Palermo batió el récord y la Bombonera volvió a ser una fiesta
Buenos Aires, Agencias
Con el debut de Pompei como DT y una muy buena demostración de Riquelme, Boca aplastó a Arsenal por 4-0. El Titán metió dos goles, llegó a los 220 y se consagró definitivamente como máximo anotador de la historia del club.
Fue el día en que se alinearon los planetas para Boca. Porque no sólo Palermo salió de su sequía y apareció con dos goles para llegar a los 220 y ser fuera de toda duda el máximo anotador de la historia del club. También Riquelme se mostró cerca del nivel de sus mejores tardes y el resto, como había ocurrido muchas otras veces en una historia no tan lejana, acompañó para completar una actuación soberbia y aniquilar a un Arsenal que fue una sombra en la Bombonera.
Iban sólo siete minutos y Palermo ya había estado cerca del gol tres veces, con dos cabezazos que se fueron cerca y un tiro que sacó desde un costado y pegó en la parte exterior de la red. El gol del gran festejo empezaba a asomar.
Y a los 9 minutos, apareció la gran alegría. Fue de la mano de una preciosa jugada de este Riquelme nuevamente iluminado. Construyó pases en medio de una defensa atónita para quedar mano a mano con Campestrini y, sólo ahí, darle el pase perfecto a Palermo, que la empujó al arco vacío. Como para que el gol 219 sea la desmentida más categórica a los vivillos que deslizaban que Román le estaba negando el pase al 9. Eso sí, el festejo los encontró bien separados: el 10 se fue a gritarlo por la suya y Palermo fue abrazado por el resto de sus compañeros. Y todo el estadio festejó por ese gol 219 que tanto se había hecho esperar y lo consagró cómo el máximo anotador de la historia de Boca.
Enseguida llegó el nuevo golpe, otra vez de la mano del innegable talento de Riquelme. Que le dio el toque el desequilibrio a una jugada que venía bien hilvanada para dejar libre a Gaitán por la derecha. Su tiro bajo no pudo ser controlado por Campestrini y Chávez remató a la red el rebote. Un 2 a 0 que le daba una tranquilidad enorme a este Boca que venía a los tumbos.
Claro que eso no alcanzaba para cerrar el trámite, sobre todo con una defensa que no iba a encontrar mágicamente la tranquilidad que le había faltado en las trece fechas anteriores. Por eso hubo tiempo para algunas llegadas de Arsenal -algo tibias, es verdad- antes de que terminaran los primeros 45 minutos. Pero en general el primer tiempo fue de disfrute para un Boca que aprovechó esos dos minutos de furia que le dieron la ventaja.
El recital continuó en el segundo tiempo. Ya a los tres minutos, Riquelme sentenció el resultado con un golazo de su sello. Clavó un zapatazo cruzado entrando por derecha al área y dejó sin recursos a Campestrini. Y hasta llegó el cuarto del equipo de Pompei -¿habrá soñado un debut semejante?- con otro pase perfecto, esta vez de Gaitán, para un Palermo que llegaba otra vez vacío.
El final encontró al pueblo de Boca en un festejo de reconciliación. Casi como si hubiera olvidado las miserias que le mostró este equipo en casi todo el Clausura, donde hoy apenas consiguió su tercer triunfo. Pero más allá de eso, de esas historias que siguen envolviendo el presente de Boca, dentro de la cancha quedó claro que la recuperación del equipo sólo podrá llegar de la mano de sus históricos pilares. Al menos hasta que aparezca alguien con la personalidad suficiente como para demostrar lo contrario.
Con el debut de Pompei como DT y una muy buena demostración de Riquelme, Boca aplastó a Arsenal por 4-0. El Titán metió dos goles, llegó a los 220 y se consagró definitivamente como máximo anotador de la historia del club.
Fue el día en que se alinearon los planetas para Boca. Porque no sólo Palermo salió de su sequía y apareció con dos goles para llegar a los 220 y ser fuera de toda duda el máximo anotador de la historia del club. También Riquelme se mostró cerca del nivel de sus mejores tardes y el resto, como había ocurrido muchas otras veces en una historia no tan lejana, acompañó para completar una actuación soberbia y aniquilar a un Arsenal que fue una sombra en la Bombonera.
Iban sólo siete minutos y Palermo ya había estado cerca del gol tres veces, con dos cabezazos que se fueron cerca y un tiro que sacó desde un costado y pegó en la parte exterior de la red. El gol del gran festejo empezaba a asomar.
Y a los 9 minutos, apareció la gran alegría. Fue de la mano de una preciosa jugada de este Riquelme nuevamente iluminado. Construyó pases en medio de una defensa atónita para quedar mano a mano con Campestrini y, sólo ahí, darle el pase perfecto a Palermo, que la empujó al arco vacío. Como para que el gol 219 sea la desmentida más categórica a los vivillos que deslizaban que Román le estaba negando el pase al 9. Eso sí, el festejo los encontró bien separados: el 10 se fue a gritarlo por la suya y Palermo fue abrazado por el resto de sus compañeros. Y todo el estadio festejó por ese gol 219 que tanto se había hecho esperar y lo consagró cómo el máximo anotador de la historia de Boca.
Enseguida llegó el nuevo golpe, otra vez de la mano del innegable talento de Riquelme. Que le dio el toque el desequilibrio a una jugada que venía bien hilvanada para dejar libre a Gaitán por la derecha. Su tiro bajo no pudo ser controlado por Campestrini y Chávez remató a la red el rebote. Un 2 a 0 que le daba una tranquilidad enorme a este Boca que venía a los tumbos.
Claro que eso no alcanzaba para cerrar el trámite, sobre todo con una defensa que no iba a encontrar mágicamente la tranquilidad que le había faltado en las trece fechas anteriores. Por eso hubo tiempo para algunas llegadas de Arsenal -algo tibias, es verdad- antes de que terminaran los primeros 45 minutos. Pero en general el primer tiempo fue de disfrute para un Boca que aprovechó esos dos minutos de furia que le dieron la ventaja.
El recital continuó en el segundo tiempo. Ya a los tres minutos, Riquelme sentenció el resultado con un golazo de su sello. Clavó un zapatazo cruzado entrando por derecha al área y dejó sin recursos a Campestrini. Y hasta llegó el cuarto del equipo de Pompei -¿habrá soñado un debut semejante?- con otro pase perfecto, esta vez de Gaitán, para un Palermo que llegaba otra vez vacío.
El final encontró al pueblo de Boca en un festejo de reconciliación. Casi como si hubiera olvidado las miserias que le mostró este equipo en casi todo el Clausura, donde hoy apenas consiguió su tercer triunfo. Pero más allá de eso, de esas historias que siguen envolviendo el presente de Boca, dentro de la cancha quedó claro que la recuperación del equipo sólo podrá llegar de la mano de sus históricos pilares. Al menos hasta que aparezca alguien con la personalidad suficiente como para demostrar lo contrario.