Demanda aplana oferta holetera en Cochabamba y Tiquipaya
Por Coco Cuba, Abi
La ciudad de Cochabamba y su extensión urbana, el poblado de Tiquipaya, quedarán irremediablemente pequeñas ante la enorme expectativa que ha despertado la celebración de la primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra (CMPCC), que tendrá lugar en ambas urbes en el centro de Bolivia los días 20 y 22 de abril.
A tres días de la inauguración de la Conferencia, la capacidad hotelera de Cochabamba, tercera ciudad en importancia y cuarta más poblada de Bolivia, prácticamente ha colapsado y este domingo, cuando se prevé la llegada de el grueso de los más de 15.000 delegados de pueblos y naciones originarias de 101 países del orbe "no habrá una sola cama", según un operador de turismo consultado por la ABI.
"Tenemos reservas y pedidos en lista de espera de reservas que doblan y hasta triplican nuestras posibilidades", dijo Víctor en un intento por descargar la ansiedad que genera la oportunidad de "ganar plata" y no poder materializarla por la capacidad limitada de hospedaje, en un momento extraordinario.
Cochabamba, a 12 km de Tiquipaya (ciudad de las flores en quechua) y a 400 km de La Paz, recibirá el impacto de la oleada de visitantes. Su capacidad de entre 1.500 y 2.000 literas está a punto de ser desbordada.
Equidistante entre Cochabamba y Tiquipaya se encuentra la localidad urbana de Quillacollo, cuya capacidad hotelera también se encontraba conmocionada, constató en terreno un periodista de la ABI.
Las previsiones más optimistas dictan que a mediodía del domingo no habrá una sola cama en Cochabamba y su continuo urbano Quillacollo.
Contrario a lo que se podría esperar en una coyuntura de demanda multiplicada y una oferta contraída, los precios no se han disparado. Y se si se espera una escalada, será entre domingo y lunes.
Es el caso del hotel Ñawpa House, una fusión entre el quechua y el inglés, que traducida al castellano quiere decir Casa Antigua.
Esta coqueta hospedería emplazada en la calle España, entre las vías Colombia y Ecuador, en el casco antiguo de Cochabamba, recibió al comenzar la semana a una delegación de 20 peruanos, cuyos guías anunciaron "que se van el sábado", antes del mediodía.
"La señora", es decir la propietaria del establecimiento, ha comprometido las habitaciones, a 110 bolivianos (15 dólares) la noche, apenas "los peruanos" pongan un pie en el autobús que los trasladará a La Paz, desde donde la emprenderán retorno a casa, dijo uno de sus empleados.
Los hoteles exclusivos de Cochabamba están a reventar, los de 3 estrellas no aguantan un pedido más y los hospedajes de 'medio pelo' también viven un momento de oro.
Todos salvarán la cosecha, entre domingo y viernes, cuando este huracán "por la vida, la humanidad y el planeta", que el presidente Evo Morales, opuesto en rotundo a que el planeta perezca en décadas a merced de las emisiones de dióxido de carbono que las potencias industrializadas mundiales exudan sin fatiga para engordar sus capitales, ha puesto en vías del paroxismo.
Los mandatarios de Venezuela, Hugo Chávez; de Ecuador, Rafael Correa; de Paraguay, Fernando Lugo y de Nicaragua, Daniel Ortega, han afirmado su presencia en Tiquipaya.
Los propietarios de domicilios particulares han visto el negocio y, en la orilla de la insinuación, ofrecen "cuartos con dos o tres camitas" a los forasteros que recorren la popularísima Cancha, un centro de abasto popular donde, a precios todavía módicos, se puede acceder a los mejores platillos de la reputada cocina cochabambina.
Convencida de que habrá más venta que la habitual, Irma, una quechua "ca'chamoza" (bien perecida), de torneados y relucientes muslos que exprofeso deja ver tras un transparente pollerín, se ha armado de más toronjas y naranjas que los de costumbre y a 3 bolivianos el vaso, de 200 cc, ofrece el extracto de ambos cítricos en una de las esquinas de la Plaza 14 de Septiembre, en el corazón de esta Cochabamba, estos días ya taquicárdica.
"Hay que ganar, pues", contesta timorata esta indígena quechua que frisa los 30 y que se propone hacer "buenos" pesos en la caliente Cochabamba sede de la CMPCC.
Si el hopedaje tocará su límite, el transporte también.
Un taxi entre los 12 km de vía asfaltada que vinculan Cochabamba y Tiquipaya cuesta 15 bolivianos (poco más de 2 dólares), aunque uno puede montarse en un 'taxitrufi' (de ruta fija) que admite cinco pasajeros, cada uno por 3 bolivianos y uno de ellos al lado del chófer, con el freno de mano incrustado entre el nervio ciático y el recto, inflamado además por el calor que desprende, en ese punto, el motor del coche en marcha.
Amelijildo o algo por el estilo, el chófer de uno de esos automóviles que llevan en el parabrisa un enorme letrero con la inscripción 106, no sopesa que en estos días puede ganar más centavos que siempre. El domingo "me iré a bailar y me soplaré unas chichas (fermento de maíz)", reconoce sin rubor.
"¡Bah!, si es mi único día de descanso", espeta sin retirar la vista de la ruta plagada de canes en trance de procreación, mientras minimiza las sugerencias de su ocasional interlocutor y pasajero.
Habla quedo y no se escuchan sus argumentos porque le ha dado a su radio volumen enloquecedor.
'Chicj, Chicj, Chicj' desprende el aparato que irrita incluso al vástago de una mujer que con varios bultos se ha arrellando en el asiento trasero del 'taxitrufi' en que se apiñan tres viajeros a Tiquipaya.
Hay casas de campo que se ofrecen en este poblado de las flores, verde de principios a fin y pleno de enormes eucaliptos cuyas frondas lo pintan más verde aún.
"Tengo una casa de campo, señor, se la puedo limpiar, le doy desayuno y le hago la cama todos los días (..) cuántos son ustedes", inquiere una mujer metida en el asiento delantero de una vagoneta 4X4. Su pareja luce avergonzada y mira en otra dirección.
A más huéspedes, más ganancias y menor tarifa por cama. Esa la lógica imperante para embolsar 100 dólares en pocos días y, de paso, ver la casa que está abandonada.
Aunque caserones incluso suntuarios se dejan admirar en la entrada a Tiquipaya, popular por el campus de la Universidad del Valle, que ocupa varias hectáreas y donde estudian medicina cientos de brasileños y el chick hotel Regina, de 5 estrellas y también extendido sobre una prolija sabana verde, este poblado suburbano de 4.000 habitantes, que entre lunes y viernes deberá contener a 15.000 forasteros, Dios sabe cómo, no deja de ser la bella campiña que siempre fue.
Tiquipaya, de calles polvorientas, sin alcantarilla, huertos y quintas llenas de árboles de donde cuelgan brillosas mandarinas y donde los lugareños preparan platillos para mitigar el hambre de sus eventuales visitantes que, por efecto de una Ley Seca, no podrán hacer resbalar por sus gargantas nada que contenga alcohol, se pondrá en el Mapamundi, en un intento de ser la contracara de la moderna europea Copenhague, capital de Dinamarca, donde en diciembre pasado las potencias industriales se negaron con eufemismos a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y a ponerle, en consecuencia, un febrífugo al Planeta que ve derretirse, en diversas partes del globo, sus hielos, nieves sempiternas y eructar a los volcanes.
La ciudad de Cochabamba y su extensión urbana, el poblado de Tiquipaya, quedarán irremediablemente pequeñas ante la enorme expectativa que ha despertado la celebración de la primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra (CMPCC), que tendrá lugar en ambas urbes en el centro de Bolivia los días 20 y 22 de abril.
A tres días de la inauguración de la Conferencia, la capacidad hotelera de Cochabamba, tercera ciudad en importancia y cuarta más poblada de Bolivia, prácticamente ha colapsado y este domingo, cuando se prevé la llegada de el grueso de los más de 15.000 delegados de pueblos y naciones originarias de 101 países del orbe "no habrá una sola cama", según un operador de turismo consultado por la ABI.
"Tenemos reservas y pedidos en lista de espera de reservas que doblan y hasta triplican nuestras posibilidades", dijo Víctor en un intento por descargar la ansiedad que genera la oportunidad de "ganar plata" y no poder materializarla por la capacidad limitada de hospedaje, en un momento extraordinario.
Cochabamba, a 12 km de Tiquipaya (ciudad de las flores en quechua) y a 400 km de La Paz, recibirá el impacto de la oleada de visitantes. Su capacidad de entre 1.500 y 2.000 literas está a punto de ser desbordada.
Equidistante entre Cochabamba y Tiquipaya se encuentra la localidad urbana de Quillacollo, cuya capacidad hotelera también se encontraba conmocionada, constató en terreno un periodista de la ABI.
Las previsiones más optimistas dictan que a mediodía del domingo no habrá una sola cama en Cochabamba y su continuo urbano Quillacollo.
Contrario a lo que se podría esperar en una coyuntura de demanda multiplicada y una oferta contraída, los precios no se han disparado. Y se si se espera una escalada, será entre domingo y lunes.
Es el caso del hotel Ñawpa House, una fusión entre el quechua y el inglés, que traducida al castellano quiere decir Casa Antigua.
Esta coqueta hospedería emplazada en la calle España, entre las vías Colombia y Ecuador, en el casco antiguo de Cochabamba, recibió al comenzar la semana a una delegación de 20 peruanos, cuyos guías anunciaron "que se van el sábado", antes del mediodía.
"La señora", es decir la propietaria del establecimiento, ha comprometido las habitaciones, a 110 bolivianos (15 dólares) la noche, apenas "los peruanos" pongan un pie en el autobús que los trasladará a La Paz, desde donde la emprenderán retorno a casa, dijo uno de sus empleados.
Los hoteles exclusivos de Cochabamba están a reventar, los de 3 estrellas no aguantan un pedido más y los hospedajes de 'medio pelo' también viven un momento de oro.
Todos salvarán la cosecha, entre domingo y viernes, cuando este huracán "por la vida, la humanidad y el planeta", que el presidente Evo Morales, opuesto en rotundo a que el planeta perezca en décadas a merced de las emisiones de dióxido de carbono que las potencias industrializadas mundiales exudan sin fatiga para engordar sus capitales, ha puesto en vías del paroxismo.
Los mandatarios de Venezuela, Hugo Chávez; de Ecuador, Rafael Correa; de Paraguay, Fernando Lugo y de Nicaragua, Daniel Ortega, han afirmado su presencia en Tiquipaya.
Los propietarios de domicilios particulares han visto el negocio y, en la orilla de la insinuación, ofrecen "cuartos con dos o tres camitas" a los forasteros que recorren la popularísima Cancha, un centro de abasto popular donde, a precios todavía módicos, se puede acceder a los mejores platillos de la reputada cocina cochabambina.
Convencida de que habrá más venta que la habitual, Irma, una quechua "ca'chamoza" (bien perecida), de torneados y relucientes muslos que exprofeso deja ver tras un transparente pollerín, se ha armado de más toronjas y naranjas que los de costumbre y a 3 bolivianos el vaso, de 200 cc, ofrece el extracto de ambos cítricos en una de las esquinas de la Plaza 14 de Septiembre, en el corazón de esta Cochabamba, estos días ya taquicárdica.
"Hay que ganar, pues", contesta timorata esta indígena quechua que frisa los 30 y que se propone hacer "buenos" pesos en la caliente Cochabamba sede de la CMPCC.
Si el hopedaje tocará su límite, el transporte también.
Un taxi entre los 12 km de vía asfaltada que vinculan Cochabamba y Tiquipaya cuesta 15 bolivianos (poco más de 2 dólares), aunque uno puede montarse en un 'taxitrufi' (de ruta fija) que admite cinco pasajeros, cada uno por 3 bolivianos y uno de ellos al lado del chófer, con el freno de mano incrustado entre el nervio ciático y el recto, inflamado además por el calor que desprende, en ese punto, el motor del coche en marcha.
Amelijildo o algo por el estilo, el chófer de uno de esos automóviles que llevan en el parabrisa un enorme letrero con la inscripción 106, no sopesa que en estos días puede ganar más centavos que siempre. El domingo "me iré a bailar y me soplaré unas chichas (fermento de maíz)", reconoce sin rubor.
"¡Bah!, si es mi único día de descanso", espeta sin retirar la vista de la ruta plagada de canes en trance de procreación, mientras minimiza las sugerencias de su ocasional interlocutor y pasajero.
Habla quedo y no se escuchan sus argumentos porque le ha dado a su radio volumen enloquecedor.
'Chicj, Chicj, Chicj' desprende el aparato que irrita incluso al vástago de una mujer que con varios bultos se ha arrellando en el asiento trasero del 'taxitrufi' en que se apiñan tres viajeros a Tiquipaya.
Hay casas de campo que se ofrecen en este poblado de las flores, verde de principios a fin y pleno de enormes eucaliptos cuyas frondas lo pintan más verde aún.
"Tengo una casa de campo, señor, se la puedo limpiar, le doy desayuno y le hago la cama todos los días (..) cuántos son ustedes", inquiere una mujer metida en el asiento delantero de una vagoneta 4X4. Su pareja luce avergonzada y mira en otra dirección.
A más huéspedes, más ganancias y menor tarifa por cama. Esa la lógica imperante para embolsar 100 dólares en pocos días y, de paso, ver la casa que está abandonada.
Aunque caserones incluso suntuarios se dejan admirar en la entrada a Tiquipaya, popular por el campus de la Universidad del Valle, que ocupa varias hectáreas y donde estudian medicina cientos de brasileños y el chick hotel Regina, de 5 estrellas y también extendido sobre una prolija sabana verde, este poblado suburbano de 4.000 habitantes, que entre lunes y viernes deberá contener a 15.000 forasteros, Dios sabe cómo, no deja de ser la bella campiña que siempre fue.
Tiquipaya, de calles polvorientas, sin alcantarilla, huertos y quintas llenas de árboles de donde cuelgan brillosas mandarinas y donde los lugareños preparan platillos para mitigar el hambre de sus eventuales visitantes que, por efecto de una Ley Seca, no podrán hacer resbalar por sus gargantas nada que contenga alcohol, se pondrá en el Mapamundi, en un intento de ser la contracara de la moderna europea Copenhague, capital de Dinamarca, donde en diciembre pasado las potencias industriales se negaron con eufemismos a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y a ponerle, en consecuencia, un febrífugo al Planeta que ve derretirse, en diversas partes del globo, sus hielos, nieves sempiternas y eructar a los volcanes.