Sufragio

Carlos Soria Galvarro T.
Independientemente de sus iniciales componentes “occidentales” y “liberales”, la democracia es una construcción marcada por rasgos originales, producto de situaciones históricas peculiares en diferentes países y regiones.

En el caso nuestro, la lucha por la democracia fue la herramienta aglutinadora contra las dictaduras militares de corte fascista, particularmente la de los años 70. Esta lucha se expresó en batallas electorales como la de 1978, en la que Banzer fue cogido in fraganti cometiendo un fraude descomunal; como las elecciones de 1979 cuyos resultados se empantanaron el Congreso obligándole a nombrar un gobierno provisorio.

La heroica resistencia a la aventura golpista de Natusch y las fracciones emenerristas no fue tanto un respaldo ciego a Guevara Arze, sino una defensa de lo que en las urnas habíamos decidido los bolivianos dando al Congreso la legitimidad que entonces encarnaba.

Una imagen imborrable en el recuerdo de quienes participamos en las jornadas de lucha de esos años, es la de los campesinos aymaras que custodiaban día y noche las ánforas con sus votos en las puertas del Coliseo y luchaban a brazo partido contra “la banda de los cuatro” enquistada en la Corte Electoral que cuestionaba y alteraba los resultados de las actas.

La estructura militar golpista, mantenida intacta por el gobierno de Lidia Gueiler, para consumar sus planes arremetió contra las elecciones de 1980, y para encaramarse en el poder el 17 de julio de ese año, lo primero que hizo fue desconocer la voluntad popular expresada en las urnas apenas unos días antes. Por eso, la caída de García Meza tuvo otra vez a la democracia como bandera movilizadora.

Recuperada la democracia, la izquierda se aplazó en el gobierno y facilitó la implantación del cuarto de hora del modelo neoliberal. Sin embargo, la resistencia popular, sin abandonar el campo democrático, fue capaz de construir una alternativa de cambio, cuya característica peculiar es precisamente la de avanzar, consolidarse y legitimarse en el cause democrático, combinando el uso reiterado y exitoso de las urnas con la movilización social.

Para las nuevas generaciones de bolivianos, la mayoría de la población actual, el sufragio es el camino natural para la acción política, sin descartar otras prácticas democráticas comunitarias, muchas de ellas respetable herencia cultural de los pueblos originarios.

Democracia no es sólo elecciones, es cierto. Pero tampoco hay democracia sin elecciones. Y nadie puede negar, además, que en 28 años de democracia continua hemos perfeccionado tanto la normativa como los procedimientos electorales y hemos avanzado en mecanismos de participación y control social en la gestión de los asuntos públicos, incluido el régimen de las autonomías que da sus primeros pasos.

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