Palermo alcanzó el récord de Cherro
Buenos Aires, Clarin
Será cuestión de creer nomás que es el escritor involuntario de su propio guión. Porque Martín Palermo parece de fábula: una historia de cine con carácter fantástico, con un protagonista exclusivo y superhéroe que a veces parece falible, pero que -casi invariablemente- resulta victorioso.
Sí, el Titán parece todo eso. Y un poco más: habita la certeza de que el tiempo construirá mitologías y leyendas a su alrededor. Sin embargo, aunque parezca, no hay nada mágico: Palermo es un goleador impresionante. Y los números son los que mejor hablan de él: ayer, cuando la tarde de Liniers se hacía noche, hizo su 218° gol en Boca.
Esa definición, a los 39 minutos del primer tiempo, significó un episodio memorable en su vida y también en la del club en el que más jugó y del que es ídolo: Palermo alcanzó a Roberto Cherro como el máximo anotador de los 105 años de historia de Boca. Tuvo una curiosidad esa jugada que quedará en cualquier documental que se filme sobre este platense que vive del gol: la asistencia -el toque del desequilibrio- fue un aporte de Juan Román Riquelme, su presunto rival en la interna de Boca. Quiso el destino que estuvieran juntos en el día del récord.
También hubo suspenso en su jornada. Trece minutos antes del gol sin olvido, Palermo lidió contra su estigma: el penal. Luego de convertir 11 de manera consecutiva (por torneos locales), esta vez no pudo contra Germán Montoya. El arquero de Vélez se tiró hacia su izquierda y la pelota voló hacia él. El mismo futbolista que tiene el récord de tres penales desperdiciados en un partido (con la Selección, ante Colombia, por la Copa América de 1999) estaba en ese momento a muy poco de grabar su nombre, su apellido y su apodo en el bronce. Con su gol, además, se instaló como el máximo anotador del Torneo Clausura con seis conquistas.
Con sus goles es el sostén de un Boca con dificultades, que apenas sumó un triunfo en seis fechas. Y tal condición es también una obligación para los dirigentes: su contrato finalizará en junio y dejar ir al futbolista dueño de la historia no parece una decisión atractiva a los ojos de los hinchas y/o de los socios. Antes y después de su hito y de su grito, Palermo jugó bien en el marco de un partidazo. No sólo en el área, también fuera de ella.
El mejor ejemplo fue su participación en el tercer gol convertido por Nicolás Gaitán. Pero tuvo que salir por una lesión (sufrió una contractura en el gluteo izquierdo) a los 18 minutos del segundo tiempo. Lo reemplazó Lucas Viatri, su pretendiente de sucesor. Aquel gol resultó también un homenaje a Cherro, ese crack al que casi nadie vio jugar pero del que todos conocen su proeza: jugó con la camiseta azul y oro entre 1926 y 1938 y en 305 partidos hizo 218 tantos y ganó siete títulos. Tenía dos apodos que también lo definían como futbolista: Cabecita de Oro y El Apilador. Ayer, tal vez, desde algún lugar de ese cielo que mereció durante sus 59 años de vida estuvo aplaudiendo.