La seguridad concentra el voto de los colombianos
Maite Rico, El País
Un debate de altura, con propuestas, controversia y algunos pullazos cerró en la noche del jueves la campaña presidencial más emocionante y reñida de Colombia, que culmina mañana en las urnas. Los seis principales candidatos se vieron las caras en un estudio de televisión, discutieron sobre los siempre candentes asuntos de seguridad -la mayoría rechazó el canje de secuestrados propuesto por la guerrilla- y dejaron patente, una vez más, su buena preparación.
Fue el séptimo de una serie de encuentros que han servido, entre otras cosas, para constatar que hay vida más allá de los dos candidatos favoritos: Juan Manuel Santos, del oficialista Partido de la U (Unidad Nacional), y el matemático Antanas Mockus , del Partido Verde. La ola verde de Mockus y la maquinaria de Santos han arrollado a otros cuatro aspirantes que no sólo han contribuido a enriquecer un debate de calidad, sino que van a desempeñar un papel decisivo en los pactos que se fraguarán ante una más que probable segunda vuelta, el 20 de junio: la diplomática y ex ministra Noemí Sanín, del Partido Conservador, y los senadores Gustavo Petro, del izquierdista Polo Democrático; el liberal Rafael Pardo y Germán Vargas, de Cambio Radical (derecha).
Durante casi dos horas, en un formato ágil de intervalos de un minuto y medio, los candidatos discutieron sobre el fuero militar, la liberación de los rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el acuerdo suscrito con EE UU para el uso conjunto de bases colombianas, la reducción de la edad penal o la lucha contra la corrupción.
Una vez más quedaron de manifiesto las afinidades entre Santos, Sanín y Vargas; las posturas más a la izquierda de Petro y de Pardo y la heterodoxia de Mockus. Con todo, el discurso político colombiano supera los esquemas ideológicos y partidistas que suelen encasillar a los candidatos europeos o latinoamericanos. Marcados por la moderación (que a Petro le ha costado el rechazo de los sectores más radicales del Polo), los debates han mostrado a menudo una convergencia de posiciones al margen de las banderas.
El jueves, el principal desencuentro llegó con el asunto de los secuestrados de las FARC. Solo el liberal Pardo abrió la puerta al "intercambio humanitario" que propone el grupo armado (rehenes a cambio de guerrilleros presos). Petro puso condiciones (que renuncien al secuestro definitivamente). Santos ("aceptar el canje es alentar el secuestro"), Mockus ("quieren arrodillar al Estado y ponerlo en condición de simetría"), Vargas ("el canje expone a mayor riesgo a la sociedad y a la fuerza pública") y Sanín ("no les creo a las FARC, no hay que capitular") lo rechazaron de plano, y reivindicaron el rescate militar. Hubo un absoluto cierre de filas, sin embargo, en la defensa del Ejército y los cuerpos de seguridad ("son héroes", dijo Mockus).
El clima de buena sintonía que ha reinado en la campaña no impidió que el jueves se sacara la artillería. Y las baterías apuntaron a Juan Manuel Santos. No solo porque algunas encuestas recientes lo dan como ganador por un margen de dos puntos sobre Mockus (34% frente a 32%), sino porque, en su calidad de ex ministro de Defensa, le toca lidiar con los escándalos que han salpicado al Gobierno de Álvaro Uribe, como las escuchas telefónicas por parte del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS, cuerpo de inteligencia civil), a algunos jueces y políticos, o casos de corrupción con contratistas del Estado. Petro y Pardo, antiuribistas beligerantes, acusaron al Gobierno de "abuso criminal de la inteligencia del Estado". Santos dijo que las investigaciones en curso dejarán patente la limpieza del presidente.
Tampoco faltaron los falsos positivos, la ejecución extrajudicial, por parte de unidades del Ejército, de jóvenes marginales a los que se hacía pasar por guerrilleros para cobrar recompensas. El ex ministro de Defensa esgrimió un informe de la ONU para subrayar que nunca fue una política de Estado y recordó la reacción contundente del Gobierno, que puso en manos de la justicia ordinaria a 27 altos cargos militares. "Fue algo que me desgarró, y nunca escondimos la verdad", dijo.
Los analistas han mostrado sus dudas acerca del impacto de los debates en la intención de voto. Es cierto que los candidatos más vibrantes y articulados, Petro y Vargas, no han despegado en los sondeos. Sin embargo, el formato rígido de las intervenciones ha podido perjudicar a Mockus, que a veces, como filósofo que es, tiende a irse por las ramas, y cuya espontaneidad, por otro lado simpática, le ha llevado a dar algún que otro patinazo. Y cuando las encuestas se muestran tan cerradas, cualquier detalle puede ser decisivo, sobre todo con un rival como Santos, que ha mostrado experiencia en asuntos de Estado.
Influyan o no en el voto, los debates han contribuido a despertar aún más el interés de una ciudadanía inmersa en un clima electoral efervescente, que hace vaticinar un aumento de la participación: las encuestas auguran un descenso de la abstención del tradicional 50% al 30%.
Los colombianos se muestran orgullosos de una campaña que la influyente revista Semana no ha dudado en definir como "la más ejemplar y emocionante de la historia". Por el buen tono político, por los programas bien trabajados y por el ambiente festivo. Los años en los que los coches bomba ensangrentaban las votaciones, y en los que se asesinaba a los candidatos -tres murieron en la campaña de 1990- parecen ahora muy lejanos.
Un debate de altura, con propuestas, controversia y algunos pullazos cerró en la noche del jueves la campaña presidencial más emocionante y reñida de Colombia, que culmina mañana en las urnas. Los seis principales candidatos se vieron las caras en un estudio de televisión, discutieron sobre los siempre candentes asuntos de seguridad -la mayoría rechazó el canje de secuestrados propuesto por la guerrilla- y dejaron patente, una vez más, su buena preparación.
Fue el séptimo de una serie de encuentros que han servido, entre otras cosas, para constatar que hay vida más allá de los dos candidatos favoritos: Juan Manuel Santos, del oficialista Partido de la U (Unidad Nacional), y el matemático Antanas Mockus , del Partido Verde. La ola verde de Mockus y la maquinaria de Santos han arrollado a otros cuatro aspirantes que no sólo han contribuido a enriquecer un debate de calidad, sino que van a desempeñar un papel decisivo en los pactos que se fraguarán ante una más que probable segunda vuelta, el 20 de junio: la diplomática y ex ministra Noemí Sanín, del Partido Conservador, y los senadores Gustavo Petro, del izquierdista Polo Democrático; el liberal Rafael Pardo y Germán Vargas, de Cambio Radical (derecha).
Durante casi dos horas, en un formato ágil de intervalos de un minuto y medio, los candidatos discutieron sobre el fuero militar, la liberación de los rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el acuerdo suscrito con EE UU para el uso conjunto de bases colombianas, la reducción de la edad penal o la lucha contra la corrupción.
Una vez más quedaron de manifiesto las afinidades entre Santos, Sanín y Vargas; las posturas más a la izquierda de Petro y de Pardo y la heterodoxia de Mockus. Con todo, el discurso político colombiano supera los esquemas ideológicos y partidistas que suelen encasillar a los candidatos europeos o latinoamericanos. Marcados por la moderación (que a Petro le ha costado el rechazo de los sectores más radicales del Polo), los debates han mostrado a menudo una convergencia de posiciones al margen de las banderas.
El jueves, el principal desencuentro llegó con el asunto de los secuestrados de las FARC. Solo el liberal Pardo abrió la puerta al "intercambio humanitario" que propone el grupo armado (rehenes a cambio de guerrilleros presos). Petro puso condiciones (que renuncien al secuestro definitivamente). Santos ("aceptar el canje es alentar el secuestro"), Mockus ("quieren arrodillar al Estado y ponerlo en condición de simetría"), Vargas ("el canje expone a mayor riesgo a la sociedad y a la fuerza pública") y Sanín ("no les creo a las FARC, no hay que capitular") lo rechazaron de plano, y reivindicaron el rescate militar. Hubo un absoluto cierre de filas, sin embargo, en la defensa del Ejército y los cuerpos de seguridad ("son héroes", dijo Mockus).
El clima de buena sintonía que ha reinado en la campaña no impidió que el jueves se sacara la artillería. Y las baterías apuntaron a Juan Manuel Santos. No solo porque algunas encuestas recientes lo dan como ganador por un margen de dos puntos sobre Mockus (34% frente a 32%), sino porque, en su calidad de ex ministro de Defensa, le toca lidiar con los escándalos que han salpicado al Gobierno de Álvaro Uribe, como las escuchas telefónicas por parte del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS, cuerpo de inteligencia civil), a algunos jueces y políticos, o casos de corrupción con contratistas del Estado. Petro y Pardo, antiuribistas beligerantes, acusaron al Gobierno de "abuso criminal de la inteligencia del Estado". Santos dijo que las investigaciones en curso dejarán patente la limpieza del presidente.
Tampoco faltaron los falsos positivos, la ejecución extrajudicial, por parte de unidades del Ejército, de jóvenes marginales a los que se hacía pasar por guerrilleros para cobrar recompensas. El ex ministro de Defensa esgrimió un informe de la ONU para subrayar que nunca fue una política de Estado y recordó la reacción contundente del Gobierno, que puso en manos de la justicia ordinaria a 27 altos cargos militares. "Fue algo que me desgarró, y nunca escondimos la verdad", dijo.
Los analistas han mostrado sus dudas acerca del impacto de los debates en la intención de voto. Es cierto que los candidatos más vibrantes y articulados, Petro y Vargas, no han despegado en los sondeos. Sin embargo, el formato rígido de las intervenciones ha podido perjudicar a Mockus, que a veces, como filósofo que es, tiende a irse por las ramas, y cuya espontaneidad, por otro lado simpática, le ha llevado a dar algún que otro patinazo. Y cuando las encuestas se muestran tan cerradas, cualquier detalle puede ser decisivo, sobre todo con un rival como Santos, que ha mostrado experiencia en asuntos de Estado.
Influyan o no en el voto, los debates han contribuido a despertar aún más el interés de una ciudadanía inmersa en un clima electoral efervescente, que hace vaticinar un aumento de la participación: las encuestas auguran un descenso de la abstención del tradicional 50% al 30%.
Los colombianos se muestran orgullosos de una campaña que la influyente revista Semana no ha dudado en definir como "la más ejemplar y emocionante de la historia". Por el buen tono político, por los programas bien trabajados y por el ambiente festivo. Los años en los que los coches bomba ensangrentaban las votaciones, y en los que se asesinaba a los candidatos -tres murieron en la campaña de 1990- parecen ahora muy lejanos.