Palermo vs. Riquelme: crónica de una interna abierta
Juan Pablo Varsky
Nadie sabe lo que va a pasar. Pero el enfrentamiento entre Riquelme y Palermo es irreversible. Si bien nunca fueron amigos, la convivencia había resultado positiva durante la primera etapa. Compartieron planteles desde mediados de 1997 hasta fin de 2000, cuando tuvieron algún encontronazo previo a la final intercontinental contra Real Madrid. Se reencontraron en el primer semestre de 2007 y ganaron la Copa Libertadores con Román en estado de gracia. Tampoco hubo inconvenientes. La interna explotó en 2008 con el regreso de Riquelme, contratado con el salario europeo de Villarreal y de notable diferencia respecto de Palermo, uno de los mejor pagos hasta ahí. Crecieron los celos y sólo faltaba un episodio desencadenante para que la bomba detonara. Ocurrió en la Copa Libertadores 2008. Suspendido Caranta, Pablo Migliore, amigo de Martín, cometió un grueso error en el empate 2 a 2 ante Fluminense por el encuentro de ida de semifinales. El 10 se lo reprochó con acidez y dureza. El 9 reaccionó en defensa del arquero y le endilgó falta de compromiso. Se pudrió todo pero no hubo tiempo de que el enfrentamiento se notara en la cancha. Tras el final de la temporada 07-08, Riquelme se fue a Pekín con la selección olímpica. Volvió para jugar la segunda final de la Recopa Sudamericana ante Arsenal de Sarandí. Apenas tres días antes, Palermo se había roto el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. A pesar de la mala relación, su compañero le envió un mensaje de texto deseándole una pronta recuperación.
El Apertura ’08 se jugó bajo el signo de Román. Goles de tiro libre y buenos centros le alcanzaron para ser determinante en la obtención del título. Pero antes del clásico ante Ríver, Julio Cáceres había lanzado desde Paraguay una granada mediática, exponiendo brutalmente la interna: "Riquelme no corre. No da el ejemplo como Palermo, nuestro líder positivo". Los grupos ya estaban divididos. El 9 contaba con Battaglia, Palacio, Morel y Cáceres, entre los más representativos. Al 10 lo seguían Ibarra, juveniles como el arquero García y Gaitán; y su amigo Luciano Figueroa, contratado para suplir la ausencia de…Palermo. La interna permanecía en el vestuario. Pero cuando regresó el Titán comenzó a notarse dentro de la cancha y perjudicó al equipo. No había diálogo futbolístico. Tuvo su punto culminante en la derrota 0-1 ante Defensor que eliminó a Boca de la Copa Libertadores 2009. "Así no podemos seguir. Hay que cambiar muchas cosas", dijo el goleador, muy caliente en un pasillo de la Bombonera.
Carlos Ischia, quien había apostado por la autorregulación del grupo, fue despedido. La ruptura del plantel se lo llevó puesto. A principios del año pasado, Jorge Ameal había designado a Carlos Bianchi como manager con la esperanza de que asumiera como entrenador. Pero el Virrey no sólo no ejerció de DT sino que tampoco se metió en los asuntos internos: "yo no entro en el vestuario" Bianchi eligió a Basile con el objetivo de que arregle el problema de convivencia. Coco, aún golpeado por su salida del seleccionado, creyó que la situación era manejable pero enseguida se dio cuenta de que el aire era irrespirable. Rodrigo Palacio pidió que la dirigencia aceptara la primera oferta por su pase y se fue a Genoa. Basile presentó su renuncia tras una derrota ante Godoy Cruz. Su hijo Alfito y sus amigos lo convencieron para que se quedara. Los divos se dieron cuenta de esta situación límite y se comprometieron a dejar las diferencias en el vestuario. En el partido ante Vélez, Riquelme hizo un golazo y Palermo metió ese cabezazo teledirigido. Román se le colgó del cuerpo en el festejo y se regalaron mutuos elogios. La primavera continuó con el clásico ante River: pase del 10, gol del 9 y abrazo. Pero Riquelme se desgarró en el partido contra Chacarita y el equipo terminó el campeonato sin pena ni gloria. En ese momento, la interna directiva ya influía mucho más que la del plantel. Despechados por la contratación de Bianchi, Beraldi y Crespi mandaban mensajes a través del periodismo para erosionar la tarea del manager. Lo mismo hacía Marcelo London, hombre de confianza del Virrey, para descalificar el trabajo del entrenador. Y en el medio, el presidente.
La incompetencia de Jorge Amor Ameal y su comisión directiva en 18 meses de gestión queda retratada en la salida de tres entrenadores (Ischia, Basile y Alves) y la frustrante etapa de Bianchi. El cuerpo directivo es el principal responsable de la crisis deportiva. En junio de 2009, no detectó cual era el verdadero problema y desperdició una oportunidad de renovación. Por sus respectivos vínculos afectivos con los jugadores, ni la dirigencia, ni Bianchi, ni Basile se hicieron cargo del asunto. No es fácil. Se trata de dos ídolos que quedarán en la historia del club. Cualquier determinación tendrá costos políticos. Pero los dirigentes también están para tomar decisiones antipáticas. No siempre se puede conducir con viento a favor. Hace falta carácter, liderazgo y capacidad de gestión. Nada de esto ha mostrado la CD de Boca hasta aquí.
Después de casi un año, la interna entre el 9 y el 10 volvió a manifestarse en el campo de juego. Román le dio el pase para el gol 219 y después le dio la espalda en el festejo. Sabe comunicar sus ideas. Hace nueve años tras un gol a River, había explicado su gesto desafiante al presidente Macri con el argumento de que a su hija le gustaba el Topo Gigio. El lunes, saludó a todo el estadio menos a la tribuna ocupada por la barra brava, que lo había apretado días atrás. Inmediatamente, vinculó a esta acción con su enemigo íntimo. Los mercenarios ya le habían mandado un mensaje en el superclásico cuando, en pleno clamor de todo el estadio por Riquelme, cantaron por Maradona y desplegaron una bandera financiada por Diego en la década del noventa. Ese día, el seleccionador regresó a la Bombonera. La 12 le había garantizado que no pasaría un mal momento. Invitado por la barra que genera un montón de plata gracias a su presencia, Martín ha concurrido a diferentes actos en las peñas boquenses. Como contraprestación, recibe el apoyo incondicional. Pero también Román ha asistido a estos eventos organizados por la barrabrava. En su imprescindible libro La Doce , Gustavo Grabia documenta con fechas y nombres esta conexión entre los futbolistas y la barra, determinante para entender lo que ha pasado aquí.
¿Por qué no hablamos del juego, de ese pase gol del 10 para el 9? Porque los propios protagonistas se encargaron de enfatizar lo periférico. Fue muy evidente la molestia del 10, de espalda a la barra que lo apretó y a su compañero récord. Y fue muy evidente la molestia del 9, expresada en todos sus reportajes. Fieles a su respectivo estilo, uno habló con gestos, el otro con palabras. Complementarios y compatibles dentro de la cancha, afuera no se soportan. Falta de compromiso, diferencia salarial, manejo del grupo, relación con los periodistas y trato con la barra son algunas de las acusaciones cruzadas, puntualmente amplificadas por los mensajeros. Riquelme está convencido de que, detrás de las declaraciones de Palermo y la difundida candidatura de Guillermo Barros Schelotto para el cargo de DT, está la mano invisible de Mauricio Macri para sacarlo de Boca.
La aparición mediática de un testigo de otro tiempo como Chelo Delgado no hace más que lastimar la imagen del club. Mientras tanto, la CD está desbordada por la situación. El presidente Ameal anunció la intención de renovarles a los dos con el riesgo de pasar otra temporada de conflictos. Si se queda uno de los dos y el equipo no funciona, la hinchada pedirá inmediatamente el regreso del otro y responsabilizará al que se quedó por la salida del que se fue. En el aspecto futbolístico, Boca cuenta con Viatri para reemplazar al ejemplar Martín pero no tiene un equivalente para Román, el último especialista. Fuera de la cancha, el estilo gentleman de Palermo, abierto al diálogo y siempre dispuesto a la nota periodística, les agrada más que la hosquedad de Riquelme, quien desconfía de la prensa y divide al mundo entre amigos y enemigos, fiel a su esencia. La última hipótesis es que, ante el hartazgo de propios y extraños, se vayan los dos. No puede descartarse ninguna. Nadie, ni siquiera los protagonistas de esta historia, sabe lo que va a pasar. Lo que ha pasado, lo sabe todo el mundo.
Nadie sabe lo que va a pasar. Pero el enfrentamiento entre Riquelme y Palermo es irreversible. Si bien nunca fueron amigos, la convivencia había resultado positiva durante la primera etapa. Compartieron planteles desde mediados de 1997 hasta fin de 2000, cuando tuvieron algún encontronazo previo a la final intercontinental contra Real Madrid. Se reencontraron en el primer semestre de 2007 y ganaron la Copa Libertadores con Román en estado de gracia. Tampoco hubo inconvenientes. La interna explotó en 2008 con el regreso de Riquelme, contratado con el salario europeo de Villarreal y de notable diferencia respecto de Palermo, uno de los mejor pagos hasta ahí. Crecieron los celos y sólo faltaba un episodio desencadenante para que la bomba detonara. Ocurrió en la Copa Libertadores 2008. Suspendido Caranta, Pablo Migliore, amigo de Martín, cometió un grueso error en el empate 2 a 2 ante Fluminense por el encuentro de ida de semifinales. El 10 se lo reprochó con acidez y dureza. El 9 reaccionó en defensa del arquero y le endilgó falta de compromiso. Se pudrió todo pero no hubo tiempo de que el enfrentamiento se notara en la cancha. Tras el final de la temporada 07-08, Riquelme se fue a Pekín con la selección olímpica. Volvió para jugar la segunda final de la Recopa Sudamericana ante Arsenal de Sarandí. Apenas tres días antes, Palermo se había roto el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. A pesar de la mala relación, su compañero le envió un mensaje de texto deseándole una pronta recuperación.
El Apertura ’08 se jugó bajo el signo de Román. Goles de tiro libre y buenos centros le alcanzaron para ser determinante en la obtención del título. Pero antes del clásico ante Ríver, Julio Cáceres había lanzado desde Paraguay una granada mediática, exponiendo brutalmente la interna: "Riquelme no corre. No da el ejemplo como Palermo, nuestro líder positivo". Los grupos ya estaban divididos. El 9 contaba con Battaglia, Palacio, Morel y Cáceres, entre los más representativos. Al 10 lo seguían Ibarra, juveniles como el arquero García y Gaitán; y su amigo Luciano Figueroa, contratado para suplir la ausencia de…Palermo. La interna permanecía en el vestuario. Pero cuando regresó el Titán comenzó a notarse dentro de la cancha y perjudicó al equipo. No había diálogo futbolístico. Tuvo su punto culminante en la derrota 0-1 ante Defensor que eliminó a Boca de la Copa Libertadores 2009. "Así no podemos seguir. Hay que cambiar muchas cosas", dijo el goleador, muy caliente en un pasillo de la Bombonera.
Carlos Ischia, quien había apostado por la autorregulación del grupo, fue despedido. La ruptura del plantel se lo llevó puesto. A principios del año pasado, Jorge Ameal había designado a Carlos Bianchi como manager con la esperanza de que asumiera como entrenador. Pero el Virrey no sólo no ejerció de DT sino que tampoco se metió en los asuntos internos: "yo no entro en el vestuario" Bianchi eligió a Basile con el objetivo de que arregle el problema de convivencia. Coco, aún golpeado por su salida del seleccionado, creyó que la situación era manejable pero enseguida se dio cuenta de que el aire era irrespirable. Rodrigo Palacio pidió que la dirigencia aceptara la primera oferta por su pase y se fue a Genoa. Basile presentó su renuncia tras una derrota ante Godoy Cruz. Su hijo Alfito y sus amigos lo convencieron para que se quedara. Los divos se dieron cuenta de esta situación límite y se comprometieron a dejar las diferencias en el vestuario. En el partido ante Vélez, Riquelme hizo un golazo y Palermo metió ese cabezazo teledirigido. Román se le colgó del cuerpo en el festejo y se regalaron mutuos elogios. La primavera continuó con el clásico ante River: pase del 10, gol del 9 y abrazo. Pero Riquelme se desgarró en el partido contra Chacarita y el equipo terminó el campeonato sin pena ni gloria. En ese momento, la interna directiva ya influía mucho más que la del plantel. Despechados por la contratación de Bianchi, Beraldi y Crespi mandaban mensajes a través del periodismo para erosionar la tarea del manager. Lo mismo hacía Marcelo London, hombre de confianza del Virrey, para descalificar el trabajo del entrenador. Y en el medio, el presidente.
La incompetencia de Jorge Amor Ameal y su comisión directiva en 18 meses de gestión queda retratada en la salida de tres entrenadores (Ischia, Basile y Alves) y la frustrante etapa de Bianchi. El cuerpo directivo es el principal responsable de la crisis deportiva. En junio de 2009, no detectó cual era el verdadero problema y desperdició una oportunidad de renovación. Por sus respectivos vínculos afectivos con los jugadores, ni la dirigencia, ni Bianchi, ni Basile se hicieron cargo del asunto. No es fácil. Se trata de dos ídolos que quedarán en la historia del club. Cualquier determinación tendrá costos políticos. Pero los dirigentes también están para tomar decisiones antipáticas. No siempre se puede conducir con viento a favor. Hace falta carácter, liderazgo y capacidad de gestión. Nada de esto ha mostrado la CD de Boca hasta aquí.
Después de casi un año, la interna entre el 9 y el 10 volvió a manifestarse en el campo de juego. Román le dio el pase para el gol 219 y después le dio la espalda en el festejo. Sabe comunicar sus ideas. Hace nueve años tras un gol a River, había explicado su gesto desafiante al presidente Macri con el argumento de que a su hija le gustaba el Topo Gigio. El lunes, saludó a todo el estadio menos a la tribuna ocupada por la barra brava, que lo había apretado días atrás. Inmediatamente, vinculó a esta acción con su enemigo íntimo. Los mercenarios ya le habían mandado un mensaje en el superclásico cuando, en pleno clamor de todo el estadio por Riquelme, cantaron por Maradona y desplegaron una bandera financiada por Diego en la década del noventa. Ese día, el seleccionador regresó a la Bombonera. La 12 le había garantizado que no pasaría un mal momento. Invitado por la barra que genera un montón de plata gracias a su presencia, Martín ha concurrido a diferentes actos en las peñas boquenses. Como contraprestación, recibe el apoyo incondicional. Pero también Román ha asistido a estos eventos organizados por la barrabrava. En su imprescindible libro La Doce , Gustavo Grabia documenta con fechas y nombres esta conexión entre los futbolistas y la barra, determinante para entender lo que ha pasado aquí.
¿Por qué no hablamos del juego, de ese pase gol del 10 para el 9? Porque los propios protagonistas se encargaron de enfatizar lo periférico. Fue muy evidente la molestia del 10, de espalda a la barra que lo apretó y a su compañero récord. Y fue muy evidente la molestia del 9, expresada en todos sus reportajes. Fieles a su respectivo estilo, uno habló con gestos, el otro con palabras. Complementarios y compatibles dentro de la cancha, afuera no se soportan. Falta de compromiso, diferencia salarial, manejo del grupo, relación con los periodistas y trato con la barra son algunas de las acusaciones cruzadas, puntualmente amplificadas por los mensajeros. Riquelme está convencido de que, detrás de las declaraciones de Palermo y la difundida candidatura de Guillermo Barros Schelotto para el cargo de DT, está la mano invisible de Mauricio Macri para sacarlo de Boca.
La aparición mediática de un testigo de otro tiempo como Chelo Delgado no hace más que lastimar la imagen del club. Mientras tanto, la CD está desbordada por la situación. El presidente Ameal anunció la intención de renovarles a los dos con el riesgo de pasar otra temporada de conflictos. Si se queda uno de los dos y el equipo no funciona, la hinchada pedirá inmediatamente el regreso del otro y responsabilizará al que se quedó por la salida del que se fue. En el aspecto futbolístico, Boca cuenta con Viatri para reemplazar al ejemplar Martín pero no tiene un equivalente para Román, el último especialista. Fuera de la cancha, el estilo gentleman de Palermo, abierto al diálogo y siempre dispuesto a la nota periodística, les agrada más que la hosquedad de Riquelme, quien desconfía de la prensa y divide al mundo entre amigos y enemigos, fiel a su esencia. La última hipótesis es que, ante el hartazgo de propios y extraños, se vayan los dos. No puede descartarse ninguna. Nadie, ni siquiera los protagonistas de esta historia, sabe lo que va a pasar. Lo que ha pasado, lo sabe todo el mundo.