Mundial 2010: El progreso de Japón deja en ridículo a Camerún (1-0)



Sudáfrica, EP
Histórico. Eso es lo primero que hay que decir de la actuación de Japón, que nunca antes había ganado un partido en un Mundial que no fuese jugando en casa. Y ahora no sólo ha roto esa racha, sino que se ha zampado a uno de los cocos, a una de las grandes esperanzas de África en ésta que es su Copa del Mundo.

Y lo ha hecho Japón ganando con total justicia a una decepcionante Camerún, que ha ido de menos... a menos. Sólo achuchó un poco en el último cuarto de hora, coincidiendo con la entrada del bético Achille Emaná como revulsivo, pero no se ha merecido nada el equipo africano como para empañar la victoria nipona. Incluso su única ocasión clara de gol llegó con un zambombazo de M'Bia desde fuera del área. Fue un intento desesperado.

Pues eso, desesperación, es lo que ha caracterizado a Camerún en este debut. O lo que es peor: lo que hubo fue pasotismo, viendo cómo se le iban yendo los segundos, los minutos, las horas. Y nunca apretaron el acelerador los Leones, aún sabiendo que Japón no saldría de la cueva, porque el empate -mucho más tras la victoria de Holanda frente a Dinamarca-, les caía como anillo al dedo.

Y fue malo el partido, hay que decirlo. Soso, con muchas interrupciones, con un Japón acertadísimo en defensa pero totalmente nulo en ataque. Y Camerún, pues ni eso. No le ha salido nada bien al equipo de Paul Le Guen, que improvisó metiendo a Samuel Eto'o como interior diestro en una decisión a todas luces improcedente. Teniendo en Sammy a uno de los mejores delanteros centros del mundo, vas y metes allí a Choupo-Moting. Un ridículo de proporciones. Así les ha ido en este debut.

En cambio, Japón fue creciendo. Se fue hinchando de moral al ver que los Leones no soltaban las garras, y el gran trabajo de los medios Blue Samurais -en especial Makoto Hasebe, que se ha salido- fue lo más relevante en el soporífero primer tiempo. Eso... y la aparición rutilante -y estelar- de Keisuke Honda.

Nada había pasado, realmente, más que un remate horrible de Choupo-Moting (m.6) y algún que otro susto del meta Kawashima, que salió a cazar mariposas en un par de centros al área. Pero a la primera que cazó Keisuke Honda, la metió en la cesta.

Fue a los 39 minutos, tras un bonito centro a pierna cambiada de Matsui. M'Bia se metió en donde no debía, molestando al central Nkoulou, y por detrás de ambos llegó solo Honda para controlar con un pie y remachar con el otro. Alarde de técnica del astro del CSKA de Moscú, que rentabilizó al máximo el primer caramelo que le caía medianamente en condiciones (1-0).



Al descanso se llegó con un Camerún impotente, mientras los jugadores nipones se pellizcaban para ver si todo esto era cierto. Los Leones no eran tan indomables como se creía, y el premio gordo de una victoria estaba a sólo 45 minutos más de entrega al límite. Y en eso, los Blue Samurais sí que van sobrados...

Alguna tecla especial habrá tocado Le Guen en el vestuario, porque al menos Camerún sí que salió enchufado para el segundo acto. Eto'o, en un acto de rebeldía, se marchó de tres rivales y sirvió un gol hecho a Choupo-Moting, pero éste arruinó la jugada disparando a las nubes. Si Sammy hubiese estado para recibir y finalizar, otra habría sido la historia. Pero el marcador seguía 1-0.



En cuanto vio Le Guen que la reacción fue sólo anecdótica, porque no se tradujo en un crecimiento colectivo del juego de Camerún, el míster empezó a buscar fórmulas mágicas. Miró al banquillo y sacó a Achille Emaná, que salió como lo que es: un Búfalo.

En pocos minutos, Achille hizo más que casi todos sus compañeros en una hora de partido. Tiró del carro -quizá de forma algo desordenada, eso sí-, pero al menos mostró el camino rumbo a la meta de Kawashima, que seguía casi inédito.

El problema es que el míster Okada también reaccionó a tiempo. Y fue valiente, además. Porque quitó a un medio, Matsui, para meter a un punta (Shinji Okazaki) tratando de matar el partido. Jugando a espaldas de M'Bia, el recién ingresaso tuvo espacios de sobra como para montarse su propia fiesta.

Pero a esas alturas, con menos de un cuarto de hora por delante, Japón sólo pretendía una cosa: resistir. Que pasen los minutos, juntar bien las líneas, y que Okazaki y Honda cazaran algún balón arriba para rascar alguna falta.

¿Qué fue capaz de hacer Camerún en el tramo final? Sólo tuvo un disparo de M'Bia desde fuera del área, que dejó temblando el larguero nipón (m.85), y un cabezazo flojo de Webó que paró muy bien Kawashima, ya casi con el tiempo cumplido.

Triunfo, en definitiva, a todas luces justo para un Japón que sí supo hacer algo bien: defender a lo grande, ordenadamente y con marcas bien escalonadas. Camerún cantó en la jugada clave y el resto fue nadar contra corriente. Lo seguirá haciendo en lo que resta de esta primera fase, donde debe ganar sus próximos dos partidos si no quiere quedar eliminado a las primeras de cambio.

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