Cuando la limosna es grande
Por Gustavo Veiga
El affaire con la firma Dalport, la empresa que embaucó a la AFA con el manoseado partido amistoso cuya suspensión provocó la ira de Diego Maradona y la posterior pelea y reconciliación con Julio Grondona. La plata que nunca apareció.
Diego Maradona y Julio Grondona no tuvieron en cuenta el viejo refrán: cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Esa es la lección que les deja el affaire Dalport, la empresa, corporación, inversora o sello de goma virtual que embaucó a la AFA con un amistoso en Dubai por el que presuntamente iba a pagarle 2 millones de dólares, incluidos los gastos.
El 7 de abril, su presidente Víctor Vicente Bravo, un argentino residente en España, firmó el contrato con Guillermo Tofoni –el agente FIFA que mandataron los dirigentes para hacerse cargo de la operación– en el que se comprometía a desembolsar aquella suma. Nunca depositó el adelanto convenido y su insolvencia quedó en evidencia. Cuando había intentado comprar el paquete mayoritario del club Valencia en julio del 2009 le había pasado algo similar.
Quiso quedárselo entregando bonos basura de Ford Motor Company, pero el Banco Santander no aceptó canjearlos y la operación se cayó. Con esos antecedentes, la excursión premundialista al emirato árabe podría haber salido mucho peor. Un vuelo directo a Pretoria parece ahora la mejor opción.
Los cuarenta invitados que el técnico le enrostró al presidente de la AFA por haberlos incluido en el avión a Dubai tienen que cambiar los pasajes. Aunque ya no corren riesgos de quedar varados en ese exótico país. Maradona quizá perdió 500 mil dólares de una presunta comisión por alentar esa aventura, pero bajó el tono después de que Humberto Grondona le saliera al cruce para defender a su padre. El conventillo del fútbol, otra vez, ganaba la calle y los medios con rapidez.
Esta historia comenzó en España, cuando Bravo contactó al entrenador de la Selección. Su objetivo era organizar un amistoso en Dubai. En abril viajó a Buenos Aires, se reunió con Tofoni y el miércoles 7 de ese mes firmaron el contrato luego de un par de encuentros previos. Uno se hizo en la compañía Santa Mónica, que controla los derechos comerciales de la AFA, y el restante en una escribanía. El anticipo convenido del 50 por ciento (sobre unos 2 millones de dólares) nunca llegó. Al menos hasta ayer. Por eso, la AFA dio por cancelado el compromiso y Diego se encrespó. “No es serio que a tan pocos días se caiga el partido”, apuntó. Grondona (h.) se involucró porque le tocaron al viejo –dijo: “Si lo atacás a mi papá te piso”– y fue así que Inversiones Dalport apareció mencionada por primera vez en este entuerto.
Su sede oficial queda en la calle Carlos Quijano 1339, apartamento 702, de Montevideo. El diario español ABC publicó un artículo el 17 de julio de 2009 en el que contaba que la DGI de Uruguay le confirmó la existencia de la SA, aunque también que no estaba al día en sus obligaciones tributarias. O que no había obtenido el certificado de vigencia anual, lo que al otro lado del Río de la Plata puede considerarse una falta grave.
Inversiones Dalport tiene una página web tan sobria y oscura como raleada de contenidos. Por la envergadura de los contactos internacionales y montos de operaciones que presume hacer, su inversión en imagen es muy escasa. Marcelo Bolado, un especialista en comercio electrónico consultado por Página/12 que analizó su posicionamiento en la web, comentó: “Su página está íntegramente hecha en Flash y salió como máximo 795 o 1295 euros, que es el precio en Europa. Una pyme de allá no invierte menos de 2000 euros. Cuentan que tienen inversiones en China y no pusieron nada. No tienen módulo de noticias, como los que utilizan las grandes empresas para mostrar sus últimas actividades”.
El logotipo que identifica a la compañía es un águila con las alas desplegadas que aparece en una página de Internet “de dibujos para colorear, dedicada a niños”, como publicó el diario deportivo Marca. Fundada en 2001, Dalport menciona en su sitio virtual que “se encuentra en la última etapa de compra de una aerolínea en Sudamérica con el fin de fortalecer a Dalport Internacional en el sector de vuelos domésticos de la región y cargas aéreas”. Es risueño el autorretrato lobbista con el que se define: “Nuestro Grupo, al poseer importantes recursos y soluciones financieras en gran parte del mundo y en su máximo nivel, nos permite tener los accesos políticos necesarios y a su más elevada jerarquía (presidencial o real) dependiendo específicamente de las necesidades y urgencias que surjan en cada operación. Citamos como ejemplo, la financiación de varias empresas radicadas en Dubay (sic), Qatar, Kuwait y Arabia Saudita”.
En sus proyectos citan la asistencia financiera “a futuros gobiernos” en Guinea-Bissau, “una serie de acuerdos con el gobierno de Argelia y la oficina de contratación pública (OPGI) para la construcción de más de 10 mil viviendas, así como obras civiles como puentes, cárceles, un estadio de fútbol, presas (pantanos) y más de 200 kilómetros de autovía... y en China ...la participación en la construcción de un polo turístico en la ciudad de Tianjin”.
Además de la sede que tiene en Montevideo, Dalport declara una dirección en España que corresponde a una gran propiedad ubicada en la localidad de Boadilla del Monte, al oeste de Madrid. Parece una casa de fin de semana rodeada de ligustrinas y que se levanta en la calle del Geranio. Hasta allí llegó un canal de televisión cuando se definía la compra del paquete mayoritario del club Valencia, que es una sociedad anónima deportiva. Nadie atendió al equipo periodístico y en el video, que todavía puede verse en Internet, se escucha a una voz en off decir: “Allí oficinas no hemos visto, la sede es un chalet de lujo”.
Curiosamente, en Boadilla del Monte el Banco Santander levantó en 2004 su ciudad integrada. Son 160 hectáreas que contienen nueve edificios con oficinas para el personal, un centro de formación profesional, guardería y otros servicios para los empleados. Cuando Bravo pretendió conseguir los avales para adquirir el Valencia y prometía 500 millones de euros en inversiones para el club, fue aquella institución bancaria la que le hizo ole!!!!.
A fines de 2009, una nota publicada por El Mercantil Valenciano daba pistas sobre lo que pasó. La comunidad había recibido ese año 447,2 millones de euros en inversiones extranjeras, un 63 por ciento más que en 2008. Pero esa cifra incluía “una transferencia de 200 millones procedentes de Argentina para actividades deportivas, recreativas y de entretenimiento a lo largo del tercer trimestre de 2009”. La cantidad de dinero se correspondía con lo que Dalport iba a invertir en el club Valencia. Pero los bonos basura de Ford nunca se canjearon por la negativa del Santander. El dato de que el dinero provenía de nuestro país sugiere una maniobra extraña y, a la vez, turbia.
En ese momento, la página web de la SA desapareció de Internet súbitamente, aunque antes de hacerlo se llegaron a observar los bonos de Ford Motor Company con que se pretendía avalar la liquidez de la empresa. Una ostentación de falsa solvencia. Quien firmaba esos papeles era Robert Phillip Moore Junior, un estadounidense condenado a 30 meses de prisión en 2006 por falsificar bonos de la automotriz que tiene sede central en Detroit. La información la suministraba el servicio de Crímenes de Comercio de la Cámara Internacional de Comercio. Cabe preguntarse: ¿Dalport le hubiera pagado con bonos adulterados a la AFA y al propio Maradona por un polémico amistoso en Dubai? La respuesta nunca se sabrá. A no ser que el escurridizo Víctor Vicente Bravo se atreva a explicarlo.
El affaire con la firma Dalport, la empresa que embaucó a la AFA con el manoseado partido amistoso cuya suspensión provocó la ira de Diego Maradona y la posterior pelea y reconciliación con Julio Grondona. La plata que nunca apareció.
Diego Maradona y Julio Grondona no tuvieron en cuenta el viejo refrán: cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Esa es la lección que les deja el affaire Dalport, la empresa, corporación, inversora o sello de goma virtual que embaucó a la AFA con un amistoso en Dubai por el que presuntamente iba a pagarle 2 millones de dólares, incluidos los gastos.
El 7 de abril, su presidente Víctor Vicente Bravo, un argentino residente en España, firmó el contrato con Guillermo Tofoni –el agente FIFA que mandataron los dirigentes para hacerse cargo de la operación– en el que se comprometía a desembolsar aquella suma. Nunca depositó el adelanto convenido y su insolvencia quedó en evidencia. Cuando había intentado comprar el paquete mayoritario del club Valencia en julio del 2009 le había pasado algo similar.
Quiso quedárselo entregando bonos basura de Ford Motor Company, pero el Banco Santander no aceptó canjearlos y la operación se cayó. Con esos antecedentes, la excursión premundialista al emirato árabe podría haber salido mucho peor. Un vuelo directo a Pretoria parece ahora la mejor opción.
Los cuarenta invitados que el técnico le enrostró al presidente de la AFA por haberlos incluido en el avión a Dubai tienen que cambiar los pasajes. Aunque ya no corren riesgos de quedar varados en ese exótico país. Maradona quizá perdió 500 mil dólares de una presunta comisión por alentar esa aventura, pero bajó el tono después de que Humberto Grondona le saliera al cruce para defender a su padre. El conventillo del fútbol, otra vez, ganaba la calle y los medios con rapidez.
Esta historia comenzó en España, cuando Bravo contactó al entrenador de la Selección. Su objetivo era organizar un amistoso en Dubai. En abril viajó a Buenos Aires, se reunió con Tofoni y el miércoles 7 de ese mes firmaron el contrato luego de un par de encuentros previos. Uno se hizo en la compañía Santa Mónica, que controla los derechos comerciales de la AFA, y el restante en una escribanía. El anticipo convenido del 50 por ciento (sobre unos 2 millones de dólares) nunca llegó. Al menos hasta ayer. Por eso, la AFA dio por cancelado el compromiso y Diego se encrespó. “No es serio que a tan pocos días se caiga el partido”, apuntó. Grondona (h.) se involucró porque le tocaron al viejo –dijo: “Si lo atacás a mi papá te piso”– y fue así que Inversiones Dalport apareció mencionada por primera vez en este entuerto.
Su sede oficial queda en la calle Carlos Quijano 1339, apartamento 702, de Montevideo. El diario español ABC publicó un artículo el 17 de julio de 2009 en el que contaba que la DGI de Uruguay le confirmó la existencia de la SA, aunque también que no estaba al día en sus obligaciones tributarias. O que no había obtenido el certificado de vigencia anual, lo que al otro lado del Río de la Plata puede considerarse una falta grave.
Inversiones Dalport tiene una página web tan sobria y oscura como raleada de contenidos. Por la envergadura de los contactos internacionales y montos de operaciones que presume hacer, su inversión en imagen es muy escasa. Marcelo Bolado, un especialista en comercio electrónico consultado por Página/12 que analizó su posicionamiento en la web, comentó: “Su página está íntegramente hecha en Flash y salió como máximo 795 o 1295 euros, que es el precio en Europa. Una pyme de allá no invierte menos de 2000 euros. Cuentan que tienen inversiones en China y no pusieron nada. No tienen módulo de noticias, como los que utilizan las grandes empresas para mostrar sus últimas actividades”.
El logotipo que identifica a la compañía es un águila con las alas desplegadas que aparece en una página de Internet “de dibujos para colorear, dedicada a niños”, como publicó el diario deportivo Marca. Fundada en 2001, Dalport menciona en su sitio virtual que “se encuentra en la última etapa de compra de una aerolínea en Sudamérica con el fin de fortalecer a Dalport Internacional en el sector de vuelos domésticos de la región y cargas aéreas”. Es risueño el autorretrato lobbista con el que se define: “Nuestro Grupo, al poseer importantes recursos y soluciones financieras en gran parte del mundo y en su máximo nivel, nos permite tener los accesos políticos necesarios y a su más elevada jerarquía (presidencial o real) dependiendo específicamente de las necesidades y urgencias que surjan en cada operación. Citamos como ejemplo, la financiación de varias empresas radicadas en Dubay (sic), Qatar, Kuwait y Arabia Saudita”.
En sus proyectos citan la asistencia financiera “a futuros gobiernos” en Guinea-Bissau, “una serie de acuerdos con el gobierno de Argelia y la oficina de contratación pública (OPGI) para la construcción de más de 10 mil viviendas, así como obras civiles como puentes, cárceles, un estadio de fútbol, presas (pantanos) y más de 200 kilómetros de autovía... y en China ...la participación en la construcción de un polo turístico en la ciudad de Tianjin”.
Además de la sede que tiene en Montevideo, Dalport declara una dirección en España que corresponde a una gran propiedad ubicada en la localidad de Boadilla del Monte, al oeste de Madrid. Parece una casa de fin de semana rodeada de ligustrinas y que se levanta en la calle del Geranio. Hasta allí llegó un canal de televisión cuando se definía la compra del paquete mayoritario del club Valencia, que es una sociedad anónima deportiva. Nadie atendió al equipo periodístico y en el video, que todavía puede verse en Internet, se escucha a una voz en off decir: “Allí oficinas no hemos visto, la sede es un chalet de lujo”.
Curiosamente, en Boadilla del Monte el Banco Santander levantó en 2004 su ciudad integrada. Son 160 hectáreas que contienen nueve edificios con oficinas para el personal, un centro de formación profesional, guardería y otros servicios para los empleados. Cuando Bravo pretendió conseguir los avales para adquirir el Valencia y prometía 500 millones de euros en inversiones para el club, fue aquella institución bancaria la que le hizo ole!!!!.
A fines de 2009, una nota publicada por El Mercantil Valenciano daba pistas sobre lo que pasó. La comunidad había recibido ese año 447,2 millones de euros en inversiones extranjeras, un 63 por ciento más que en 2008. Pero esa cifra incluía “una transferencia de 200 millones procedentes de Argentina para actividades deportivas, recreativas y de entretenimiento a lo largo del tercer trimestre de 2009”. La cantidad de dinero se correspondía con lo que Dalport iba a invertir en el club Valencia. Pero los bonos basura de Ford nunca se canjearon por la negativa del Santander. El dato de que el dinero provenía de nuestro país sugiere una maniobra extraña y, a la vez, turbia.
En ese momento, la página web de la SA desapareció de Internet súbitamente, aunque antes de hacerlo se llegaron a observar los bonos de Ford Motor Company con que se pretendía avalar la liquidez de la empresa. Una ostentación de falsa solvencia. Quien firmaba esos papeles era Robert Phillip Moore Junior, un estadounidense condenado a 30 meses de prisión en 2006 por falsificar bonos de la automotriz que tiene sede central en Detroit. La información la suministraba el servicio de Crímenes de Comercio de la Cámara Internacional de Comercio. Cabe preguntarse: ¿Dalport le hubiera pagado con bonos adulterados a la AFA y al propio Maradona por un polémico amistoso en Dubai? La respuesta nunca se sabrá. A no ser que el escurridizo Víctor Vicente Bravo se atreva a explicarlo.