Fútbol: Los misterios del señor Helenio
Waldemar Iglesias
Fue uno de los técnicos más exitosos de la historia. Férreo militante del catenaccio, fue campeón con Barcelona, Atlético de Madrid, Inter y Roma. Tenía un costado oscuro: se lo acusó de que sus jugadores utilizaban sustancias prohibidas para mejorar el rendimiento. Y en un Mundial vivió su fracaso más grande.
Le gustaba que lo elogiaran y que dijeran que era un auténtico laburante del fútbol; se jactaba de ser el entrenador mejor pago del mundo; no creía en la magia, pero le simpatizaba que lo apodaran El Mago; ocasionalmente hablaba de él mismo en tercera persona; decía que era el mejor de todos. Helenio Herrera Gavilán fue un personaje irrepetible del mundo del fútbol. Un vencedor irreverente, cuestionado, adorado, odiado. Nacido en Buenos Aires y criado en territorio africano en tiempos de la ocupación francesa, supo convertirse en rey en las grandes ligas de Europa.
Era egocéntrico, histriónico, transgresor, autorreferencial, directo. En 1962 se contó a él mismo en una autobiografía publicada por la Editorial Planeta. El título no podía ser otro: "Yo, memorias de Helenio Herrera". También era osado. Y muy práctico con las palabras. Contó alguna vez: "Pelé es un violín; Di Stéfano, la orquesta entera". Así elegía rendirle pleitesía a su futbolista favorito, el Gran Alfredo.
Antes y después de aquel libro sumó más títulos que casi todos. Fue para muchos el principal exponente del catenaccio. Y con esos recursos, con el físico y la defensa como baluartes, fue campeón con Barcelona, Atlético de Madrid, Inter y Roma. Ganó la Copa de Campeones dos veces y también dos Intercontinentales (ambas contra Independiente) con el Inter más emblemático de la historia nerazzurra. No es casual que Herrera sea considerado una leyenda y que su figura tenga un lugar de privilegio en el Museo del Inter, y una estatua en tamaño natural.
Como futbolista había sido un aceptable defensor. Tras jugar en dos equipos de Marruecos (Roches Noires y Raja Casablanca), continuó su carrera en Francia. Ganó un solo título: la Copa de Francia, con el Red Star. Lo mejor vendría luego, claro.
Adrián Escudero, uno de sus jugadores en tiempos del Atlético de Madrid, lo retrató alguna vez con un par de anécdotas: "Trajo la pizarra y empezó a valorarse lo que era un entrenador. Era un caradura. Recuerdo que íbamos por la carretera con el autobús y cuando nos paraban decía a la Policía: 'Atlético de Madrid, Atlético de Madrid'. Y seguíamos la ruta. Era un psicólogo; antes de los partidos, salía antes que nosotros al campo rival para que le chillasen a él y, de esta manera, el público estuviese cansado al saltar los jugadores al césped. Era muy simpático cuando iban bien las cosas, pero también, a veces, era un “hijo de Satanás”, como cuando un día estábamos corriendo por los terrenos de unos marqueses cerca del Plantío (lugar donde se concretaba el equipo) y el guarda nos dio el alto a mí y a Tinte. Herrera al verlo se fue corriendo y nos dejó allí solos. Pero sin duda, de todos los entrenadores que he tenido en mi etapa de futbolista yo me quedó con Helenio Herrera".
En 1964, la revista El Gráfico le realizó una estupenda entrevista, en ocasión de una de las finales de la Intercontinental contra Independiente. "¿Qué le sugiere la palabra 'doping'?", le preguntaron. Su respuesta fue simple: "Imposibilidad. Con los exámenes que se realizan semanalmente a los jugadores no se les puede suministrar drogas. Yo no drogo a nadie". Sin embargo, las sombras de la sospecha sobrevolaron invariablemente al entrenador. Hace unos años, Ferruccio Mazzola -hermano menor de Sandro e integrante de aquel plantel del Inter acaparador- confesó ante L'Espresso: "Los suplentes tomábamos más pastillas porque Herrera hacía ensayos clínicos con nosotros. Por eso sufrimos más las consecuencias. No puedo saber exactamente qué nos mezclaba Herrera con el café, pero creo que se trataba de anfetaminas". Varios integrantes de aquel plantel fallecieron jóvenes, entre ellos el capitán Armando Picchi.
Cosas del fútbol, el entrenador más exitoso puede fallar en la mejor y más importante de las citas: la Copa del Mundo. Herrera fue el técnico del seleccionado español que se quedó afuera en la primera ronda de Chile 1962. Consiguió apenas un triunfo (1-0 a México, con gol de Joaquín Peiró en el último minuto) y dos derrotas: 1-0 frente a Checoslovaquia y 2-1 contra Brasil. Terminó último en la zona que se disputaba en Viña del Mar. El Mago también era quejoso. Contó después de la eliminación: "Hasta en Brasil publicaron que el árbitro que dirigió el partido decisivo (el chileno Sergio Bustamante) había recibido dinero. Ese día debimos ganar".
Fue uno de los técnicos más exitosos de la historia. Férreo militante del catenaccio, fue campeón con Barcelona, Atlético de Madrid, Inter y Roma. Tenía un costado oscuro: se lo acusó de que sus jugadores utilizaban sustancias prohibidas para mejorar el rendimiento. Y en un Mundial vivió su fracaso más grande.
Le gustaba que lo elogiaran y que dijeran que era un auténtico laburante del fútbol; se jactaba de ser el entrenador mejor pago del mundo; no creía en la magia, pero le simpatizaba que lo apodaran El Mago; ocasionalmente hablaba de él mismo en tercera persona; decía que era el mejor de todos. Helenio Herrera Gavilán fue un personaje irrepetible del mundo del fútbol. Un vencedor irreverente, cuestionado, adorado, odiado. Nacido en Buenos Aires y criado en territorio africano en tiempos de la ocupación francesa, supo convertirse en rey en las grandes ligas de Europa.
Era egocéntrico, histriónico, transgresor, autorreferencial, directo. En 1962 se contó a él mismo en una autobiografía publicada por la Editorial Planeta. El título no podía ser otro: "Yo, memorias de Helenio Herrera". También era osado. Y muy práctico con las palabras. Contó alguna vez: "Pelé es un violín; Di Stéfano, la orquesta entera". Así elegía rendirle pleitesía a su futbolista favorito, el Gran Alfredo.
Antes y después de aquel libro sumó más títulos que casi todos. Fue para muchos el principal exponente del catenaccio. Y con esos recursos, con el físico y la defensa como baluartes, fue campeón con Barcelona, Atlético de Madrid, Inter y Roma. Ganó la Copa de Campeones dos veces y también dos Intercontinentales (ambas contra Independiente) con el Inter más emblemático de la historia nerazzurra. No es casual que Herrera sea considerado una leyenda y que su figura tenga un lugar de privilegio en el Museo del Inter, y una estatua en tamaño natural.
Como futbolista había sido un aceptable defensor. Tras jugar en dos equipos de Marruecos (Roches Noires y Raja Casablanca), continuó su carrera en Francia. Ganó un solo título: la Copa de Francia, con el Red Star. Lo mejor vendría luego, claro.
Adrián Escudero, uno de sus jugadores en tiempos del Atlético de Madrid, lo retrató alguna vez con un par de anécdotas: "Trajo la pizarra y empezó a valorarse lo que era un entrenador. Era un caradura. Recuerdo que íbamos por la carretera con el autobús y cuando nos paraban decía a la Policía: 'Atlético de Madrid, Atlético de Madrid'. Y seguíamos la ruta. Era un psicólogo; antes de los partidos, salía antes que nosotros al campo rival para que le chillasen a él y, de esta manera, el público estuviese cansado al saltar los jugadores al césped. Era muy simpático cuando iban bien las cosas, pero también, a veces, era un “hijo de Satanás”, como cuando un día estábamos corriendo por los terrenos de unos marqueses cerca del Plantío (lugar donde se concretaba el equipo) y el guarda nos dio el alto a mí y a Tinte. Herrera al verlo se fue corriendo y nos dejó allí solos. Pero sin duda, de todos los entrenadores que he tenido en mi etapa de futbolista yo me quedó con Helenio Herrera".
En 1964, la revista El Gráfico le realizó una estupenda entrevista, en ocasión de una de las finales de la Intercontinental contra Independiente. "¿Qué le sugiere la palabra 'doping'?", le preguntaron. Su respuesta fue simple: "Imposibilidad. Con los exámenes que se realizan semanalmente a los jugadores no se les puede suministrar drogas. Yo no drogo a nadie". Sin embargo, las sombras de la sospecha sobrevolaron invariablemente al entrenador. Hace unos años, Ferruccio Mazzola -hermano menor de Sandro e integrante de aquel plantel del Inter acaparador- confesó ante L'Espresso: "Los suplentes tomábamos más pastillas porque Herrera hacía ensayos clínicos con nosotros. Por eso sufrimos más las consecuencias. No puedo saber exactamente qué nos mezclaba Herrera con el café, pero creo que se trataba de anfetaminas". Varios integrantes de aquel plantel fallecieron jóvenes, entre ellos el capitán Armando Picchi.
Cosas del fútbol, el entrenador más exitoso puede fallar en la mejor y más importante de las citas: la Copa del Mundo. Herrera fue el técnico del seleccionado español que se quedó afuera en la primera ronda de Chile 1962. Consiguió apenas un triunfo (1-0 a México, con gol de Joaquín Peiró en el último minuto) y dos derrotas: 1-0 frente a Checoslovaquia y 2-1 contra Brasil. Terminó último en la zona que se disputaba en Viña del Mar. El Mago también era quejoso. Contó después de la eliminación: "Hasta en Brasil publicaron que el árbitro que dirigió el partido decisivo (el chileno Sergio Bustamante) había recibido dinero. Ese día debimos ganar".