Sin tetas no hay paraíso
Fernando Ravsberg
"Yo no me lo puedo creer, le pregunté a mi hija que quería que le llevara de regalo y me pidió un par de tetas", me comentó, escandalizada, una emigrada. Le expliqué que era normal, que los implantes de silicona son la última moda entre las chicas cubanas.
La demanda es enorme y no es extraño, debe ser el único país donde las operaciones de cirugía estética son gratuitas. Pueden recortarse los párpados, quitarse un poco de barriga, mejorarse el perfil con una bella nariz o remodelar los senos.
No hay que ser muy observador para ver el cambio en las calles. Empezó siendo exclusividad de la farándula, pero ya la moda se extendió al resto de la gente. Entre mis amistades hay varias operadas: una ingeniera, la dueña de una cafetería, una abogada y un ama de casa.
Los médicos me cuentan que es tal la lista de espera que el Ministerio de Salud Pública ha decidido "protocolizar" los implantes mamarios, los cuales hasta ahora utilizaban los espacios de tiempo libres en los salones quirúrgicos de los hospitales.
Las operaciones se realizan desde hace mucho tiempo atrás. Incluso en mi barrio vive un cirujano plástico que perdió su título hace 10 años por ponerle implantes a un travesti, sin la debida autorización del hospital en el que trabajaba.
Los médicos empezaron introduciendo el implante a través de un corte realizado debajo del seno pero ya en la actualidad varios lo hacen en el mismo pezón, con lo que se disimula mucho más la herida y por ende mejora la estética.
En Cuba no hay donde comprar estas prótesis así que se están importando. Las traen los emigrados desde EE.UU., los cooperantes cubanos en Venezuela, los viajeros que van y vienen al Ecuador y, los más adinerados, las buscan en Francia o España.
La demanda es tan grande que se ha montado un negocio en el que no pocas personas viven de traer tetas desde el exterior. En la aduana del aeropuerto las dejan pasar sin abrirlas porque deben llegar al salón en su envoltura aséptica original.
El costo es relativamente alto. Un par de implantes en el mercado negro cuesta alrededor de US$700 si es de fabricación china y US$900 si es europeo. A eso hay que sumarle algún que otro regalito para que el cirujano encuentre rápidamente un espacio en el quirófano.
Me acerqué a una de las consultas postoperatorias y me senté a oír las conversaciones. Casi todas las chicas hablaban de los espantosos dolores de los primeros dos días pero ninguna dijo arrepentirse, muy por el contrario encontré hasta reincidentes.
Llegó una mujer que hacía años se había puesto ya implantes mamarios de 300cc como la mayoría de las cubanas que estaban allí. Sin embargo, esta señora de 40 y tantos y de muy buen ver, buscaba una nueva operación para ponerse 500cc de silicona.
La fisonomía de la cubana está cambiando, las "criollitas" dibujadas por el caricaturista Wilson con piel de caramelo, grandes fondillos, muslos gruesos y escasos senos podrían pasar a la historia por nuevos cuerpos moldeados a base de silicona y bisturí.
Oficialmente el comunismo proclama que lo importante es la ideología de la mujer mientras que los religiosos afirman que los implantes son un pecado contra la obra de Dios. Sin embargo, marxistas y cristianos pierden los ojos tras la belleza de esos poliméricos sintéticos.
Pero no todos aprueban la operación, un cirujano amigo mío se opone radicalmente. Afirma que "hay que estar loco para entrar a un salón por gusto, la gente no sabe el riesgo que corre". Se lo dice a todas las chicas pero hasta ahora no ha tenido mucho éxito en su campaña.