Liga: Wilstermann dejó escapar otra victoria

José Vladimir Nogales
Un córner abatió a Wilstermann en el último minuto de tiempo extra. Las jugadas a balón detenido también son estratégicamente valorables en el fútbol, fundamentalmente cuando el rival decide que el partido se resuelva en ese apartado. Aurora usó la misma arma con que Wilstermann le había inferido sus mortales heridas. Y, sobre el final, cuando el archirrival cantaba su triunfo, dejó todo a mano (2-2).

Wilstermann volvió a dejar escurrir una victoria fundamental.

Partido

El primer tiempo fue parejo, porque ambos se dedicaron a jugar con cautela. Muy atentos por las marcas y poco preocupados por generar llegadas, el partido se fue deshilachando lentamente. La intención de Julio Zamora era obstruir la fuente de creación de los rojos, por eso ubicó al voluntarioso Wilder Arévalo sobre el discontinuo Fernando Sanjurjo y a Jaime Robles en la órbita del inexpresivo Henry Machado. Wilstermann, por su parte, no arriesgó demasiado. Optó por mantener su dispositivo táctico (4-4-1-1), aún cuando la obligada sustitución de Jehanamed Castedo por Nicolás Raimondi (desgarrado) acarrearía más limitaciones que soluciones. El pandino, explosivo como es, necesita espacios para gravitar. Sin ellos, se asfixia ante el celo de una marca áspera y limitante. Y eso ocurrió, víctima de su sacrificada demarcación (único punta) y del desamparo táctico al que fue sometido (quedó muy solo arriba).

En ese contexto, Wilstermann tuvo problemas para llegar, porque Sanjurjo se movía poco para conectarse con la salida y no lograba superar la marca que le hacía Arévalo. De este modo, acentuaba el aislamiento de Castedo. A Andrada le costaba prosperar por la derecha porque (además de su imprecisión) enfrente tenía a Ignacio García (colaborado por el retroceso de Gómez), quien siempre le encontró la vuelta. Las subidas de Olivares por la izquierda tampoco aportaban sorpresa. Al contrario, el “Cucharón”, el parche del verano, se borró del encuentro, incapaz de encontrar su sitio en el sistema.

Dentro de la imprecisión generalizada, Aurora manejaba mejor los espacios, aunque también en el final del primer tiempo le costó mucho arrimar peligro al arco del siempre seguro Vaca.
Complemento

En la segunda mitad, Aurora salió con un espíritu diferente. Se animó más con el balón, aunque no necesariamente con más fútbol. Dio siempre la sensación de respetar un libreto: salir por abajo, cruzar la pelota de lado a lado y cuando debió acelerar y mostrar una neta actitud ofensiva, careció de capacidad para que la combinación del talento individual se traduzca en mayor volumen de juego. Por tanto, al dificultársele la conjunción de sus elementos (fundamentalmente por la carencia de un organizador de oficio, un enganche clásico que, con dificultad y menos talento, intentó encarnar Jaime Robles), Aurora optó por tender un puente aéreo para abastecer a sus atacantes. De principio, la fórmula cuajó, porque, de modo pragmático, libró a sus centrocampistas del engorro de una fina elaboración para la que, colectivamente, no están aptos y, adicionalmente, porque sorteaban, con menor dificultad, la red de obstáculos que Wilstermann oponía en la defensa de sus espacios.

El culto al pelotazo (instalada la plataforma de lanzamiento en su propio campo), redituó largamente a los celestes, al conseguir activar un nutrido suministro al peligroso atacante Jair Reinoso, aislado por los rojos en la primera mitad. El mecanismo era simple: tirársela larga, a espaldas de los volantes, para que, a la carrera, zafase de la red y obstáculos y quedase, cara a cara, con los defensas, a quienes debía someter por imposición de habilidad y potencia física. Tras un tiro cruzado (escasamente desviado) y un disparo en el poste, Reinoso anotó luego de una excelente habilitación de Vicente Arce, 1-0.

Como pocas veces, el banco de Wilstermann reaccionó con celeridad. Villegas buscó más juego con Salaberry y optó por borrar a Olivares, que había aportado muy poco. El uruguayo incidió en la mejora cualitativa (y de perspectiva) de una propuesta colectiva poco audaz y pobremente ejecutada. Abrió la cancha, descongestionó el centro y contribuyó, en sociedad con Sanjurjo, a esterilizar el toque turbio que, hasta entonces, había embarrado el proyecto ofensivo de los rojos.

Además de Salaberry, Wilstermann reencontró a un Sanjurjo que, extrañamente, quedó libre de la policial persecución de Arévalo (quizá condicionado por la amonestación que sobre él pesó como la espada de Damocles). El argentino se hizo manija, trazando las líneas orbitales de un equipo ambicioso, que hacía correr el balón con propiedad y que tendía a formar sociedades constructivas. En ese dulce contexto, Sossa ingresó por un poco activo y extrañamente impreciso Andrada, agregando profundidad y vértigo a la ofensiva.

Los de Villegas no perdían la fe. El Capriles comenzó a creer, y a Aurora le entraron los miedos. Comenzaba a crearse un ambiente propicio. Finalmente, Wilstermann consiguió el premio a su tesón. Sanjurjo, con un espectacular trallazo sorprendió a Dulcich, quien dejó picando el balón para la arremetida goleadora de Salaberry, 1-1.

Se mascaba la remontada, aunque el Wilstermann de los últimos años no fue un experto en estas lides, y casi nunca salió victorioso de estas situaciones. No obstante, Villegas aplacó, de súbito, tamaña ambición al quitar a un punta (Castedo) para agregar al defensa brasileño Niltao. Mas, pese al aparente carácter rácano de la modificación, hubo una razón estratégica: Niltao se aplicó con dureza sobre Reinoso, borrándolo del tablero. Anulado ese peligro, Wilstermann soltó a los laterales (Jair Torrico y Amilcar Sánchez) y creció en solidez en el tramo final. Sanjurjo fue un eje distribuidor, Salaberry acertó en casi todos los pases, Machado abandonó esa abulia y participó con mayor regularidad en el funcionamiento, Sossa también jugó, y como Veizaga ubicó con inteligencia los espacios por dónde meter gambeta y freno, todo Wilstermann se hartó de viajar hacia Dulcich. Wilstermann se comía poco a poco a Aurora, que no sólo había tirado una renta más que válida, sino que fueron ellos mismos los que le dieron alas con su falta de ambición.

Aún acosado, Aurora no se resignaba a aguantar en su trinchera. Insistía con los despegues de Huayhuata y García por las bandas y los intentos de Cardozo y Gómez, trazando diagonales que buscaban la espalda de Veizaga. Mas, faltaba una pizca de precisión para conectarse. Y esa infección descompuso cuanto contragolpe ensayó en un escenario alocado, de endemoniado ritmo.

En el último minuto, un nuevo tiro libre de Sanjurjo encontró el certero cabezazo de Salaberry, que desató un estremecedor griterío de la masa roja. Era 2-1 y victoria, remontada histórica. Agónica, delirante. Pero no. Aurora tenía vida y munición suficiente. Apostó –con el favor del juez, que pitó al revés un tiro libre determinante- a un bombardeo frenético sobre el área de Wilstermann. En el último lanzamiento –con Dulcich concentrando marcas-, Ignacio García apareció como un fantasma, lejos de las previsiones de todos, con un cabezazo letal que determinó que la ardorosa batalla terminara sin la capitulación de los celestes. Telón.

SINTESIS

Wilstermann: Vaca (6), Torrico (4), Ortiz (6), Barrera (7), Sánchez (6); Machado (5), Veizaga (6), Andrada (4), Olivares (4); Sanjurjo (7); Castedo (5).

CAMBIOS: Salaberry (8) por Olivares, Sossa (6) por Andrada y Niltao por Castedo.

Aurora: Dulcich (6), Huayhuata (5), Zenteno (5), Tordoya (6), García (7); Arévalo (6), Robles (5), Cardozo (6), Gómez (6); Reinoso (7), Arce (7).

CAMBIOS: Bomba por Arce.

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