Argentinos, campeón después de 25 años
Buenos Aires, Agencias
Veinticinco años después de haber alcanzado la gloria en el país y el mundo a la que un joven Claudio Borghi aportó con sus goles, rabonas y corridas, Argentinos volvió hoy a explotar en un festejo, esta vez guiado por el hombre que otrora hizo maravillas en una cancha, ahora más pesado y más sereno, aportando sus conocimientos a una de las mejores estrategias puestas en cancha en el torneo Clausura.
Borghi, contrariamente a otras posturas, no tuvo un equipo de memoria, cambió cuando tuvo que hacerlo, antes y durante un partido. El estratega que no se vio en el poco tiempo que estuvo al frente de Independiente, afloró de la mejor forma en el equipo que lo lanzó al ruedo del fútbol casi tres décadas atrás.
Salvo Néstor Ortigoza y Juan Mercier fueron inamovibles y respondieron para ello. Ismael Sosa se fue consolidando, el veterano José Luis Calderón ganó un nuevo torneo gracias a Borghi, que lo sedujo para continuar con casi 40 abriles a cuestas.
Manejó sin dramatismos a un plantel los momentos culminantes, quitó presión a sus jugadores que le respondieron con fútbol y respeto. No hubo quejas por dejar la titularidad. ¿Acaso Nicolás Pavlovich, autor de dos goles en el milagroso partido ante Independiente puso algún pero ante la consabida vuelta de Sosa al once de salida?
Sabe de esto Borghi, natural de cuna austera y que pese a los títulos, incluido el campeonato Mundial de México 86, Copa América, torneos vernáculos, no guarda material alguno. Los regaló todos: camiseta, medallas, a quienes alguna vez le dieron una mano.
"Si tuviese que devolverle a todos los que me ayudaron, yo estaría desnudo", reveló alguna vez este hombre que hizo nuevas raices en Chile, también gracias al fútbol. Es distinto el Borghi jugador al Borghi entrenador. Como distinto es este Argentinos, más estratégico en defensa y en ataque, que aquel de puro toque y ataque de 1984 y 85, sobre todo el último. Borghi poniendo el lujo y el gol, Ereros y Castro sus corridas en desborde y diagonal, la distribución de Batista, el toque perfecto del "Panza" Videla y con una defensa de buen pie, gobernada por Jorge Olguín. Ese equipo con Vidallé en el arco, que solo sucumbió en los penales ante el gran Juventus del enorme Michel Platini y Michael Laudrup, pero nadie olvida el fútbol que regalaron en la lejana Tokio.
Ese equipo de José Yudica era un equipo de memoria. Este de Borghi nada tiene que ver con aquel. En un plantel corto, varios alternaron la titularidad, pero el gran mérito del técnico fue saber qué hacer sobre la marcha. El glorioso día del 4-3 sobre Independiente lo dejó en claro. Si hay que cambiar de 4 a 3 en el fondo, se hace, si hay que tirar a los laterales hacia delante, se hace, que Mercier u Ortigoza se sumen como zagueros, también, formar a Gustavo Oberman como volante y armador fue mérito del Bichi.
Eso sí, en los alrededores, en las tribunas y hoy en las calles de La Paternal, el fervor revivió como en aquellos tiempos. Los más chicos, lo sintieron por primera vez en la piel.
Veinticinco años después de haber alcanzado la gloria en el país y el mundo a la que un joven Claudio Borghi aportó con sus goles, rabonas y corridas, Argentinos volvió hoy a explotar en un festejo, esta vez guiado por el hombre que otrora hizo maravillas en una cancha, ahora más pesado y más sereno, aportando sus conocimientos a una de las mejores estrategias puestas en cancha en el torneo Clausura.
Borghi, contrariamente a otras posturas, no tuvo un equipo de memoria, cambió cuando tuvo que hacerlo, antes y durante un partido. El estratega que no se vio en el poco tiempo que estuvo al frente de Independiente, afloró de la mejor forma en el equipo que lo lanzó al ruedo del fútbol casi tres décadas atrás.
Salvo Néstor Ortigoza y Juan Mercier fueron inamovibles y respondieron para ello. Ismael Sosa se fue consolidando, el veterano José Luis Calderón ganó un nuevo torneo gracias a Borghi, que lo sedujo para continuar con casi 40 abriles a cuestas.
Manejó sin dramatismos a un plantel los momentos culminantes, quitó presión a sus jugadores que le respondieron con fútbol y respeto. No hubo quejas por dejar la titularidad. ¿Acaso Nicolás Pavlovich, autor de dos goles en el milagroso partido ante Independiente puso algún pero ante la consabida vuelta de Sosa al once de salida?
Sabe de esto Borghi, natural de cuna austera y que pese a los títulos, incluido el campeonato Mundial de México 86, Copa América, torneos vernáculos, no guarda material alguno. Los regaló todos: camiseta, medallas, a quienes alguna vez le dieron una mano.
"Si tuviese que devolverle a todos los que me ayudaron, yo estaría desnudo", reveló alguna vez este hombre que hizo nuevas raices en Chile, también gracias al fútbol. Es distinto el Borghi jugador al Borghi entrenador. Como distinto es este Argentinos, más estratégico en defensa y en ataque, que aquel de puro toque y ataque de 1984 y 85, sobre todo el último. Borghi poniendo el lujo y el gol, Ereros y Castro sus corridas en desborde y diagonal, la distribución de Batista, el toque perfecto del "Panza" Videla y con una defensa de buen pie, gobernada por Jorge Olguín. Ese equipo con Vidallé en el arco, que solo sucumbió en los penales ante el gran Juventus del enorme Michel Platini y Michael Laudrup, pero nadie olvida el fútbol que regalaron en la lejana Tokio.
Ese equipo de José Yudica era un equipo de memoria. Este de Borghi nada tiene que ver con aquel. En un plantel corto, varios alternaron la titularidad, pero el gran mérito del técnico fue saber qué hacer sobre la marcha. El glorioso día del 4-3 sobre Independiente lo dejó en claro. Si hay que cambiar de 4 a 3 en el fondo, se hace, si hay que tirar a los laterales hacia delante, se hace, que Mercier u Ortigoza se sumen como zagueros, también, formar a Gustavo Oberman como volante y armador fue mérito del Bichi.
Eso sí, en los alrededores, en las tribunas y hoy en las calles de La Paternal, el fervor revivió como en aquellos tiempos. Los más chicos, lo sintieron por primera vez en la piel.