El régimen de Irán acorrala a la oposición
Angeles Espinoza, Irán, El País
El despliegue policial y las advertencias previas de las autoridades han logrado disuadir a quienes planeaban convertir el aniversario de la contestada reelección de Mahmud Ahmadineyad en una nueva protesta contra el Gobierno iraní. Los dirigentes de la oposición, Mir-Hosein Musaví y Mehdi Karrubí, han vuelto a pedir mayor libertad y democracia, pero han desconvocado la manifestación prevista por temor a que su represión causara otro baño de sangre. Aún así, el régimen no se ha arriesgado y ha estacionado fuerzas antidisturbios en las principales plazas del centro de la capital y en particular alrededor de la Universidad de Teherán.
"No tenemos líder", lamentaba una estudiante de primero de Arquitectura a las puertas de ese centro educativo. Junto con una amiga de la facultad de ingeniería informática, la joven deseaba participar en la protesta convocada dentro del campus, pero a primera hora de la tarde el único movimiento visible era el de los antidisturbios que empezaban a tomar posiciones en la vecina plaza de Enghelab. Su frustración era evidente. "Si no actuamos, nadie lo hará por nosotros", aseguraba con una firmeza que contrastaba con su cara aniñada.
Sin indicios de concentración
Sin embargo, en las calles adyacentes, la gente seguía a lo suyo sin que hubiera indicios de ninguna concentración. Aunque algún viandante aislado llevaba una cinta verde en la muñeca, el color que se ha convertido en símbolo de la oposición sólo era evidente en los monos de los empleados municipales que arreglaban el alcantarillado. Hace un año, una marea verde barría Teherán y las principales ciudades del país. Ahora, muchos iraníes críticos con el Gobierno no quieren arriesgarse a que les golpeen o les detengan tras haber visto como se las gastan las fuerzas de seguridad, en particular los Pasdarán, como son familiarmente conocidos los miembros de la Guardia Revolucionaria, y su milicia asociada, los basiyíes. La última gran protesta, el pasado diciembre, dejó ocho manifestantes muertos y decenas de detenidos, muchos de los cuales han denunciado torturas y malos tratos.
"Si el movimiento de sedición crea una crisis de seguridad, les haremos frente con toda nuestra fuerza", había advertido el día anterior Reza Farzaneh, un alto responsable de la Guardia Revolucionaria. Los portavoces oficiales califican de sediciosos a los opositores, en una campaña de desprestigio que también incluye tacharles de agentes extranjeros. El líder de ese cuerpo, el general Mohammad Ali Yafarí, ha llegado a decir que la amenaza que presentan supera a la que supuso la guerra que el país libró contra Irak en los años ochenta.
Al final, solo en la Universidad de Teherán y en la de Sharif pequeños grupos de estudiantes se han arriesgado a pegar cuatro gritos contra el régimen poniendo nerviosos a los policías desplegados en el exterior. El grupo opositor armado Muyahidin Jalq, considerado terrorista tanto dentro como fuera de Irán, ha difundido un comunicado haciéndose eco de ocho detenidos en la calle Azerbaiyán, pero ese dato no ha podido ser confirmado de forma independiente.
El despliegue policial y las advertencias previas de las autoridades han logrado disuadir a quienes planeaban convertir el aniversario de la contestada reelección de Mahmud Ahmadineyad en una nueva protesta contra el Gobierno iraní. Los dirigentes de la oposición, Mir-Hosein Musaví y Mehdi Karrubí, han vuelto a pedir mayor libertad y democracia, pero han desconvocado la manifestación prevista por temor a que su represión causara otro baño de sangre. Aún así, el régimen no se ha arriesgado y ha estacionado fuerzas antidisturbios en las principales plazas del centro de la capital y en particular alrededor de la Universidad de Teherán.
"No tenemos líder", lamentaba una estudiante de primero de Arquitectura a las puertas de ese centro educativo. Junto con una amiga de la facultad de ingeniería informática, la joven deseaba participar en la protesta convocada dentro del campus, pero a primera hora de la tarde el único movimiento visible era el de los antidisturbios que empezaban a tomar posiciones en la vecina plaza de Enghelab. Su frustración era evidente. "Si no actuamos, nadie lo hará por nosotros", aseguraba con una firmeza que contrastaba con su cara aniñada.
Sin indicios de concentración
Sin embargo, en las calles adyacentes, la gente seguía a lo suyo sin que hubiera indicios de ninguna concentración. Aunque algún viandante aislado llevaba una cinta verde en la muñeca, el color que se ha convertido en símbolo de la oposición sólo era evidente en los monos de los empleados municipales que arreglaban el alcantarillado. Hace un año, una marea verde barría Teherán y las principales ciudades del país. Ahora, muchos iraníes críticos con el Gobierno no quieren arriesgarse a que les golpeen o les detengan tras haber visto como se las gastan las fuerzas de seguridad, en particular los Pasdarán, como son familiarmente conocidos los miembros de la Guardia Revolucionaria, y su milicia asociada, los basiyíes. La última gran protesta, el pasado diciembre, dejó ocho manifestantes muertos y decenas de detenidos, muchos de los cuales han denunciado torturas y malos tratos.
"Si el movimiento de sedición crea una crisis de seguridad, les haremos frente con toda nuestra fuerza", había advertido el día anterior Reza Farzaneh, un alto responsable de la Guardia Revolucionaria. Los portavoces oficiales califican de sediciosos a los opositores, en una campaña de desprestigio que también incluye tacharles de agentes extranjeros. El líder de ese cuerpo, el general Mohammad Ali Yafarí, ha llegado a decir que la amenaza que presentan supera a la que supuso la guerra que el país libró contra Irak en los años ochenta.
Al final, solo en la Universidad de Teherán y en la de Sharif pequeños grupos de estudiantes se han arriesgado a pegar cuatro gritos contra el régimen poniendo nerviosos a los policías desplegados en el exterior. El grupo opositor armado Muyahidin Jalq, considerado terrorista tanto dentro como fuera de Irán, ha difundido un comunicado haciéndose eco de ocho detenidos en la calle Azerbaiyán, pero ese dato no ha podido ser confirmado de forma independiente.