El Teatro Colón, a toda gala
Valeria Perasso BBC Mundo, Argentina
Con espíritu patriótico y flamante en sus detalles, el Teatro Colón de Buenos Aires alzó el telón para la gala del Bicentenario argentino, después de tres años y medio en los que fue sometido a una restauración pormenorizada.
La reinauguración fue a sala colmada, con una audiencia heterogénea de funcionarios, artistas y celebridades de distintos ámbitos, que recorrieron la alfombra roja, entonaron el himno nacional y esperaron el tan ansiado corrimiento del telón.
“Prometimos que íbamos a abrir el 25 de mayo y hoy es 24, o sea que lo logramos un día antes”, se jactó el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, ante el micrófono de BBC Mundo.
El tono de sus afirmaciones no fue casual: las dilaciones, disputas sindicales y problemas de contratos que marcaron los trabajos desde el inicio hicieron pensar a muchos que el mayor coliseo porteño, y uno de los principales del mundo, no estaría listo a tiempo. Contra reloj, en los últimos días se instalaron cortinados, alfombras y ornamentos para mostrar a los invitados, y a los argentinos todos, un Colón impecable.
Afuera, una multitud presenció un espectáculo sobre una de las fachadas del edificio, con proyecciones tridimensionales y artistas en vivo narrando la historia del teatro.
“Primero recuperamos un patrimonio, con el talento de argentinos que trabajaron en esto. Lo que es más importante, recuperamos un símbolo de lo que supimos ser”, festejó Pedro Pablo García Caffi, director general y artístico del Colón, en diálogo con BBC Mundo.
Tarea titánica
El Colón fue símbolo de la grandeza y la opulencia de principios del siglo XX, cuando Argentina estaba en la lista de los diez países más ricos del mundo y su Producto Interno Bruto representaba el 50% del total de América Latina, en lugar del actual 10%.
Fue inaugurado en su emplazamiento actual en 1908, con una puesta de la ópera “Aida”, de Giuseppe Verdi, y desde entonces por sus tablas desfiló la primera plana de la lírica y la danza, desde Enrico Caruso a María Callas, Rudolf Nureyev, Maia Plissetskaya y una lista inabarcable de figuras internacionales.
Hasta noviembre de 2006: el concierto de la cantante popular Mercedes Sosa marcó un cierre de telón prolongado. Tres años y medio sin funciones y un total de siete con refacciones en el edificio, desde los exteriores hasta los tapizados, las luminarias o las cerámicas pompeyanas de los pisos.
Las cifras son apabullantes: 1.500 expertos y artesanos para un edificio de 60.000 m2 con techos de hasta 48 metros de altura, con un costo de casi US$90 millones para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Siguiendo las tendencias en boga, se trató de una “restauración conservativa”, en la que intentaron preservarse las características originales de la arquitectura y el mobiliario, en lugar de “rejuvenecer” el edificio.
Así, se retiraron capas de pintura aplicadas a lo largo de décadas para recuperar los dorados de antaño, se reemplazó el relleno de crines de caballo en las butacas y se sometió a las lámparas nuevas a un proceso de oxidación para que quedaran idénticas a las antiguas.
“La restauración conservativa estuvo acompañada de un proceso de modernización tecnológica, como necesita un teatro en uso. Se incorporaron tecnologías escénicas, de comunicaciones, climatización y, muy importante, de preservación ante incendios”, señaló a BBC Mundo Daniel Chaín, ministro de Desarrollo Urbano del gobierno porteño, responsable del proyecto.
Todo se hizo, según Chaín, cuidando a la “niña mimada”: la acústica, una cualidad indispensable para una sala lírica de primera línea.
La prueba de fuego fue una función para los empleados del teatro, días antes de la inauguración oficial. “Tuvimos mediciones (de acústica) increíbles”, aseguró el ministro.
Gala y disputa
Luego, el telón se levantó con pompa para los 2.700 invitados a la velada del 24 de mayo.
La función tuvo un programa mixto, con extractos del ballet “El lago de los cisnes”, del ruso Tchaikovsky, la ópera “La Bohème", de Giacomo Puccini, y la “Danza de Huemac”, de Pascual de Rogatis.
En la reapertura del teatro no estuvo la presidenta Cristina Fernández.
En palcos y plateas, y a toda gala, se instalaron figuras del mundo del espectáculo, la cultura y la política – entre ellos, el vicepresidente Julio Cobos, el ex mandatario Fernando de la Rúa y el presidente de Uruguay, José Mujica.
Sin embargo, no todo fue luces y aplausos. La fiesta se vio opacada por las rencillas políticas -que han marcado todos los festejos del Bicentenario- entre la presidenta Cristina Fernández y su esposo, el ex mandatario Néstor Kirchner, con distintos sectores de la oposición.
“Si va con su marido, habrá que sentarse al lado, pero no me pone contento", dijo días atrás el alcalde Macri, líder del partido conservador PRO, al invitar a la presidenta a la función de reapertura.
La respuesta no se hizo esperar: "Disfrute usted tranquilo, y sin presencias molestas, la velada", expresó por carta la mandataria.
A la decisión de no asistir se plegaron los gobernadores oficialistas, así como los mandatarios de Chile, Sebastián Piñera, y Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que llegaron al país para los festejos del 25 pero se cuidaron de herir susceptibilidades del matrimonio presidencial.
El martes, en tanto, los ausentes serán otros: desde la Presidencia, se ha informado que ningún ex jefe de Estado, a excepción de Néstor Kirchner, está invitado a la cena de gala, como tampoco el vicepresidente Cobos, enfrentado desde hace más de un año con la jefa del Ejecutivo.
Con espíritu patriótico y flamante en sus detalles, el Teatro Colón de Buenos Aires alzó el telón para la gala del Bicentenario argentino, después de tres años y medio en los que fue sometido a una restauración pormenorizada.
La reinauguración fue a sala colmada, con una audiencia heterogénea de funcionarios, artistas y celebridades de distintos ámbitos, que recorrieron la alfombra roja, entonaron el himno nacional y esperaron el tan ansiado corrimiento del telón.
“Prometimos que íbamos a abrir el 25 de mayo y hoy es 24, o sea que lo logramos un día antes”, se jactó el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, ante el micrófono de BBC Mundo.
El tono de sus afirmaciones no fue casual: las dilaciones, disputas sindicales y problemas de contratos que marcaron los trabajos desde el inicio hicieron pensar a muchos que el mayor coliseo porteño, y uno de los principales del mundo, no estaría listo a tiempo. Contra reloj, en los últimos días se instalaron cortinados, alfombras y ornamentos para mostrar a los invitados, y a los argentinos todos, un Colón impecable.
Afuera, una multitud presenció un espectáculo sobre una de las fachadas del edificio, con proyecciones tridimensionales y artistas en vivo narrando la historia del teatro.
“Primero recuperamos un patrimonio, con el talento de argentinos que trabajaron en esto. Lo que es más importante, recuperamos un símbolo de lo que supimos ser”, festejó Pedro Pablo García Caffi, director general y artístico del Colón, en diálogo con BBC Mundo.
Tarea titánica
El Colón fue símbolo de la grandeza y la opulencia de principios del siglo XX, cuando Argentina estaba en la lista de los diez países más ricos del mundo y su Producto Interno Bruto representaba el 50% del total de América Latina, en lugar del actual 10%.
Fue inaugurado en su emplazamiento actual en 1908, con una puesta de la ópera “Aida”, de Giuseppe Verdi, y desde entonces por sus tablas desfiló la primera plana de la lírica y la danza, desde Enrico Caruso a María Callas, Rudolf Nureyev, Maia Plissetskaya y una lista inabarcable de figuras internacionales.
Hasta noviembre de 2006: el concierto de la cantante popular Mercedes Sosa marcó un cierre de telón prolongado. Tres años y medio sin funciones y un total de siete con refacciones en el edificio, desde los exteriores hasta los tapizados, las luminarias o las cerámicas pompeyanas de los pisos.
Las cifras son apabullantes: 1.500 expertos y artesanos para un edificio de 60.000 m2 con techos de hasta 48 metros de altura, con un costo de casi US$90 millones para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Siguiendo las tendencias en boga, se trató de una “restauración conservativa”, en la que intentaron preservarse las características originales de la arquitectura y el mobiliario, en lugar de “rejuvenecer” el edificio.
Así, se retiraron capas de pintura aplicadas a lo largo de décadas para recuperar los dorados de antaño, se reemplazó el relleno de crines de caballo en las butacas y se sometió a las lámparas nuevas a un proceso de oxidación para que quedaran idénticas a las antiguas.
“La restauración conservativa estuvo acompañada de un proceso de modernización tecnológica, como necesita un teatro en uso. Se incorporaron tecnologías escénicas, de comunicaciones, climatización y, muy importante, de preservación ante incendios”, señaló a BBC Mundo Daniel Chaín, ministro de Desarrollo Urbano del gobierno porteño, responsable del proyecto.
Todo se hizo, según Chaín, cuidando a la “niña mimada”: la acústica, una cualidad indispensable para una sala lírica de primera línea.
La prueba de fuego fue una función para los empleados del teatro, días antes de la inauguración oficial. “Tuvimos mediciones (de acústica) increíbles”, aseguró el ministro.
Gala y disputa
Luego, el telón se levantó con pompa para los 2.700 invitados a la velada del 24 de mayo.
La función tuvo un programa mixto, con extractos del ballet “El lago de los cisnes”, del ruso Tchaikovsky, la ópera “La Bohème", de Giacomo Puccini, y la “Danza de Huemac”, de Pascual de Rogatis.
En la reapertura del teatro no estuvo la presidenta Cristina Fernández.
En palcos y plateas, y a toda gala, se instalaron figuras del mundo del espectáculo, la cultura y la política – entre ellos, el vicepresidente Julio Cobos, el ex mandatario Fernando de la Rúa y el presidente de Uruguay, José Mujica.
Sin embargo, no todo fue luces y aplausos. La fiesta se vio opacada por las rencillas políticas -que han marcado todos los festejos del Bicentenario- entre la presidenta Cristina Fernández y su esposo, el ex mandatario Néstor Kirchner, con distintos sectores de la oposición.
“Si va con su marido, habrá que sentarse al lado, pero no me pone contento", dijo días atrás el alcalde Macri, líder del partido conservador PRO, al invitar a la presidenta a la función de reapertura.
La respuesta no se hizo esperar: "Disfrute usted tranquilo, y sin presencias molestas, la velada", expresó por carta la mandataria.
A la decisión de no asistir se plegaron los gobernadores oficialistas, así como los mandatarios de Chile, Sebastián Piñera, y Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que llegaron al país para los festejos del 25 pero se cuidaron de herir susceptibilidades del matrimonio presidencial.
El martes, en tanto, los ausentes serán otros: desde la Presidencia, se ha informado que ningún ex jefe de Estado, a excepción de Néstor Kirchner, está invitado a la cena de gala, como tampoco el vicepresidente Cobos, enfrentado desde hace más de un año con la jefa del Ejecutivo.