¿Schumacher se olvidó de manejar?
Desde que volvió a la F1, no consiguió buenos resultados
Por Pablo Vignone
El alemán avivó la expectativa, pero el Mercedes GP que conduce no es un auto de punta. Sin embargo, le alcanzó a su coequiper Nico Rosberg para lograr mejores posiciones. El siete veces campeón acepta que no puede ganar carreras por ahora.
Cómodamente instalado en el sofá de terciopelo marrón pálido de su oficina de Knightsbridge, el exitoso bajito de pelo blanco vestido con traje gris camisa blanca y corbata de lana, se permite hacer notar una inquietud. “Estoy preocupado por el hecho de que el auto de Michael, y el de su copiloto Mr. Rosberg también, no están a su altura. Es un peligro, obviamente. La gente, me incluyo, espera grandes cosas de Michael y creo que no hay motivos por los cuales él no podría ganar el título si el auto es lo suficientemente bueno.”
Bernie Ecclestone trasuntó su preocupación antes de comenzar el Mundial 2010 de la Fórmula 1 en una charla con Ed Gorman, del Times. “Michael”, está claro, admite un solo apellido: Schumacher. Ya después de los ensayos de febrero, Ecclestone sabía que la enorme expectativa generada por el regreso del siete veces campeón mundial de F1 no iba a verse reflejada inmediatamente en resultados.
Corridas apenas dos carreras del Mundial, Bahrein y Australia, es honesto decir que los resultados no son nada auspiciosos. Y eso tampoco es apresurado. Si un piloto tiene como principal rival a su compañero de equipo, debe admitirse que Schumacher fue batido lisa y llanamente por su coequiper Nico Rosberg.
En Bahrein y Australia, Rosberg se clasificó 5º y 6º para largar; Schumacher fue siempre séptimo. Rosberg terminó en 6º y 5º lugares en ambas carreras; el ex Ferrari fue apenas 7º y 10º.
Con algunos agravantes, como el hecho de que casi todo el GP australiano Schumacher lo perdió a la cola del Toro Rosso del niño Jaime Alguersuari, que podría ser su hijo. Sólo un error postrero del español, a poco del final, le permitió al piloto de Mercedes adelantarse en procura del décimo puesto final.
¿Y qué decir del momento, festejado por muchos que reniegan de las dotes del ex ferrarista, en que Timo Glock lo superó con el Lotus-Cosworth un segundo después de que Schumi lo hubiera pasado a su vez?
¿Significa eso que Schumi se olvidó de conducir después de tres años de retiro? ¿Qué perdió el tren, el ritmo, el instinto? ¿Que la sangre joven es insustituible y que a los 41 años el entusiasmo y la voluntad no alcanzan por sí solos?
Parece exagerado. Es cierto lo que pregona Ecclestone: el Brawn 2009 se diseñó y construyó mientras todavía se llamaba Honda, con el dinero de los japoneses. Potente y generoso, aunque con zonas oscuras (como la incapacidad para calentar las cubiertas en clima frío), ese auto encandiló a Schumacher. Pero este Mercedes 2010 se pensó y pergeñó cuando el equipo ya daba señales de agotamiento económico como Brawn, y esas carencias se notan en la pista. De los Cuatro Grandes, Mercedes es el más chico.
Schumacher tiene explicaciones para todo. ¿Por qué no mejoró más en la clasificación de Australia? Porque lo tapó Alonso. ¿Por qué terminó tan atrás? Porque la carrera terminó cuando lo tocaron en la primera vuelta. ¿Por qué no remontó como lo hizo Alonso con la Ferrari? “Disfruté mucho con la lucha en Melbourne, aun cuando al final sólo consiguiera un punto.”
También escribió en su página web: “Si observamos la clasificación, creo que tanto Nico (Rosberg) como yo podíamos haber terminado de dos a tres puestos más arriba. Sin embargo, tuve una puesta a punto muy conservadora, pensando demasiado en la carrera, y además encontramos en la noche una fisura en mi alerón delantero que me costó tiempo. Haber largado más adelante en la carrera habría significado que podíamos competir por el podio”, dice. “Todo ello me demuestra que no estamos demasiado lejos y estoy seguro de que hay mucho por venir. Por eso podemos ir con el buen sentimiento a Malasia de que desde Bahrein hemos mejorado claramente”, señala.
La prensa italiana se mofó: “El brillo ya no luce en Schumi”, titula Il Corriere della Sera y La Ga-zzetta dello Sport comenta que “Schumi da la impresión de ser el hermano gemelo falso de Michael, que lo ganó todo”. Hasta los circunspectos ingleses tomaron nota: “Schumi no puede aguantar el ritmo”, opinó el Daily Mirror.
Este fin de semana, en Malasia, se escribirá un nuevo capítulo. “Tal vez no tengamos el coche para estar en las primeras posiciones por ahora, pero estamos trabajando para eso –reconoció–. Sé que la gente está hablando de mis resultados, pero creo que estamos haciendo lo que podemos ahora mismo. Nos gustaría decir que estamos ahora en posición para ganar esta carrera, pero ése no es el caso. No somos competitivos por el momento y hay mucho trabajo de desarrollo por hacer.”
Dos motivos técnicos pueden estar conspirando contra los resultados de Schumacher: su relación especial con Bridgestone, el proveedor japonés de neumáticos en la F-1, ya no es la que fue en la época de sus mayores éxitos con Ferrari; este año, además, se usan cubiertas delanteras más angostas, que por lógica proveen menos agarre a la trompa, lo que conspira contra el estilo natural de conducción de Schumacher, que siempre prefirió una trompa que “mordiera” para sus rápidos cambios de dirección.
Dos carreras son insuficientes para sacar juicio, mucho menos para condenarlo. Quizá Schumacher esté pagando el precio de tres años de inactividad, de sumarse a un equipo nuevo al que todavía no abroqueló en torno suyo, quizás está descubriendo que en su ausencia las cosas cambiaron demasiado y que los jóvenes ya no lo respetan.
Por Pablo Vignone
El alemán avivó la expectativa, pero el Mercedes GP que conduce no es un auto de punta. Sin embargo, le alcanzó a su coequiper Nico Rosberg para lograr mejores posiciones. El siete veces campeón acepta que no puede ganar carreras por ahora.
Cómodamente instalado en el sofá de terciopelo marrón pálido de su oficina de Knightsbridge, el exitoso bajito de pelo blanco vestido con traje gris camisa blanca y corbata de lana, se permite hacer notar una inquietud. “Estoy preocupado por el hecho de que el auto de Michael, y el de su copiloto Mr. Rosberg también, no están a su altura. Es un peligro, obviamente. La gente, me incluyo, espera grandes cosas de Michael y creo que no hay motivos por los cuales él no podría ganar el título si el auto es lo suficientemente bueno.”
Bernie Ecclestone trasuntó su preocupación antes de comenzar el Mundial 2010 de la Fórmula 1 en una charla con Ed Gorman, del Times. “Michael”, está claro, admite un solo apellido: Schumacher. Ya después de los ensayos de febrero, Ecclestone sabía que la enorme expectativa generada por el regreso del siete veces campeón mundial de F1 no iba a verse reflejada inmediatamente en resultados.
Corridas apenas dos carreras del Mundial, Bahrein y Australia, es honesto decir que los resultados no son nada auspiciosos. Y eso tampoco es apresurado. Si un piloto tiene como principal rival a su compañero de equipo, debe admitirse que Schumacher fue batido lisa y llanamente por su coequiper Nico Rosberg.
En Bahrein y Australia, Rosberg se clasificó 5º y 6º para largar; Schumacher fue siempre séptimo. Rosberg terminó en 6º y 5º lugares en ambas carreras; el ex Ferrari fue apenas 7º y 10º.
Con algunos agravantes, como el hecho de que casi todo el GP australiano Schumacher lo perdió a la cola del Toro Rosso del niño Jaime Alguersuari, que podría ser su hijo. Sólo un error postrero del español, a poco del final, le permitió al piloto de Mercedes adelantarse en procura del décimo puesto final.
¿Y qué decir del momento, festejado por muchos que reniegan de las dotes del ex ferrarista, en que Timo Glock lo superó con el Lotus-Cosworth un segundo después de que Schumi lo hubiera pasado a su vez?
¿Significa eso que Schumi se olvidó de conducir después de tres años de retiro? ¿Qué perdió el tren, el ritmo, el instinto? ¿Que la sangre joven es insustituible y que a los 41 años el entusiasmo y la voluntad no alcanzan por sí solos?
Parece exagerado. Es cierto lo que pregona Ecclestone: el Brawn 2009 se diseñó y construyó mientras todavía se llamaba Honda, con el dinero de los japoneses. Potente y generoso, aunque con zonas oscuras (como la incapacidad para calentar las cubiertas en clima frío), ese auto encandiló a Schumacher. Pero este Mercedes 2010 se pensó y pergeñó cuando el equipo ya daba señales de agotamiento económico como Brawn, y esas carencias se notan en la pista. De los Cuatro Grandes, Mercedes es el más chico.
Schumacher tiene explicaciones para todo. ¿Por qué no mejoró más en la clasificación de Australia? Porque lo tapó Alonso. ¿Por qué terminó tan atrás? Porque la carrera terminó cuando lo tocaron en la primera vuelta. ¿Por qué no remontó como lo hizo Alonso con la Ferrari? “Disfruté mucho con la lucha en Melbourne, aun cuando al final sólo consiguiera un punto.”
También escribió en su página web: “Si observamos la clasificación, creo que tanto Nico (Rosberg) como yo podíamos haber terminado de dos a tres puestos más arriba. Sin embargo, tuve una puesta a punto muy conservadora, pensando demasiado en la carrera, y además encontramos en la noche una fisura en mi alerón delantero que me costó tiempo. Haber largado más adelante en la carrera habría significado que podíamos competir por el podio”, dice. “Todo ello me demuestra que no estamos demasiado lejos y estoy seguro de que hay mucho por venir. Por eso podemos ir con el buen sentimiento a Malasia de que desde Bahrein hemos mejorado claramente”, señala.
La prensa italiana se mofó: “El brillo ya no luce en Schumi”, titula Il Corriere della Sera y La Ga-zzetta dello Sport comenta que “Schumi da la impresión de ser el hermano gemelo falso de Michael, que lo ganó todo”. Hasta los circunspectos ingleses tomaron nota: “Schumi no puede aguantar el ritmo”, opinó el Daily Mirror.
Este fin de semana, en Malasia, se escribirá un nuevo capítulo. “Tal vez no tengamos el coche para estar en las primeras posiciones por ahora, pero estamos trabajando para eso –reconoció–. Sé que la gente está hablando de mis resultados, pero creo que estamos haciendo lo que podemos ahora mismo. Nos gustaría decir que estamos ahora en posición para ganar esta carrera, pero ése no es el caso. No somos competitivos por el momento y hay mucho trabajo de desarrollo por hacer.”
Dos motivos técnicos pueden estar conspirando contra los resultados de Schumacher: su relación especial con Bridgestone, el proveedor japonés de neumáticos en la F-1, ya no es la que fue en la época de sus mayores éxitos con Ferrari; este año, además, se usan cubiertas delanteras más angostas, que por lógica proveen menos agarre a la trompa, lo que conspira contra el estilo natural de conducción de Schumacher, que siempre prefirió una trompa que “mordiera” para sus rápidos cambios de dirección.
Dos carreras son insuficientes para sacar juicio, mucho menos para condenarlo. Quizá Schumacher esté pagando el precio de tres años de inactividad, de sumarse a un equipo nuevo al que todavía no abroqueló en torno suyo, quizás está descubriendo que en su ausencia las cosas cambiaron demasiado y que los jóvenes ya no lo respetan.