Hernán Rivera: "Trabajé en el desierto más cabrón del mundo"

Hernán Rivera ha recibido la noticia del premio "acostadito en la cama", a las ocho y media de la mañana. No tuvo tiempo de ir al café donde cada día pasa horas pensando y escribiendo para ver a sus viejos compañeros de la mina. Porque Rivera, trabajó durante 30 años en el desierto de Atacama, en la Pampa chilena. Ahí, tras una infancia, "la mejor del mundo", en la que salía a predicar con su padre, descubrió su vocación literaria.


"Es el desierto más cabrón del mundo. Con una temperatura durante el día de más de 46 grados y que bajaba por la noche hasta diez grados. Tenía un sueldo miserable y un trabajo a flor de tierra y viento. Era muy duro", recuerda por teléfono. En ese ambiente, rodeado de hombres que pensaban que la poesía era "cosa de señoritas o maricones", comenzó Rivera a escribir en una absoluta soledad. "Lo poco o nada que sé lo aprendí leyendo a los maestros".

Su nueva novela, El arte de la resurrección, tiene mucho de su vida. El desierto, las minas, la religión o las "putas". "Sin ellas, conquistar el desierto hubiera sido doblemente duro. Hicieron una gran labor social", recuerda a propósito del refugio que encontraban los mineros en ellas.
Dice que el premio, unos 130.000 euros, "lo contará y luego lo gastará", como debe hacerse siempre con la plata. Aunque hubo un tiempo en que a los concursos literarios, quien hoy todavía se considera un escritor proletario, se presentaba sólo "por una cena".

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