El G-20 descarta generalizar los impuestos al sector financiero
Alejandro Bolaños, Agencias
Estados Unidos y Europa estaban de acuerdo en establecer nuevos impuestos a los bancos , según el tamaño y riesgo de sus activos. Y estaban dispuestos incluso a debatir una tasa universal a todas las transacciones financieras. El Fondo Monetario Internacional (FMI) apoyaba estas iniciativas. Pero el consenso de EE UU, UE y FMI, siglas asociadas antaño al monopolio del poder político mundial, ya no basta. "No habrá acuerdo en el seno del G-20 sobre la aplicación de un impuesto a la banca, ya ha quedado claro", sentenció el primer ministro italiano, Silvio Berlusoni , pocas horas antes de que una cena oficial diera inicio en Toronto (Canadá), en la madrugada de hoy, a la cuarta cumbre de líderes de países ricos y emergentes.
Los mandatarios europeos y estadounidenses hicieron un último intento por vencer la resistencia de las potencias emergentes y de algunos países avanzados, como Canadá y Australia, cuyos bancos no necesitaron de la ayuda pública para reforzar su solvencia.
El golpe de mano del presidente de Estados Unidos, Barack Obama , al lograr esta misma semana el visto bueno de la Cámara de Representantes a su reforma financiera, había reabierto el debate. Por la mañana, en su mensaje radiofónico semanal, grabado antes de su llegada la ciudad canadiense, Obama insistía en la necesidad de "poner una tasa a los bancos , que fueron los máximos beneficiarios del rescate con dinero de los contribuyentes en el peor momento de la crisis". Y funcionarios estadounidenses citados por Reuters aseguraron que el presidente de EE UU insistiría en extender esa medida en sus encuentros bilaterales con otros líderes. Pero fue en vano.
"Por lo que sé de los trabajos preparatorios de las negociaciones, debemos esperar una decisión negativa", comentó la canciller alemana, Angela Merkel , una de las más firmes partidarias de generalizar los impuestos al sector financiero. "Lamentablemente no hemos logrado el consenso en el G-20, ya sea para el impuesto a la banca o para las transacciones financieras", expuso a la finalización de la cumbre del G-8 (el grupo formado por Alemania, Rusia, Japón, EE UU, Italia, Francia, Reino Unido y Canadá), que antecede a la reunión del foro de países ricos y emergentes.
Con esta decisión, el comunicado final del G-20 se limitará a dejar que cada país adopte la decisión que más le convenga. Los impuestos ya están a punto de ser realidad en varios países avanzados, aunque con enfoques distintos. EE UU tramita aplicar una tasa del 0,15% sobre los activos de los 50 mayores bancos para recaudar 67.500 millones de euros en 10 años, y compensar así el dinero público que se comprometió en el rescate de varias entidades. Reino Unido y Francia revelaron esta misma semana que aplicarán impuestos similares a los bancos, aunque con tipos y recaudación más bajos (2.500 y 1.000 millones al año, respectivamente). En ambos casos, los ingresos irán directamente a los presupuestos. La fórmula alemana (25.000 millones en 25 años) es distinta: el impuesto dotará un fondo que se utilizaría para financiar la reestructuración de la banca en próximas crisis. EE UU también hará que los bancos financien un fondo de resolución similar. Y es esta fórmula preventiva la que EE UU y Europa pugnaban por extender a los países del G-20 que no necesitaron reforzar la solvencia de sus bancos con dinero público.
La insistencia de EE UU y Europa, que quieren evitar así una distorsión en la competencia entre bancos, logró cambiar de opinión a Japón, pero poco más. A su llegada a Toronto, el nuevo primer ministro, Naoto Kan, se mostró abierto a debatir la iniciativa. Pero otros dejaron claro que no estaban dispuestos a seguir por ese camino. "Probablemente no habrá acuerdo sobre un impuesto común a la banca", anticipó en un encuentro con la prensa Len Edwards, alto funcionario de la delegación canadiense.
El Gobierno mexicano envió un comunicado en el que defendía que la mejor opción para minimizar el riesgo de futuras crisis son los cambios regulatorios, no los fondos financiados con impuestos a la banca. Y en declaraciones a la agencia Bloomberg, un asesor del presidente ruso, Dmitri Medvédev, también rechazó la medida. El argumento que repitieron las delegaciones de países emergentes, como India o Brasil, es que la banca debe pagar solo allí donde actuó de forma irresponsable, es decir, en algunos países avanzados.
Si los Gobiernos de EE UU y Europa echaron el resto para lograr un acuerdo sobre los impuestos a la banca, las ONG presionaron para que se tome en consideración una tasa universal a las transacciones financieras, una idea que la UE se había comprometido a llevar a la asamblea de los líderes del G-20. "Con un tipo muy pequeño se podría desincentivar operaciones especulativas con derivados y se generarían recursos no sólo para los presupuestos, también para fondos mundiales contra el cambio climático o contra la pobreza", argumentó Susana Ruiz, experta de Intermón Oxfam.
Según cálculos de los socialistas europeos, con un tipo del 0,05% sobre las transacciones financieras podrían recaudarse unos 500.000 millones de euros al año. Pero si no hubo pacto para generalizar impuestos a la banca, mucho menos aún para desarrollar una tasa universal que exigiría la creación de instituciones globales para hacerse cargo de la recaudación y de fijar las necesidades que se financiarían con esos fondos. La esperanza de las ONG de lograr una vía estable de recursos para dotar la ayuda de los países más pobres se esfumó.
Estados Unidos y Europa estaban de acuerdo en establecer nuevos impuestos a los bancos , según el tamaño y riesgo de sus activos. Y estaban dispuestos incluso a debatir una tasa universal a todas las transacciones financieras. El Fondo Monetario Internacional (FMI) apoyaba estas iniciativas. Pero el consenso de EE UU, UE y FMI, siglas asociadas antaño al monopolio del poder político mundial, ya no basta. "No habrá acuerdo en el seno del G-20 sobre la aplicación de un impuesto a la banca, ya ha quedado claro", sentenció el primer ministro italiano, Silvio Berlusoni , pocas horas antes de que una cena oficial diera inicio en Toronto (Canadá), en la madrugada de hoy, a la cuarta cumbre de líderes de países ricos y emergentes.
Los mandatarios europeos y estadounidenses hicieron un último intento por vencer la resistencia de las potencias emergentes y de algunos países avanzados, como Canadá y Australia, cuyos bancos no necesitaron de la ayuda pública para reforzar su solvencia.
El golpe de mano del presidente de Estados Unidos, Barack Obama , al lograr esta misma semana el visto bueno de la Cámara de Representantes a su reforma financiera, había reabierto el debate. Por la mañana, en su mensaje radiofónico semanal, grabado antes de su llegada la ciudad canadiense, Obama insistía en la necesidad de "poner una tasa a los bancos , que fueron los máximos beneficiarios del rescate con dinero de los contribuyentes en el peor momento de la crisis". Y funcionarios estadounidenses citados por Reuters aseguraron que el presidente de EE UU insistiría en extender esa medida en sus encuentros bilaterales con otros líderes. Pero fue en vano.
"Por lo que sé de los trabajos preparatorios de las negociaciones, debemos esperar una decisión negativa", comentó la canciller alemana, Angela Merkel , una de las más firmes partidarias de generalizar los impuestos al sector financiero. "Lamentablemente no hemos logrado el consenso en el G-20, ya sea para el impuesto a la banca o para las transacciones financieras", expuso a la finalización de la cumbre del G-8 (el grupo formado por Alemania, Rusia, Japón, EE UU, Italia, Francia, Reino Unido y Canadá), que antecede a la reunión del foro de países ricos y emergentes.
Con esta decisión, el comunicado final del G-20 se limitará a dejar que cada país adopte la decisión que más le convenga. Los impuestos ya están a punto de ser realidad en varios países avanzados, aunque con enfoques distintos. EE UU tramita aplicar una tasa del 0,15% sobre los activos de los 50 mayores bancos para recaudar 67.500 millones de euros en 10 años, y compensar así el dinero público que se comprometió en el rescate de varias entidades. Reino Unido y Francia revelaron esta misma semana que aplicarán impuestos similares a los bancos, aunque con tipos y recaudación más bajos (2.500 y 1.000 millones al año, respectivamente). En ambos casos, los ingresos irán directamente a los presupuestos. La fórmula alemana (25.000 millones en 25 años) es distinta: el impuesto dotará un fondo que se utilizaría para financiar la reestructuración de la banca en próximas crisis. EE UU también hará que los bancos financien un fondo de resolución similar. Y es esta fórmula preventiva la que EE UU y Europa pugnaban por extender a los países del G-20 que no necesitaron reforzar la solvencia de sus bancos con dinero público.
La insistencia de EE UU y Europa, que quieren evitar así una distorsión en la competencia entre bancos, logró cambiar de opinión a Japón, pero poco más. A su llegada a Toronto, el nuevo primer ministro, Naoto Kan, se mostró abierto a debatir la iniciativa. Pero otros dejaron claro que no estaban dispuestos a seguir por ese camino. "Probablemente no habrá acuerdo sobre un impuesto común a la banca", anticipó en un encuentro con la prensa Len Edwards, alto funcionario de la delegación canadiense.
El Gobierno mexicano envió un comunicado en el que defendía que la mejor opción para minimizar el riesgo de futuras crisis son los cambios regulatorios, no los fondos financiados con impuestos a la banca. Y en declaraciones a la agencia Bloomberg, un asesor del presidente ruso, Dmitri Medvédev, también rechazó la medida. El argumento que repitieron las delegaciones de países emergentes, como India o Brasil, es que la banca debe pagar solo allí donde actuó de forma irresponsable, es decir, en algunos países avanzados.
Si los Gobiernos de EE UU y Europa echaron el resto para lograr un acuerdo sobre los impuestos a la banca, las ONG presionaron para que se tome en consideración una tasa universal a las transacciones financieras, una idea que la UE se había comprometido a llevar a la asamblea de los líderes del G-20. "Con un tipo muy pequeño se podría desincentivar operaciones especulativas con derivados y se generarían recursos no sólo para los presupuestos, también para fondos mundiales contra el cambio climático o contra la pobreza", argumentó Susana Ruiz, experta de Intermón Oxfam.
Según cálculos de los socialistas europeos, con un tipo del 0,05% sobre las transacciones financieras podrían recaudarse unos 500.000 millones de euros al año. Pero si no hubo pacto para generalizar impuestos a la banca, mucho menos aún para desarrollar una tasa universal que exigiría la creación de instituciones globales para hacerse cargo de la recaudación y de fijar las necesidades que se financiarían con esos fondos. La esperanza de las ONG de lograr una vía estable de recursos para dotar la ayuda de los países más pobres se esfumó.