España superó a Chile por 2-1 y clasificó en primer lugar
Luis Nieto
Disfrazados de optimistas, si la preocupación nos lo permite, habría que celebrar que hemos alcanzado ese estado de inexplicable grandeza que ha permitido a Alemania, Italia, Argentina o Brasil ganar tantos partidos en los fue peor. España ganó la Eurocopa y en el lote venía el ángel de la guarda que protege a los campeones incluso cuando no lo merecen. Ahora, pasada la frontera de lo inadmisible (marcharse a casa en la fase de grupos), cabe esperar el golpe de timón, porque en Pretoria Chile fue mejor medio partido y nos apretó como hace tiempo no lo hacía nadie. Sólo cuando la selección de Bielsa se vio con diez y le abandonaron las fuerzas se abrió España paso en el partido. Portugal y Cristiano, en octavos, exigirán más.
Chile es una selección de autor, un equipo cuya suma final está muy por encima de sus activos. Sus futbolistas no aguantarían un mano a mano con los de Del Bosque, pero agrupados en un diámetro reducido, adiestrados y exprimidos tácticamente hasta el límite, están a la altura de cualquiera. Pónganle esa medalla a Bielsa por esta interpretación sinfónica del fútbol. Porque de salida Chile nos quitó el balón, y sin balón somos un oso polar en el trópico. Y después nos presionó, nos hizo el partido antipático, despertó nuestros miedos y nos metió en un lío. Ese equipo solidario, esforzado, en el que nadie se escaquea, se merendó a Xavi e Iniesta (el eje del bien, como recordó antes del partido el propio Zapatero en la SER), nos amargó la salida y nos creó tres oportunidades clarísimas de gol.
La permanente rotación de Alexis, Isla, Beausejour y Mark González, que robaban muy cerca de Casillas, sembró un profundo desoncierto en la Selección, donde sólo sus mediocentros y sus centrales sostenían al equipo. Sufríamos y sufríamos, caminando sobre el alambre, hasta que un golpe de fortuna y otro de habilidad nos sacaron del apuro. Xavi mandó un balón a Torres, muy escorado a la izquierda. Bravo lo cortó muy fuera de su marco, pero sin la precaución de enviarlo fuera, y se lo sirvió a Villa. Y ahí asomó el imparable goleador que lleva dentro: de primera, con la izquierda, casi sin mirar, hizo volar la pelota 40 metros para ponerla en la red.
Fue el primer gran problema de Chile. El segundo es inherente a su juego. Su presión es inmisericorde. Y cuando no alcanza, asoma el tornillazo destemplado. Cuando se juega tan cerca del límite de la ley lo normal es saltárselo. La motivación acaba por convertirse en sobreexcitación. Así, 'Chiquidrácula' perdonó un penalti de Vidal a Torres, pero un minuto después, en una de las contadas combinaciones de España que recordaron a su pasado más brillante, Iniesta ajustó al palo una cesión de Villa mientras Estrada derribaba a Torres en la otra punta del área y veía la segunda amarilla (quizá no mereciera la segunda amarilla en este lance, pero sí en uno anterior). 0-2 inexplicable pero real. Y contra diez. Una situación de ensueño con un fútbol para olvidar.
Final tranquilo
El descanso trajo una mala noticia, el afortunado gol de Millar, en un disparo lejano que desvió fatídicamente Piqué, y otroa buena, la mejoría de España, especialmente con el traje que mejor nos sienta: el de los cinco centrocampistas. Torres anda lejos de sí mismo y cuando Del Bosque metió a Cesc por él, la pelota, al fin, fue de España, que dominó sin presumir, que diría Luis Aragonés, y se ahorró los ahogos de la primera mitad. Iniesta, Xavi y el propio Cesc tomaron la escena y relevaron a Busquets y Xabi Alonso, durante muchos minutos los únicos garantes de nuestra ventaja. También ayudó el gol de Honduras, que clasificaba a Chile, merecidamente, y no le obligaba al arreón final. Y con cierta placidez España desembocó en la primera plaza del grupo jugando peor cada partido que el anterior. El brindis debe ser discreto.