada quien se da por ganador.
Ese pequeño detalle fracturó el Congreso, de manera que los llamados “oficialistas”, con el quórum de rigor 30 sobre 41 votos (12 votos de asociaciones, 13 de la Liga y cinco miembros del Comité Ejecutivo), decidieron reelegir a Carlos Chávez, quien aseguró que sólo prorroga su mandato por un año y luego llama a Congreso.
Los llamados “opositores”, retornaron a sus distritos, con rostro de quien se ha tomado un vaso de vinagre, con ganas de irse a la cama tras dos trasnochadas y evitar hablar de fútbol.
Y entonces, el corolario está en manos de los medios que reflejaron el mencionado Congreso de Tarija desde diversos ángulos: “Hay acuerdo, pero no hay acuerdo”, “Chávez prorroga su mandato por un año”, “Vuelve a primar la intransigencia en el fútbol”. “Ganó Chávez” y otras expresiones más, con añadido de por medio de quienes no estuvieron en el Congreso, les contaron los bemoles y se animan a dar los mas rimbombantes calificativos, es que el fútbol es tema para todos y nadie puede sentirse dueño de la palabra.