La frontera de cristal
Carlos Fuentes
Si es usted moreno. Si luce un gran bigote zapatista. Si es mujer y usa rebozo. Entonces ni se le ocurra vivir en o visitar siquiera el Estado norteamericano de Arizona, que oficialmente se ha declarado racista. Un racismo dirigido claramente a la población mexicana y latinoamericana en general y a partir de "perfiles" puramente raciales. Porque díganme ustedes, ¿creen que la policía de Arizona va a detener a una persona blanca, rubia y de ojos azules? Claro que no: se expondrían a un juicio legal dado que la ley prohíbe detener a nadie a causa de su apariencia física, a menos que sea moreno, o moreno y bigotón, o moreno, bigotón y hable mal el inglés. O use rebozo.
La nueva ley racista del Estado de Arizona daña a individuos inocentes. Tal es el pecado de todo racismo. Entrevistados en la televisión norteamericana, varios oficiales de la policía de Arizona se quedan sin argumentos. ¿Por qué detener a una persona de aspecto "latino"? Para asegurarse de que sus papeles estén en orden, creando la obligación de que todo moreno (bigotudo o no) lleve siempre consigo documentos de identidad como todos los grupos perseguidos. Como los judíos en la Alemania nazi.
Es decir: la nueva ley discrimina, aparta a grupos de personas en virtud de su apariencia física, elimina arbitrariamente los requisitos del debido proceso (Due process) y crea castas dentro de la sociedad interrumpiendo procesos de integración y convirtiendo la intimidación en base de una mala convivencia social. "Sólo cumplimos la ley", declaran los policías entrevistados. Lo mismo han dicho siempre los ejecutores de políticas racistas, discriminatorias y dirigidas ad hoc contra un grupo de la sociedad. "Es la ley".
La arbitrariedad de la ley en Arizona ha servido, sin embargo, para arrojar luz sobre numerosos temas de la "Frontera de Cristal". Uno, muy penoso, es el de la fragilidad ideológica de ciertos políticos norteamericanos. John McCain fue autor, junto con Edward Kennedy, de la iniciativa de ley acerca de inmigración más generosa y jurídicamente fundada. Reafirmando el derecho de Estados Unidos a asegurar sus fronteras y aplicar las leyes migratorias, Kennedy-McCain también proponía apresurar el programa de reunificación de familias y un programa de visados con una nueva categoría (H-5A) que inicialmente otorgaría 400.000 nuevas visas a trabajadores. La visa temporal sería por tres años, con una extensión posible a tres años más.
Especialmente, mujeres e hijos podrían cruzar la frontera para reunirse con el padre trabajador. La visa H-5A abriría el camino a la residencia permanente. Su propósito explícito sería el de "promover normas de migración circulares".La generosidad e inteligencia de esta iniciativa contrasta brutalmente con las disposiciones de Arizona y, muy particularmente, con el chaquetazo dado por el senador McCain quien, desmemoriado, ha renegado de su pasado y ahora apoya la nueva ley de Arizona y en consecuencia, la detención arbitraria de personas "sospechosas" de ser inmigrantes ilegales. "Sospechosas" de ser judías, comunistas, anticomunistas, musulmanes, gitanos, etcétera, etcétera.
McCain se ha sumado a una iniciativa represiva y racista que niega la propia trayectoria del senador, hoy por hoy un simple oportunista que quiere derrotar con argumentos más papistas que el Papa a su opositor en las primarias y cuenta para ello con el respaldo estelar de la promotora de la intolerancia y la mentira Sarah Palin, reclutada con desesperación por el senador John McCain.
Compárese esta política de la arbitrariedad con el llamamiento del presidente Barack Obama a recuperar la vía de la legalidad a fin de obtener una nueva regulación federal del tema migratorio. Obama calificó a la ley de Arizona de "hostigamiento". Tiene razón y está claro que la disposición del Estado de Arizona es anticonstitucional, toda vez que el tema migratorio es privativo de la Federación y no de los Estados de la Unión.
Como en otras ocasiones (la iniciativa de 1994 en el Estado de California negándoles beneficio social a los indocumentados y anulada en 1997 por un juez de distrito, por ejemplo), los tribunales superiores acabarán por eliminar la ley de Arizona. Sin embargo, la ley en cuestión anima la detención arbitraria y la discriminación racial en cuanto a los hechos.
La población de origen hispánico en Estados Unidos será, de todos modos, víctima de esta iniciativa racista. Una tercera parte de los niños pobres en Estados Unidos son latinos y el clima creado por Arizona va a entorpecer gravemente la incorporación de estos jóvenes a la sociedad política, económica y social norteamericana. Todos salen perdiendo. Todos acaban temiendo.
Dos asuntos más complican el del estatus migratorio. Uno es el de la criminalidad fronteriza. Las armas se venden en Estados Unidos, las batallas se libran en México. Las ha perdido la policía y las está perdiendo el Ejército.
El Estado mexicano se ve cada vez más débil e incierto. A los grandes traficantes sólo los derrotará, a la larga, el proceso de discriminalización o despenalización propuestos por los presidentes César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo. Pero al corto plazo, los criminales sólo serán derrotados por fuerzas más fuertes que ellos. La Sureté francesa, la policía israelí o las brigadas del antiguo Ejército de la Alemania oriental. ¿Por qué no acudir a ellos?
Por otro lado, se está agotando el argumento mexicano a favor del trabajador migratorio. Cada vez más, nos preguntamos, ¿por qué no se quedan en México nuestros trabajadores? ¿Por qué no se les emplea en un gran programa de desarrollo nacional -un Nuevo Trato- para el empleo público en el siglo XXI?
¿Por qué, finalmente, no tiene México un gran plan de desarrollo y va dando tumbos en medio de iniciativas a medias o privadas de iniciativa?
Nuestra gran fuerza de trabajo no debe quedar atrapada entre la desocupación, la migración o el crimen.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
Si es usted moreno. Si luce un gran bigote zapatista. Si es mujer y usa rebozo. Entonces ni se le ocurra vivir en o visitar siquiera el Estado norteamericano de Arizona, que oficialmente se ha declarado racista. Un racismo dirigido claramente a la población mexicana y latinoamericana en general y a partir de "perfiles" puramente raciales. Porque díganme ustedes, ¿creen que la policía de Arizona va a detener a una persona blanca, rubia y de ojos azules? Claro que no: se expondrían a un juicio legal dado que la ley prohíbe detener a nadie a causa de su apariencia física, a menos que sea moreno, o moreno y bigotón, o moreno, bigotón y hable mal el inglés. O use rebozo.
La nueva ley racista del Estado de Arizona daña a individuos inocentes. Tal es el pecado de todo racismo. Entrevistados en la televisión norteamericana, varios oficiales de la policía de Arizona se quedan sin argumentos. ¿Por qué detener a una persona de aspecto "latino"? Para asegurarse de que sus papeles estén en orden, creando la obligación de que todo moreno (bigotudo o no) lleve siempre consigo documentos de identidad como todos los grupos perseguidos. Como los judíos en la Alemania nazi.
Es decir: la nueva ley discrimina, aparta a grupos de personas en virtud de su apariencia física, elimina arbitrariamente los requisitos del debido proceso (Due process) y crea castas dentro de la sociedad interrumpiendo procesos de integración y convirtiendo la intimidación en base de una mala convivencia social. "Sólo cumplimos la ley", declaran los policías entrevistados. Lo mismo han dicho siempre los ejecutores de políticas racistas, discriminatorias y dirigidas ad hoc contra un grupo de la sociedad. "Es la ley".
La arbitrariedad de la ley en Arizona ha servido, sin embargo, para arrojar luz sobre numerosos temas de la "Frontera de Cristal". Uno, muy penoso, es el de la fragilidad ideológica de ciertos políticos norteamericanos. John McCain fue autor, junto con Edward Kennedy, de la iniciativa de ley acerca de inmigración más generosa y jurídicamente fundada. Reafirmando el derecho de Estados Unidos a asegurar sus fronteras y aplicar las leyes migratorias, Kennedy-McCain también proponía apresurar el programa de reunificación de familias y un programa de visados con una nueva categoría (H-5A) que inicialmente otorgaría 400.000 nuevas visas a trabajadores. La visa temporal sería por tres años, con una extensión posible a tres años más.
Especialmente, mujeres e hijos podrían cruzar la frontera para reunirse con el padre trabajador. La visa H-5A abriría el camino a la residencia permanente. Su propósito explícito sería el de "promover normas de migración circulares".La generosidad e inteligencia de esta iniciativa contrasta brutalmente con las disposiciones de Arizona y, muy particularmente, con el chaquetazo dado por el senador McCain quien, desmemoriado, ha renegado de su pasado y ahora apoya la nueva ley de Arizona y en consecuencia, la detención arbitraria de personas "sospechosas" de ser inmigrantes ilegales. "Sospechosas" de ser judías, comunistas, anticomunistas, musulmanes, gitanos, etcétera, etcétera.
McCain se ha sumado a una iniciativa represiva y racista que niega la propia trayectoria del senador, hoy por hoy un simple oportunista que quiere derrotar con argumentos más papistas que el Papa a su opositor en las primarias y cuenta para ello con el respaldo estelar de la promotora de la intolerancia y la mentira Sarah Palin, reclutada con desesperación por el senador John McCain.
Compárese esta política de la arbitrariedad con el llamamiento del presidente Barack Obama a recuperar la vía de la legalidad a fin de obtener una nueva regulación federal del tema migratorio. Obama calificó a la ley de Arizona de "hostigamiento". Tiene razón y está claro que la disposición del Estado de Arizona es anticonstitucional, toda vez que el tema migratorio es privativo de la Federación y no de los Estados de la Unión.
Como en otras ocasiones (la iniciativa de 1994 en el Estado de California negándoles beneficio social a los indocumentados y anulada en 1997 por un juez de distrito, por ejemplo), los tribunales superiores acabarán por eliminar la ley de Arizona. Sin embargo, la ley en cuestión anima la detención arbitraria y la discriminación racial en cuanto a los hechos.
La población de origen hispánico en Estados Unidos será, de todos modos, víctima de esta iniciativa racista. Una tercera parte de los niños pobres en Estados Unidos son latinos y el clima creado por Arizona va a entorpecer gravemente la incorporación de estos jóvenes a la sociedad política, económica y social norteamericana. Todos salen perdiendo. Todos acaban temiendo.
Dos asuntos más complican el del estatus migratorio. Uno es el de la criminalidad fronteriza. Las armas se venden en Estados Unidos, las batallas se libran en México. Las ha perdido la policía y las está perdiendo el Ejército.
El Estado mexicano se ve cada vez más débil e incierto. A los grandes traficantes sólo los derrotará, a la larga, el proceso de discriminalización o despenalización propuestos por los presidentes César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo. Pero al corto plazo, los criminales sólo serán derrotados por fuerzas más fuertes que ellos. La Sureté francesa, la policía israelí o las brigadas del antiguo Ejército de la Alemania oriental. ¿Por qué no acudir a ellos?
Por otro lado, se está agotando el argumento mexicano a favor del trabajador migratorio. Cada vez más, nos preguntamos, ¿por qué no se quedan en México nuestros trabajadores? ¿Por qué no se les emplea en un gran programa de desarrollo nacional -un Nuevo Trato- para el empleo público en el siglo XXI?
¿Por qué, finalmente, no tiene México un gran plan de desarrollo y va dando tumbos en medio de iniciativas a medias o privadas de iniciativa?
Nuestra gran fuerza de trabajo no debe quedar atrapada entre la desocupación, la migración o el crimen.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.