Fútbol boliviano: Wilstermann cantó victoria en Oruro
Oruro
Wilstermann trepó a la punta del hexagonal con una excelente victoria sobre San José (2-1) en el estadio Jesús Bermúdez. Los goles del cuadro ganador fueron convertidos por el uruguayo Nicolás Raimondi y el volante Edgar Olivares, logrando revertir la vantaja de vestuario de que disfrutó el local con la tempranera anotación de Christian Díaz a los 2 minutos de juego.
PARTIDO
Wilstermann, que llegó a Oruro con las bajas de sus principales figuras (el golero Vaca estaba suspendido; el defensa Marco Barrera y el enganche Fernando Sanjurjo están lesionados), consiguió sobreponerse a la prematura adversidad que supuso la anotación de Christian Díaz cuando apenas amanecía. Un desborde por la derecha derivó en un centro hacia atrás que no pudo ser bloqueado por la defensa ni interceptado por el golero Barrientos, permitiendo que el goleador empujase cómodamente en balón hacia la red.
Desbaratado el plan de cargar la responsabilidad del trámite sobre el local, Wilstermann tuvo que ganar metros para discutir la posesión del balón, exponiéndose al riesgo de desprotegerse atrás, cediendo espacios. Su buen control de pelota (basado en maniobras asociativas perfectamente mecanizadas) le permitieron equilibrar el control del partido, apoyándose en la buena distribución de Veizaga, el control de Andrada y los despegues de los laterales.
Ante el adelantamiento rival, San José perdió presencia. No ajustó marcas y tampoco pudo gravitar con el balón, porque no encontró un mecanismo adecuado para posibilitar una edificante circulación. Infectado de imprecisión, le fue imposible ofrecer balones limpios a los puntas (Christian y Oscar Díaz), quienes se mostraban desamparados ante la voracidad de la marca que imponían Candia y Ortíz.
Para ganar en profundidad, Wilstermann modificó su esquema: quitó un lateral (Jair Torrico) y agregó un punta (Nelson Sossa), pasando de un conservador 5-4-1 a un 4-4-2 más elástico. Y si bien Sossa no aportó la buscada profundidad, desatascó a los rojos, soltando a Christian Vargas como lateral derecho para disponer de un carril más explosivo.
A los 23 minutos, un complicado centro de Maximiliano Andrada provocó una serie de rebotes que, finalmente, favoreció a Nicolás Raimondi. El uruguayo disparó dentro del área chica ante la estéril mirada de defensas y golero.
Con la igualdad, Wilstermann acentuó su control de pelota. Privilegió la seguridad por sobre los ímpetus aventureros. San José, en cambio, terminó de deshilacharse. Bejarano no conseguía hacerse eje y Guaymas no constituyó aporte alguno, obligando a su reemplazo.
COMPLEMENTO
Durante el primer cuarto de hora de la segunda mitad, Wilstermann conservó su primacía. A más de su atildado manejo de pelota, exhibía una férrea disciplina táctica. Una red de relevos que se hacía impenetrable para el rudimento técnico que ofrecía un San José lento, escasamente conjuncionado y, fundamentalmente, falto de un eje rector, de un hombre con capacidad de desequilibrio y sentido organizativo. Ante ese déficit orgánico, San José apeló a slaloms por la banda izquierda, por donde Puma halló terreno fértil para trepar y enviar balones cruzados que hacían daño a la defensa roja, más allá de su cuidado escalonamiento.
Por ese empuje, San José fue apropiándose del trámite, al usar más y mejor el balón, y encogiendo a Wilstermann. Una pelota cruzada por Puma y cabeceada por Oscar Díaz pegó en la parte externa de la red, desatando un alarido victorioso de aficionados y relatores, engañados todos por un efecto visual. Al rato, un error de Andrada en la salida (tropezó, dejando peligrosamente suelto un balón) posibilitó un contragolpe de San José que terminó con un centro de Puma, devuelto por Oscar Díaz en el segundo palo para la llegada, tardía, de Christian Díaz. El juez, que vio una falta de Candia sobre el atacante, pitó un inexistente penal. Según las imágenes televisivas, Díaz intentó jugar el balón. Al no llegar, se tiró, simulando un empujón que engañó al juez Mancilla. La ejecución, empero, haría justicia. El balón, disparado por el argentino Díaz, pegó en el travesaño.
En cuanto Wilstermann perdió presencia en mitad de campo, Villegas ordenó la salida de Sossa para el ingreso de Olivares. La idea era fortalecer la marca y mejorar la posesión de pelota, que ofrecía contaminantes índices de imprecisión, reflejados en la continuidad de los ataques de San José.
De a poco, Wilstermann dejó de padecer. Y fue en cuanto se reveló capaz de sostener el trámite, de aquietarlo según el ritmo que le conviniese. San José perdió presión y volumen.
A falta de siete minutos (luego de que Machado eligiese disparar a puerta, pese disponer de mejores opciones), Olivares, con un disparo frontal y rasante, anotó el gol del triunfo.
En su desesperación, San José se lanzó a una ofensiva tan feroz como ciega. Mandó una lluvia de pelotazos sobre el área de Barrientos, sin apenas causar daño. Mas, Oscar Diaz tuvo la gran chance de igualar la cuenta. Superó a Ortiz, gambeteó a Barrientos y cuando percutó para disparar al gol, con arco vacío, se tropezó con el balón y lo mandó afuera. Alivio y la punta para los rojos, que hoy viven en las antípodas del calvario que fue 2009.
Wilstermann trepó a la punta del hexagonal con una excelente victoria sobre San José (2-1) en el estadio Jesús Bermúdez. Los goles del cuadro ganador fueron convertidos por el uruguayo Nicolás Raimondi y el volante Edgar Olivares, logrando revertir la vantaja de vestuario de que disfrutó el local con la tempranera anotación de Christian Díaz a los 2 minutos de juego.
PARTIDO
Wilstermann, que llegó a Oruro con las bajas de sus principales figuras (el golero Vaca estaba suspendido; el defensa Marco Barrera y el enganche Fernando Sanjurjo están lesionados), consiguió sobreponerse a la prematura adversidad que supuso la anotación de Christian Díaz cuando apenas amanecía. Un desborde por la derecha derivó en un centro hacia atrás que no pudo ser bloqueado por la defensa ni interceptado por el golero Barrientos, permitiendo que el goleador empujase cómodamente en balón hacia la red.
Desbaratado el plan de cargar la responsabilidad del trámite sobre el local, Wilstermann tuvo que ganar metros para discutir la posesión del balón, exponiéndose al riesgo de desprotegerse atrás, cediendo espacios. Su buen control de pelota (basado en maniobras asociativas perfectamente mecanizadas) le permitieron equilibrar el control del partido, apoyándose en la buena distribución de Veizaga, el control de Andrada y los despegues de los laterales.
Ante el adelantamiento rival, San José perdió presencia. No ajustó marcas y tampoco pudo gravitar con el balón, porque no encontró un mecanismo adecuado para posibilitar una edificante circulación. Infectado de imprecisión, le fue imposible ofrecer balones limpios a los puntas (Christian y Oscar Díaz), quienes se mostraban desamparados ante la voracidad de la marca que imponían Candia y Ortíz.
Para ganar en profundidad, Wilstermann modificó su esquema: quitó un lateral (Jair Torrico) y agregó un punta (Nelson Sossa), pasando de un conservador 5-4-1 a un 4-4-2 más elástico. Y si bien Sossa no aportó la buscada profundidad, desatascó a los rojos, soltando a Christian Vargas como lateral derecho para disponer de un carril más explosivo.
A los 23 minutos, un complicado centro de Maximiliano Andrada provocó una serie de rebotes que, finalmente, favoreció a Nicolás Raimondi. El uruguayo disparó dentro del área chica ante la estéril mirada de defensas y golero.
Con la igualdad, Wilstermann acentuó su control de pelota. Privilegió la seguridad por sobre los ímpetus aventureros. San José, en cambio, terminó de deshilacharse. Bejarano no conseguía hacerse eje y Guaymas no constituyó aporte alguno, obligando a su reemplazo.
COMPLEMENTO
Durante el primer cuarto de hora de la segunda mitad, Wilstermann conservó su primacía. A más de su atildado manejo de pelota, exhibía una férrea disciplina táctica. Una red de relevos que se hacía impenetrable para el rudimento técnico que ofrecía un San José lento, escasamente conjuncionado y, fundamentalmente, falto de un eje rector, de un hombre con capacidad de desequilibrio y sentido organizativo. Ante ese déficit orgánico, San José apeló a slaloms por la banda izquierda, por donde Puma halló terreno fértil para trepar y enviar balones cruzados que hacían daño a la defensa roja, más allá de su cuidado escalonamiento.
Por ese empuje, San José fue apropiándose del trámite, al usar más y mejor el balón, y encogiendo a Wilstermann. Una pelota cruzada por Puma y cabeceada por Oscar Díaz pegó en la parte externa de la red, desatando un alarido victorioso de aficionados y relatores, engañados todos por un efecto visual. Al rato, un error de Andrada en la salida (tropezó, dejando peligrosamente suelto un balón) posibilitó un contragolpe de San José que terminó con un centro de Puma, devuelto por Oscar Díaz en el segundo palo para la llegada, tardía, de Christian Díaz. El juez, que vio una falta de Candia sobre el atacante, pitó un inexistente penal. Según las imágenes televisivas, Díaz intentó jugar el balón. Al no llegar, se tiró, simulando un empujón que engañó al juez Mancilla. La ejecución, empero, haría justicia. El balón, disparado por el argentino Díaz, pegó en el travesaño.
En cuanto Wilstermann perdió presencia en mitad de campo, Villegas ordenó la salida de Sossa para el ingreso de Olivares. La idea era fortalecer la marca y mejorar la posesión de pelota, que ofrecía contaminantes índices de imprecisión, reflejados en la continuidad de los ataques de San José.
De a poco, Wilstermann dejó de padecer. Y fue en cuanto se reveló capaz de sostener el trámite, de aquietarlo según el ritmo que le conviniese. San José perdió presión y volumen.
A falta de siete minutos (luego de que Machado eligiese disparar a puerta, pese disponer de mejores opciones), Olivares, con un disparo frontal y rasante, anotó el gol del triunfo.
En su desesperación, San José se lanzó a una ofensiva tan feroz como ciega. Mandó una lluvia de pelotazos sobre el área de Barrientos, sin apenas causar daño. Mas, Oscar Diaz tuvo la gran chance de igualar la cuenta. Superó a Ortiz, gambeteó a Barrientos y cuando percutó para disparar al gol, con arco vacío, se tropezó con el balón y lo mandó afuera. Alivio y la punta para los rojos, que hoy viven en las antípodas del calvario que fue 2009.