Los británicos votan hoy en las elecciones más parejas de la historia
Walter Oppenheimer, Londres, El País
Las de hoy en el Reino Unido son unas elecciones que cualquiera puede ganar. Sobre todo los conservadores de David Cameron, que lideran los sondeos y aspiran a gobernar en solitario y sueñan con la mayoría absoluta. También los liberales-demócratas de Nick Clegg, la revelación de la campaña, que anhelan dejar de ser un partido comparsa y forzar la reforma electoral que tanto reclaman y tanto necesitan. Pero también los laboristas de Gordon Brown, que a estas horas aún no saben si sufrirán la derrota más humillante de su historia, si podrán acabar pactando con los liberales-demócratas o si Brown será incluso capaz de emular al John Major de 1992 y ganar contra pronóstico: su auge en los últimos sondeos les da esperanzas.
Estas elecciones son completamente distintas a muchas otras. Por la incertidumbre que destilan los sondeos preelectorales, por supuesto, pero también porque nunca antes los electores tenían que enfrentarse a tres opciones distintas: mantener al actual Gobierno, cambiarlo o revolucionar el sistema dando un apoyo masivo a los liberales-demócratas para acabar con el bipartidismo.
Los últimos sondeos apuntan a un mantenimiento del voto tory, una recuperación de los laboristas y una pérdida de fuerza de los liberales-demócratas. Pero es precisamente la volatilidad del electorado, con un tercio de indecisos hace sólo unos días, lo que convierte en una temeridad cualquier pronóstico sobre el resultado.
Aunque Cameron ha proyectado en los últimos días una imagen de ganador, los sondeos de las últimas 48 horas han frenado su euforia. El de YouGov del martes por la noche refleja un aumento del voto laborista (30%), una fuerte caída del liberal-demócrata (24%) y un estancamiento del conservador (35%); traducido a escaños, Gordon Brown tendría el mayor grupo en los Comunes y podría mantenerse como primer ministro si le apoya Clegg. El de ComRes ofrece casi un empate a escaños entre tories por un lado y laboristas y liberales por el otro. Otros sondeos, ya de hace algunos días, también alumbran la posibilidad de una coalición Lib-Lab (Harris, ICM) pero el de Populus sitúa a Cameron como claro ganador, aunque sin mayoría absoluta.
La volatilidad y la falta de unanimidad de los sondeos no dejan de ser un reflejo de las dudas de los votantes. Están cansados del laborismo pero no parecen sentir un gran entusiasmo por los conservadores. Después de 13 años de Gobierno laborista, un primer ministro muy impopular y la peor recesión desde la guerra, lo lógico sería que los conservadores, con un líder joven, dinámico y más o menos centrista, ganaran cómodamente. Pero los sondeos no lo pronostican.
La economía tenía que haber sido el tema crucial de la campaña, pero sólo ha aparecido en los últimos 10 días y no es fácil encontrar diferencias de verdadero calado entre las tres ofertas. El diablo está en los detalles, pero los británicos saben que, gobierne quien gobierne, vienen años de inmensa austeridad.
La reforma del sistema electoral y político es la gran bandera de los liberales-demócratas de Clegg, pero a la hora de la verdad está por ver que el entusiasmo que suscitó en la primera mitad de la campaña se traduzca en votos en las urnas. Los británicos parecen haber aceptado que el actual sistema electoral es injusto, pero al mismo tiempo parecen remisos a abrazar el sistema de coaliciones electorales tan habitual en muchos países del continente.
"Esta vez, votad liberal-demócrata. Votad liberal allí donde podáis. Votad liberal como si vuestra vida dependiera de ello. Votad liberal si queréis una política transformada y un país moderno, libre, con una visión realista de su lugar en el mundo. No importa que no lo hicierais en el pasado; no importa que no lo hagáis la próxima vez. Esta vez, aprovechad la oportunidad. Sed capaces de arriesgaros", imploraba el académico Timothy Garton-Ash desde The Guardian .
¿Le harán caso los británicos? ¿O a la hora de votar pensarán sólo en quién solucionará el déficit del Estado, qué servicios públicos verán mermados, cuánto subirán los impuestos, quién será más capaz de inyectar dinamismo en la economía, quien mejorará las escuelas y los hospitales, quién velará mejor por la seguridad ciudadana...? No lo sabremos hasta el viernes, tras una larga noche de escrutinio. O quizás tengamos que esperar aún algunos días.
Las de hoy en el Reino Unido son unas elecciones que cualquiera puede ganar. Sobre todo los conservadores de David Cameron, que lideran los sondeos y aspiran a gobernar en solitario y sueñan con la mayoría absoluta. También los liberales-demócratas de Nick Clegg, la revelación de la campaña, que anhelan dejar de ser un partido comparsa y forzar la reforma electoral que tanto reclaman y tanto necesitan. Pero también los laboristas de Gordon Brown, que a estas horas aún no saben si sufrirán la derrota más humillante de su historia, si podrán acabar pactando con los liberales-demócratas o si Brown será incluso capaz de emular al John Major de 1992 y ganar contra pronóstico: su auge en los últimos sondeos les da esperanzas.
Estas elecciones son completamente distintas a muchas otras. Por la incertidumbre que destilan los sondeos preelectorales, por supuesto, pero también porque nunca antes los electores tenían que enfrentarse a tres opciones distintas: mantener al actual Gobierno, cambiarlo o revolucionar el sistema dando un apoyo masivo a los liberales-demócratas para acabar con el bipartidismo.
Los últimos sondeos apuntan a un mantenimiento del voto tory, una recuperación de los laboristas y una pérdida de fuerza de los liberales-demócratas. Pero es precisamente la volatilidad del electorado, con un tercio de indecisos hace sólo unos días, lo que convierte en una temeridad cualquier pronóstico sobre el resultado.
Aunque Cameron ha proyectado en los últimos días una imagen de ganador, los sondeos de las últimas 48 horas han frenado su euforia. El de YouGov del martes por la noche refleja un aumento del voto laborista (30%), una fuerte caída del liberal-demócrata (24%) y un estancamiento del conservador (35%); traducido a escaños, Gordon Brown tendría el mayor grupo en los Comunes y podría mantenerse como primer ministro si le apoya Clegg. El de ComRes ofrece casi un empate a escaños entre tories por un lado y laboristas y liberales por el otro. Otros sondeos, ya de hace algunos días, también alumbran la posibilidad de una coalición Lib-Lab (Harris, ICM) pero el de Populus sitúa a Cameron como claro ganador, aunque sin mayoría absoluta.
La volatilidad y la falta de unanimidad de los sondeos no dejan de ser un reflejo de las dudas de los votantes. Están cansados del laborismo pero no parecen sentir un gran entusiasmo por los conservadores. Después de 13 años de Gobierno laborista, un primer ministro muy impopular y la peor recesión desde la guerra, lo lógico sería que los conservadores, con un líder joven, dinámico y más o menos centrista, ganaran cómodamente. Pero los sondeos no lo pronostican.
La economía tenía que haber sido el tema crucial de la campaña, pero sólo ha aparecido en los últimos 10 días y no es fácil encontrar diferencias de verdadero calado entre las tres ofertas. El diablo está en los detalles, pero los británicos saben que, gobierne quien gobierne, vienen años de inmensa austeridad.
La reforma del sistema electoral y político es la gran bandera de los liberales-demócratas de Clegg, pero a la hora de la verdad está por ver que el entusiasmo que suscitó en la primera mitad de la campaña se traduzca en votos en las urnas. Los británicos parecen haber aceptado que el actual sistema electoral es injusto, pero al mismo tiempo parecen remisos a abrazar el sistema de coaliciones electorales tan habitual en muchos países del continente.
"Esta vez, votad liberal-demócrata. Votad liberal allí donde podáis. Votad liberal como si vuestra vida dependiera de ello. Votad liberal si queréis una política transformada y un país moderno, libre, con una visión realista de su lugar en el mundo. No importa que no lo hicierais en el pasado; no importa que no lo hagáis la próxima vez. Esta vez, aprovechad la oportunidad. Sed capaces de arriesgaros", imploraba el académico Timothy Garton-Ash desde The Guardian .
¿Le harán caso los británicos? ¿O a la hora de votar pensarán sólo en quién solucionará el déficit del Estado, qué servicios públicos verán mermados, cuánto subirán los impuestos, quién será más capaz de inyectar dinamismo en la economía, quien mejorará las escuelas y los hospitales, quién velará mejor por la seguridad ciudadana...? No lo sabremos hasta el viernes, tras una larga noche de escrutinio. O quizás tengamos que esperar aún algunos días.