La vida después de Buffon

Eleonora Giovo, El País
Cuando Italia levantó su cuarta Copa del Mundo, en el estadio Olímpico de Berlín, una noche de julio de 2006, Federico Marchetti estaba en un equipo de Tercera División, el Pro Vercelli. Hoy, cuatro años después, defenderá la portería de Italia. Gigi Buffon ya es historia en la azzurra: bloqueado por una hernia discal, se ha quedado en Sudáfrica, pero es baja indefinida y tendrá que operarse después del Mundial. Marchetti, portero del Cagliari, tiene 27 años y de los futbolistas convocados por Marcello Lippi es el que menos cobra (150.000 euros anuales).

Hace cinco años sobrevivió de milagro a un accidente -viajaba con la hermana de Buffon y otros dos amigos- cuando chocó contra un camión y el coche empezó a arder. Asegura que en la oscuridad se le apareció la Virgen y desde entonces lleva tatuado en un brazo el Ave María. Sus técnicos dicen que tiene mucha personalidad y que es un trabajador nato.


"No tengo miedo. Sería de risa que lo tuviera uno que, como yo, ha visto la muerte desde cerca... Llevo años trabajando para llegar hasta aquí", ha dicho Marchetti a lo largo de la semana. El lunes jugó la segunda parte contra Paraguay. Justo un año después de su debut, en junio de 2009, con Italia. Por entonces y tras varios años en Segunda y Tercera, ya había fichado por el Cagliari a petición de Massimiliano Allegri, ahora técnico del Milan. Le bastó una temporada en Primera para ser designado el mejor portero del calcio. "Ha tenido mucha mala suerte porque el Torino quebró nada más llegar él y tuvo que volver al Pro Vercelli. Sabe lo que es la responsabilidad. Está acostumbrado a vivir con ella. Siempre mantiene la tensión", cuenta Marco Landucci, preparador de porteros del Cagliari.

Marchetti destaca por la capacidad de salto y la fuerza física. "Es un portero que interpreta su papel de forma distinta. Es alto [mide 1,88 metros] y salta muy arriba. Eso supone un plus para los defensas. Y es muy agresivo. Cuando le fichamos, venía de Segunda y basaba su trabajo en la fuerza. Iba a por todas las pelotas. Le explicaba que en Primera se juega distinto: si llegas con retraso, te marcan y por eso hay que saber esperar, no ser tan impulsivo. Es en lo que más ha mejorado", explica Landucci.

En el brazo izquierdo lleva otro tatuaje: "Andrea y Francy siempre conmigo". Andrea y Francesco eran sus compañeros en el Pro Vercelli. Murieron en sendos accidentes de coche. A Marchetti le marcó tanto el fallecimiento de sus mejores amigos que dejó de rendir. "Me perdí. Me parecía que nada tenía ya mucha importancia". Hasta que fichó por el Albinoleffe, de Segunda, en el que le veían llegar al campo de entrenamiento el primero y marcharse el último. Y eso que era el portero suplente. Le quitó el sitio al titular por problemas contractuales. "Fue en un partido ante la Juve y no volvió a sentarse en el banquillo. Es explosivo, fuerte, atrevido y juega sin miedo. A veces da la sensación de que no hace paradas, pero eso es porque las soluciona antes. Es muy bueno en las salidas por alto y también por bajo", le describe Armando Madonna, preparador del Albinoleffe.

En casa Italia le ven seguro, concentrado y con mucha personalidad. Tanto que hasta le vieron gritar a Cannavaro en un entrenamiento el pasado jueves. "Tiene la cabeza cuadrada, como solemos decir en Italia... No sufrirá ninguna tensión. Le veo despreocupado", asegura desde Sudáfrica Gigi Riva, mánager de la selección.

La personalidad era el sello de Buffon: 102 presencias en la azzurra. Este era su cuarto Mundial, aunque en el de Francia 1998 fuera el segundo meta. Tenía 20 años y poco después se apoderó de la portería de Italia: lleva 10 años defendiéndola. Solo en una ocasión había sido baja. Fue en la Eurocopa de 2000. Se rompió una muñeca en un amistoso contra Noruega y no pudo ni viajar. Dejó la portería en manos de Francesco Toldo, que llevó a Italia a la final. Toda una señal para Marchetti.

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