Argentina cumple 200 años en un clima crispado
Soledad Gallego Diaz, El País
Una formidable participación popular y un enrarecido clima político marcan los festejos del Bicentenario de la República Argentina, que tendrán mañana su cierre y su momento estelar con el esperado discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y con un monumental desfile callejero que ha organizado Diqui James y su grupo Fuerza Bruta (en la línea de la Fura dels Baus).
El enfrentamiento político ha hecho que el vicepresidente de la nación, Julio Cobos, no haya sido invitado a la cena de gala en la Casa Rosada, prevista para mañana, junto con todos los mandatarios latinoamericanos que acudirán a la cita; que la presidenta se niegue a asistir hoy al lado del intendente de Buenos Aires, Mauricio Macri, a la reapertura del teatro Colón (donde sí estará Cobos) o que el Tedeum oficial, con asistencia de personalidades extranjeras, se celebre en la basílica de Luján, en paralelo al que tendrá lugar en la catedral de Buenos Aires y en el que se espera que el cardenal Jorge Mario Beroglio mantenga su habitual línea crítica con el Gobierno.
Sorprendente resultó también la ausencia de la presidenta en el desfile militar que recorrió el sábado la gran avenida 9 de Julio, la segunda ocasión desde el fin de la dictadura militar en el que las Fuerzas Armadas salían a la calle. La parada, con más de 5.000 efectivos, fue presidida por el jefe del Gabinete (que cumple funciones similares a un primer ministro), Aníbal Fernández. Portavoces de la Casa Rosada aseguraron que Cristina Fernández nunca había tenido intención de asistir al acto castrense, sin más explicaciones, mientras que otras fuentes intentaban suavizar su ausencia sugiriendo un "exceso de fatiga".
En este clima, dos encuestas publicadas ayer resaltan la desconfianza de los argentinos hacia su clase política. Un gran sondeo encargado por Clarín a la respetada consultora Graciela Römer muestra que "los argentinos piensan, en su gran mayoría, que el país carece de instituciones confiables, que su población adolece de un marcado individualismo y de verdadero sentido de comunidad nacional". El sondeo publicado por La Nación pregunta a los encuestados "qué falta principalmente en la Argentina", y el 53% opina que "políticos" y "líderes sociales". Los argentinos se definen mayoritariamente a sí mismos como chantas (una expresión que lo mismo define al simpático timador que al caradura), pero también como un pueblo muy solidario.
En general, y según la encuesta de Römer, se ha acentuado el compromiso con la democracia, que parece el mejor régimen posible al 90% de los ciudadanos, lo que supone un incremento considerable respecto a 2002, cuando, golpeados por una crisis económica brutal, el apoyo rondaba el 78% de los encuestados.
Según el sondeo de La Nación (realizado por la Universidad 3 de Febrero), el 82% de los argentinos se siente orgulloso de serlo, aunque casi el 76% asegura que los ciudadanos no cumplen ni con sus derechos ni con sus obligaciones. "Una característica es el irrespeto por la ley", mantiene también Graciela Römer.
Muchos argentinos contraponen su imagen del Primer Centenario, en 1910, en el que supuestamente Argentina se sentía llena de optimismo y confianza, con la del Bicentenario, en la que la mayoría se siente mucho menos confiada. "En el primer centenario, Argentina ocupaba el octavo lugar entre los países del mundo. Cien años después, estamos disputando el lugar 57", recuerda Ricardo Kirschbaum, director de Clarín.
"Esa es también una imagen deformada", mantiene el profesor Mario Rapoport, de la Universidad de Buenos Aires, "porque en 2010 estamos mejor que en 1910. Entonces había muchos sectores sociales excluidos y una pésima distribución de ingresos. Ahora se ha culminado un proceso de integración muy positivo". "El modelo de 1910, una sociedad exclusivamente agroexportadora, servía para una población de 10 millones de habitantes. Con 40 millones, hacen falta otros factores de desarrollo. Ahora estamos mucho mejor ubicados", asegura Rapoport. "Nuestra autoflagelación tiene mucho que ver con lo que pasó en la dictadura, con el trauma experimentado por toda la sociedad, y con la absurda creencia de que la civilización y todo lo bueno viene de Europa y no de esta parte del mundo".
Al margen de encuestas y de sondeos, la mayoría de los argentinos, o al menos las clases populares (la clase alta y media profesional parece haber aprovechado para huir de la capital, para enfado de sus conciudadanos), han decidido participar festivamente en la celebración del Bicentenario de la República. Centenares de miles de personas (algunas llegadas de provincias en autocares expresamente fletados para la ocasión) abarrotan estos días el paseo de la Independencia, montado a lo largo de la avenida 9 de Julio, donde se suceden los desfiles y conciertos.
Ayer domingo le tocó el turno a las comunidades inmigrantes y a las delegaciones extranjeras. Más de 3.500 personas, en su mayoría descendientes de españoles, italianos, alemanes, árabes, coreanos y japoneses, tomaron el paseo con sus bandas y banderas, en homenaje al país que acogió a finales del XIX y principios del XX a una enorme población inmigrante. José Antonio Nespral, del Centro Asturiano, recordó que en los años veinte en Argentina llegó a haber más de 800.000 españoles, sobre una población de 20 millones de habitantes. "El Centro Asturiano llegó a tener más de 20.000 socios cotizantes. Le estamos muy agradecidos a este país porque nos acogió como ciudadanos propios y nos permitió prosperar, cuando en España era imposible", afirmó.
Una formidable participación popular y un enrarecido clima político marcan los festejos del Bicentenario de la República Argentina, que tendrán mañana su cierre y su momento estelar con el esperado discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y con un monumental desfile callejero que ha organizado Diqui James y su grupo Fuerza Bruta (en la línea de la Fura dels Baus).
El enfrentamiento político ha hecho que el vicepresidente de la nación, Julio Cobos, no haya sido invitado a la cena de gala en la Casa Rosada, prevista para mañana, junto con todos los mandatarios latinoamericanos que acudirán a la cita; que la presidenta se niegue a asistir hoy al lado del intendente de Buenos Aires, Mauricio Macri, a la reapertura del teatro Colón (donde sí estará Cobos) o que el Tedeum oficial, con asistencia de personalidades extranjeras, se celebre en la basílica de Luján, en paralelo al que tendrá lugar en la catedral de Buenos Aires y en el que se espera que el cardenal Jorge Mario Beroglio mantenga su habitual línea crítica con el Gobierno.
Sorprendente resultó también la ausencia de la presidenta en el desfile militar que recorrió el sábado la gran avenida 9 de Julio, la segunda ocasión desde el fin de la dictadura militar en el que las Fuerzas Armadas salían a la calle. La parada, con más de 5.000 efectivos, fue presidida por el jefe del Gabinete (que cumple funciones similares a un primer ministro), Aníbal Fernández. Portavoces de la Casa Rosada aseguraron que Cristina Fernández nunca había tenido intención de asistir al acto castrense, sin más explicaciones, mientras que otras fuentes intentaban suavizar su ausencia sugiriendo un "exceso de fatiga".
En este clima, dos encuestas publicadas ayer resaltan la desconfianza de los argentinos hacia su clase política. Un gran sondeo encargado por Clarín a la respetada consultora Graciela Römer muestra que "los argentinos piensan, en su gran mayoría, que el país carece de instituciones confiables, que su población adolece de un marcado individualismo y de verdadero sentido de comunidad nacional". El sondeo publicado por La Nación pregunta a los encuestados "qué falta principalmente en la Argentina", y el 53% opina que "políticos" y "líderes sociales". Los argentinos se definen mayoritariamente a sí mismos como chantas (una expresión que lo mismo define al simpático timador que al caradura), pero también como un pueblo muy solidario.
En general, y según la encuesta de Römer, se ha acentuado el compromiso con la democracia, que parece el mejor régimen posible al 90% de los ciudadanos, lo que supone un incremento considerable respecto a 2002, cuando, golpeados por una crisis económica brutal, el apoyo rondaba el 78% de los encuestados.
Según el sondeo de La Nación (realizado por la Universidad 3 de Febrero), el 82% de los argentinos se siente orgulloso de serlo, aunque casi el 76% asegura que los ciudadanos no cumplen ni con sus derechos ni con sus obligaciones. "Una característica es el irrespeto por la ley", mantiene también Graciela Römer.
Muchos argentinos contraponen su imagen del Primer Centenario, en 1910, en el que supuestamente Argentina se sentía llena de optimismo y confianza, con la del Bicentenario, en la que la mayoría se siente mucho menos confiada. "En el primer centenario, Argentina ocupaba el octavo lugar entre los países del mundo. Cien años después, estamos disputando el lugar 57", recuerda Ricardo Kirschbaum, director de Clarín.
"Esa es también una imagen deformada", mantiene el profesor Mario Rapoport, de la Universidad de Buenos Aires, "porque en 2010 estamos mejor que en 1910. Entonces había muchos sectores sociales excluidos y una pésima distribución de ingresos. Ahora se ha culminado un proceso de integración muy positivo". "El modelo de 1910, una sociedad exclusivamente agroexportadora, servía para una población de 10 millones de habitantes. Con 40 millones, hacen falta otros factores de desarrollo. Ahora estamos mucho mejor ubicados", asegura Rapoport. "Nuestra autoflagelación tiene mucho que ver con lo que pasó en la dictadura, con el trauma experimentado por toda la sociedad, y con la absurda creencia de que la civilización y todo lo bueno viene de Europa y no de esta parte del mundo".
Al margen de encuestas y de sondeos, la mayoría de los argentinos, o al menos las clases populares (la clase alta y media profesional parece haber aprovechado para huir de la capital, para enfado de sus conciudadanos), han decidido participar festivamente en la celebración del Bicentenario de la República. Centenares de miles de personas (algunas llegadas de provincias en autocares expresamente fletados para la ocasión) abarrotan estos días el paseo de la Independencia, montado a lo largo de la avenida 9 de Julio, donde se suceden los desfiles y conciertos.
Ayer domingo le tocó el turno a las comunidades inmigrantes y a las delegaciones extranjeras. Más de 3.500 personas, en su mayoría descendientes de españoles, italianos, alemanes, árabes, coreanos y japoneses, tomaron el paseo con sus bandas y banderas, en homenaje al país que acogió a finales del XIX y principios del XX a una enorme población inmigrante. José Antonio Nespral, del Centro Asturiano, recordó que en los años veinte en Argentina llegó a haber más de 800.000 españoles, sobre una población de 20 millones de habitantes. "El Centro Asturiano llegó a tener más de 20.000 socios cotizantes. Le estamos muy agradecidos a este país porque nos acogió como ciudadanos propios y nos permitió prosperar, cuando en España era imposible", afirmó.