La fiesta del Gran Poder entra en escena
La Paz, Abi
El Gran Poder, la fiesta pagano religiosa camino a convertirse en una de las mayores expresiones culturales de los Andes bolivianos, se pondrá en escena el sábado en las calles de La Paz, con el desafío de desterrar el consumo de alcohol entre sus miles de devotos y cultores y otros miles más que la secundarán desde los graderíos.
Convertido ya en un atractivo turístico internacional de gran factura, la gran fiesta marcará, además, la despedida del alcalde de La Paz, Juan del Granado, que deja el municipio tras una década de gestión.
A horas de tomarse, literalmente, La Paz, sede del Ejecutivo y Legislativo bolivianos, la fiesta en reverencia a Jesús, Señor del Gran Poder, que mueve varios millones de dólares, se había formado ya con decenas de comerciantes de hasta lo inimaginable que hormigueaban por el trayecto de 4 km entre la parroquia, enclavada en la populosa zona del Gran Poder y el Estadio Hernando Siles.
Una tenida apropiada para formar parte de cualquier grupo de danzarines tiene un valor promedio de entre 500 y 1.000 dólares.
Vendedores de espacios en los graderíos de madera que eran instalados expeditivamente se movían por todos lados en busca de señalar sus eventuales posesiones en las calles del centro paceño.
Lo mismo, expendedores de cerveza, gaseosas, comida la paso, quitasoles, pese al temporal que azota la zona andina, y otros bienes que forman la parafernalia de esta fiesta alentada por grupos de emergente poder económico.
A diferencia de lo que ocurría hace dos décadas, la fiesta convoca a todos los estamentos de la sociedad boliviana y convertirá al centro de La Paz en una pista de baile.
Otros de los desafíos para la organización es evitar que la fiesta, que se extiende más allá de los 15 horas, remate en embriaguez generalizada y las calles convertidas en basurales y urinarios públicos.
Ante una prohibición expresa y hasta conminatorias penales ante una eventual contravención, de utilizar partes de animales, menos aún si se trata de especies en extinción, los encargados de organizar la fiesta (pasantes, en los códigos criollos) mandaron a bordar el manto del 'Tata' del Gran Poder con hilos fabricados en Japón.
Miles de danzarines de media centena de fraternidades bailarán, cantarán y rezarán al Señor del Gran Poder en medio del control de cientos de policías y agentes municipales.
La Fiesta del Gran Poder, como se la conoce popularmente, moverá, además de muchos dólares y bolivianos, miles de metros de tejidos artesanales con motivos andinos, de telas de rayón, algodón y popelina, de textiles multicolores de industria china, paño inglés, sombreros Borsalino y curtidos de vacuno bien lustrados con que se vestirán y enzapatarán hombres y mujeres andinos.
Se trata de varias horas ininterrumpidas de bailes reverenciales lo mismo que sensuales y ancestrales, un espectáculo sin paragón para turistas locales e internacionales, que expirarán el lunes, tras tres días de derroche, música, fantasía y devoción.
Veinte años atrás reducida a unos cuantos manzanos de La Paz y circunscrita a un grupo social específico, la fiesta abrirá sus fuegos con una liturgia dictada por un cura católico.
Desde que el municipio de dio realce institucional, el Gran Poder, considerado el fenómeno cultural urbano más importante del calendario festivo del país, conjuga ahora, en tiempos de apertura bajo la administración del presidente indígena Evo Morales, a todas las clases, grupos étnicos, desde originarios, mestizos, blancoides y caucásicos venidos de allende, en una expresión variopinta y vernacular inimaginable.
Lo último no obsta que los danzarines, la mayor jóvenes en el renglón etáreo de 18 y 30 años, emplacen sus esfuerzos sólo por diversión, hecho que no perjudica a otros que asisten por devoción al Tata Jesús y otros más por "cumplir una promesa", o recibir y esperar que "obre un milagro-
El Gran Poder, la fiesta pagano religiosa camino a convertirse en una de las mayores expresiones culturales de los Andes bolivianos, se pondrá en escena el sábado en las calles de La Paz, con el desafío de desterrar el consumo de alcohol entre sus miles de devotos y cultores y otros miles más que la secundarán desde los graderíos.
Convertido ya en un atractivo turístico internacional de gran factura, la gran fiesta marcará, además, la despedida del alcalde de La Paz, Juan del Granado, que deja el municipio tras una década de gestión.
A horas de tomarse, literalmente, La Paz, sede del Ejecutivo y Legislativo bolivianos, la fiesta en reverencia a Jesús, Señor del Gran Poder, que mueve varios millones de dólares, se había formado ya con decenas de comerciantes de hasta lo inimaginable que hormigueaban por el trayecto de 4 km entre la parroquia, enclavada en la populosa zona del Gran Poder y el Estadio Hernando Siles.
Una tenida apropiada para formar parte de cualquier grupo de danzarines tiene un valor promedio de entre 500 y 1.000 dólares.
Vendedores de espacios en los graderíos de madera que eran instalados expeditivamente se movían por todos lados en busca de señalar sus eventuales posesiones en las calles del centro paceño.
Lo mismo, expendedores de cerveza, gaseosas, comida la paso, quitasoles, pese al temporal que azota la zona andina, y otros bienes que forman la parafernalia de esta fiesta alentada por grupos de emergente poder económico.
A diferencia de lo que ocurría hace dos décadas, la fiesta convoca a todos los estamentos de la sociedad boliviana y convertirá al centro de La Paz en una pista de baile.
Otros de los desafíos para la organización es evitar que la fiesta, que se extiende más allá de los 15 horas, remate en embriaguez generalizada y las calles convertidas en basurales y urinarios públicos.
Ante una prohibición expresa y hasta conminatorias penales ante una eventual contravención, de utilizar partes de animales, menos aún si se trata de especies en extinción, los encargados de organizar la fiesta (pasantes, en los códigos criollos) mandaron a bordar el manto del 'Tata' del Gran Poder con hilos fabricados en Japón.
Miles de danzarines de media centena de fraternidades bailarán, cantarán y rezarán al Señor del Gran Poder en medio del control de cientos de policías y agentes municipales.
La Fiesta del Gran Poder, como se la conoce popularmente, moverá, además de muchos dólares y bolivianos, miles de metros de tejidos artesanales con motivos andinos, de telas de rayón, algodón y popelina, de textiles multicolores de industria china, paño inglés, sombreros Borsalino y curtidos de vacuno bien lustrados con que se vestirán y enzapatarán hombres y mujeres andinos.
Se trata de varias horas ininterrumpidas de bailes reverenciales lo mismo que sensuales y ancestrales, un espectáculo sin paragón para turistas locales e internacionales, que expirarán el lunes, tras tres días de derroche, música, fantasía y devoción.
Veinte años atrás reducida a unos cuantos manzanos de La Paz y circunscrita a un grupo social específico, la fiesta abrirá sus fuegos con una liturgia dictada por un cura católico.
Desde que el municipio de dio realce institucional, el Gran Poder, considerado el fenómeno cultural urbano más importante del calendario festivo del país, conjuga ahora, en tiempos de apertura bajo la administración del presidente indígena Evo Morales, a todas las clases, grupos étnicos, desde originarios, mestizos, blancoides y caucásicos venidos de allende, en una expresión variopinta y vernacular inimaginable.
Lo último no obsta que los danzarines, la mayor jóvenes en el renglón etáreo de 18 y 30 años, emplacen sus esfuerzos sólo por diversión, hecho que no perjudica a otros que asisten por devoción al Tata Jesús y otros más por "cumplir una promesa", o recibir y esperar que "obre un milagro-