Evo salió indemne, pero está obligado a leer los mensajes

Por José Nogales-Nogales
Evo Morales, por tanto el MAS, salió indemne de la contienda electoral última, aunque los datos reveladores arrojados deben merecer su adecuada apreciación, rompiendo su incrementada soberbia con su (re) elección , habiendo alcanzado un alto porcentaje que permitió que hasta sus detractores acérrimos reconocieran su liderazgo, negado hasta entonces. Su sombra ha favorecido a los candidatos impuestos, en muchos casos directamente por él, sin abrir posibilidad alguna al debate, al que convoca con frecuencia en sus innumerables apariciones públicas, entusiasmado al auditorio foráneo que admira “como expresión auténtica de la práctica democrática participativa”, en su intento por sustituir la representativa, condenada al archivo histórico por sus repetidos fracasos, pero esencialmente por incubar la corrupción.

No sufrió deterioro como líder, pero tiene entre líneas, mensajes valiosos que le señalan peligros inminentes, si opone resistencia a enmiendas políticas importantes. Tiene el control de seis gobernaciones, esencialmente por respaldo del electorado rural, que contrasta con la derrota del MAS en siete de las diez alcaldías importantes del país, por el voto citadino, y teóricamente con mayor instrucción, integrado por la postergada clase media, donde pervive la proscrita intelectualidad, cada vez menos visible por su automarginación, como por el olvido deliberado de quienes han decido copar los espacios de poder, y sus mecanismos, con adherentes sumisos, contrastando con la proclama repetida de ama llunk’u (no salamero) que voluntariamente y con alarde, han incorporado a la trilogía quechua (ama súa, ama llulla, ama k’ella).

Eligió como candidatos a quienes él quiso, por simpatía, quizá agradecimiento, o porque le dio la santa gana. Nadie de su entorno, ni el propio Álvaro García, ha podido persuadirlo por temor a caer en la lista de los malagradecidos o cuando menos desleales, como su ex aliado Juan del Granado, al que quería clonar para repetir buenos alcaldes en el país, que de héroe pasó en tiempo breve a villano, desde cuyo sitio le abre un significativo boquete al gobierno del MAS, que puede crecer. Hasta provocó un desafío electoral anticipado al propio Evo, al sacar a luz su intención de reelegirse el 2015 que esconde en la oscuridad de la cautela política.

Sin desgranar el rosario de sus desaciertos últimos, debe recordarse la sorpresa provocada a sus fieles y sacrificados seguidores del Plan 3000 de Santa Cruz, al nombrar candidato a alcalde a Roberto Fernández, a quien cinco años atrás postuló a la misma responsabilidad Jorge Quiroga, al que etiquetó como neoliberal para descalificarlo políticamente. Perdió la Alcaldía cruceña, cuando tenía la oportunidad, quizá no repetible, de ofrecer mejor batalla.

Una lección que debe Evo Morales aprender. Perdió el municipio de La Paz, donde el Ejecutivo tiene su sede. No fue plaza del MAS, pero en alianza con Del Granado hizo suya. Debía recordar antes de disparar adjetivos contra su ex aliado, que esa ciudad ha respaldo su proyecto de nuevo texto constitucional cuando por maniobras políticas reavivaron el litigio de la capitalidad, no tanto por reponer físicamente esa condición, como por determinar el fracaso de la Asamblea Constituyente, los posteriores han ratificado este extremo, rescatando los anteriores bajo esa lupa. Aquella vez se congregó en El alto a dos millones, una mitad de la histórica ciudad. No solo defendía la permanencia de la Sede de Gobierno, también lo hacía al proyecto de Evo Morales, de refundar el país.

En su propósito de “indigenizar” el poder, Evo Morales no ha copado los mecanismos del poder con gente impreparada, salvando las excepciones, que a título de profundizar la democracia participativa, sus decisiones terminaron por ser excluyentes, porque quienes terminan decidiendo, en los distintos niveles del poder, son y serán los de la cúpula del MAS, donde el deseo de Evo Morales será una orden, como ya se viene advirtiendo, malogrando de ese modo, aquí la historia parece repetirse, desafortunadamente, como sucedió hace menos de 60 años con la revolución nacional, y el proyecto de la UDP que se hizo añicos por acción externa, bien concebida, y la traición, sumada a la ambición interna, en una ceguera política que puso en duda la fortaleza de la izquierda.

Evo Morales debe modifica su conducta de hacer política, desistiendo de competir en la verborrea con Chávez, quien podría decir lo que dice, y no es insustancial, en menos tiempo, y renunciando a su deseo de superar el record de Fidel Castro en el uso de la palabra, podría tener tiempo suficiente para serenarse y decir lo que debe decir, después de meditar antes, y siempre consultando con los que más saben de su entorno, para evitar desdecirse, que le hace mal a un mandatario, sin renunciar al acto digno de reconocer un error, aunque este debe evitarse; si no es salvable, no debe ser frecuente. Si no lo hace, sus desengaños vendrán en cadena. La dispersa oposición será reestructurada, y probablemente surja un instrumento político de centro derecha, en este segundo mandato suyo, que replique al MAS con coherencia y perspectiva, sin renunciar a las conquistas últimas del propio MAS, evitando caer en la insensibilidad social.

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