Disparen sobre los blogs
Ezequiel
Meler Rebelión
En las últimas semanas, la palabra “blog” ha circulado de la mano de tremendas acusaciones, levantadas por un conocido matutino porteño y por un ascendiente dirigente político, quienes, en distintos tonos, afirmaron de manera temeraria y sin ofrecer prueba a cambio, que existía una asociación de naturaleza económica entre los blogs políticos oficialistas y el Jefe de Gabinete.
No por reiterada la acusación aparece como menos grave: nuevamente, asistimos a un intento de devaluar la política, aquella que importa, a un asunto económico. Parece que tenemos vedado el acuerdo positivo y activo con el gobierno -en todo o en parte- por alguna clase de sentido común imperante que no concibe que, pese a todo, exista un oficialismo.
Desde siempre, el recurso al “vil metal” ha sido un medio de descalificar al adversario. Lo novedoso del caso argentino, en este caso, reside en la supuesta vulneración que la acción blogueril supondría respecto de la libertad de expresión como valor supremo a la vez que monopólico de las corporaciones multimedios.
Otro aspecto que se omite con frecuencia en el debate vernáculo estriba en la naturaleza internacional del fenómeno 2.0. Decisivos en las elecciones presidenciales de Corea 2002, de connotada participación en la carrera presidencial que coronó a Barack Obama al frente de los Estados Unidos en 2009, los blogs son parte de un fenómeno mundial que, hace ya tiempo, viene desafiando los canales establecidos de comunicación y las estructuras tradicionales de participación.
Y no es para menos. Porque, como dijo un célebre escritor, cualquier pelotudo puede tener uno. Esa es la magia de los blogs: en algún lugar y por alguna razón no conocida, hay alguien escribiendo, que sabe poner en palabras eso que vas pensando, a medida que lo pensás, sin intereses corporativos y en un lenguaje completamente llano y corriente.
Es curioso que quienes han visto en los blogs un elemento de amenaza no hayan podido explicar por qué razón la mayoría de los sitios más buscados, cuya información muchas veces es “levantada” luego por la prensa escrita tradicional, son administrados por personas que, en mayor o en menor medida, simpatizan con este gobierno.
No es motivo de este texto indagar por la razón inherente al fenómeno 2.0. en su vertiente oficialista. Es, sin embargo, tarea de todo lector que se precie preguntarse en manos de quién considera que estará más segura su libertad de expresión y su derecho a la libre información: si en las privilegiadas manos de un puñado de corporaciones globales altamente concentradas y diversificadas, o en manos de cualquiera que cuente con la capacidad de colgar un post cada tanto. Porque, a no confundirse, esa es la discusión de fondo.
Meler Rebelión
En las últimas semanas, la palabra “blog” ha circulado de la mano de tremendas acusaciones, levantadas por un conocido matutino porteño y por un ascendiente dirigente político, quienes, en distintos tonos, afirmaron de manera temeraria y sin ofrecer prueba a cambio, que existía una asociación de naturaleza económica entre los blogs políticos oficialistas y el Jefe de Gabinete.
No por reiterada la acusación aparece como menos grave: nuevamente, asistimos a un intento de devaluar la política, aquella que importa, a un asunto económico. Parece que tenemos vedado el acuerdo positivo y activo con el gobierno -en todo o en parte- por alguna clase de sentido común imperante que no concibe que, pese a todo, exista un oficialismo.
Desde siempre, el recurso al “vil metal” ha sido un medio de descalificar al adversario. Lo novedoso del caso argentino, en este caso, reside en la supuesta vulneración que la acción blogueril supondría respecto de la libertad de expresión como valor supremo a la vez que monopólico de las corporaciones multimedios.
Otro aspecto que se omite con frecuencia en el debate vernáculo estriba en la naturaleza internacional del fenómeno 2.0. Decisivos en las elecciones presidenciales de Corea 2002, de connotada participación en la carrera presidencial que coronó a Barack Obama al frente de los Estados Unidos en 2009, los blogs son parte de un fenómeno mundial que, hace ya tiempo, viene desafiando los canales establecidos de comunicación y las estructuras tradicionales de participación.
Y no es para menos. Porque, como dijo un célebre escritor, cualquier pelotudo puede tener uno. Esa es la magia de los blogs: en algún lugar y por alguna razón no conocida, hay alguien escribiendo, que sabe poner en palabras eso que vas pensando, a medida que lo pensás, sin intereses corporativos y en un lenguaje completamente llano y corriente.
Es curioso que quienes han visto en los blogs un elemento de amenaza no hayan podido explicar por qué razón la mayoría de los sitios más buscados, cuya información muchas veces es “levantada” luego por la prensa escrita tradicional, son administrados por personas que, en mayor o en menor medida, simpatizan con este gobierno.
No es motivo de este texto indagar por la razón inherente al fenómeno 2.0. en su vertiente oficialista. Es, sin embargo, tarea de todo lector que se precie preguntarse en manos de quién considera que estará más segura su libertad de expresión y su derecho a la libre información: si en las privilegiadas manos de un puñado de corporaciones globales altamente concentradas y diversificadas, o en manos de cualquiera que cuente con la capacidad de colgar un post cada tanto. Porque, a no confundirse, esa es la discusión de fondo.