Hernán Rivera: "Trabajé en el desierto más cabrón del mundo"

"Es el desierto más cabrón del mundo. Con una temperatura durante el día de más de 46 grados y que bajaba por la noche hasta diez grados. Tenía un sueldo miserable y un trabajo a flor de tierra y viento. Era muy duro", recuerda por teléfono. En ese ambiente, rodeado de hombres que pensaban que la poesía era "cosa de señoritas o maricones", comenzó Rivera a escribir en una absoluta soledad. "Lo poco o nada que sé lo aprendí leyendo a los maestros".
Su nueva novela, El arte de la resurrección, tiene mucho de su vida. El desierto, las minas, la religión o las "putas". "Sin ellas, conquistar el desierto hubiera sido doblemente duro. Hicieron una gran labor social", recuerda a propósito del refugio que encontraban los mineros en ellas.
Dice que el premio, unos 130.000 euros, "lo contará y luego lo gastará", como debe hacerse siempre con la plata. Aunque hubo un tiempo en que a los concursos literarios, quien hoy todavía se considera un escritor proletario, se presentaba sólo "por una cena".