Otro escándalo de ocultación de abusos a menores salpica al Papa
El Vaticano no castigó a un cura pederasta porque estaba "muy enfermo" cuando Benedicto XVI era cardenal.- El portavoz vaticano niega que la ley canónica prohíba denunciar a la justicia.- La Santa Sede acusa a la prensa de "golpear" al Papa.
Miguel Mora, El País
El diario estadounidense cuenta hoy que en 1996 el entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no respondió a dos cartas sobre el caso enviadas por el arzobispo de Milwaukee. En ellas se señalaba como autor de los abusos a Murphy, que trabajó en una prestigiosa escuela para niños sordos entre 1950 y 1974. Pese a las repetidas advertencias, se optó por intentar acallar el asunto para evitar el escándalo en vez de expulsar al eclesiástico. Los documentos se han hecho públicos ahora, durante un juicio contra la Archidiócesis de Milwaukee.
L'Osservatore Romano, el diario oficioso de la Santa Sede, negó las imputaciones y acusó a la prensa de "un evidente e innoble intento de golpear, a toda costa, a Benedicto XVI y sus más estrechos colaboradores".
El caso de Murphy, afirma The New York Times, es uno de los miles que durante décadas miembros de la Iglesia han dirigido a la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por Ratzinger entre 1981 y 2005, y encargada de decidir las expulsiones y canonizaciones.
Ocho meses después de que Ratzinger recibiese las cartas, su número dos, el cardenal Tarcisio Bertone, actual secretario de Estado del Vaticano, ordenó a los obispos de Wisconsin comenzar un juicio canónico secreto que podía haber llevado a la expulsión de Murphy. Pero Bertone paró el proceso después de que Murphy escribiera a Ratzinger explicando que no debería ser enjuiciado pues estaba enfermo y arrepentido, cuenta el rotativo. "Solamente quiero vivir el tiempo que me queda en la dignidad del sacerdocio", suplicaba Murphy en la misiva. "Solicito su bondad en este asunto", clamaba a Ratzinger. Los archivos no contienen la respuesta del hoy Papa.
En lugar de ser castigado, Murphy fue trasladado en 1974 del Arzobispado William E. Cousins de Milwaukee a la Diócesis Superior, en el norte de este Estado, donde pasó los últimos 24 años trabajando con niños en colegios e iglesias parroquiales, y hasta en un centro de detención juvenil, detalla The New York Times. Murió en 1998.
El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, ha publicado hoy completa la nota enviada al diario estadounidense en la que afirma que no se castigó a Murphy porque estaba "muy enfermo". Lombardi subraya que el Vaticano solo fue informado del caso en 1996, años después de que la investigación hubiera terminado, y afirma que el cura no fue expulsado del clero "porque el derecho canónico no prevé castigos automáticos". La realidad es que algunos delitos sí prevén ese tipo de correctivo: la revelación del secreto del sumario, por ejemplo, está penada por el código canónico con la excomunión automática.
El comunicado oficial indica que, al abusar sexualmente de niños sordos, el padre Murphy "violó la ley, y cosa aún más importante, la sagrada fe que las víctimas pusieron en él". Lombardi aprovecha para recordar que "las normas de la Iglesia no han prohibido nunca denunciar los abusos a menores a las autoridades judiciales". Pero la afirmación es cuando menos dudosa: tanto el Código como la instrucción Crimen Sollicitationis, de 1962, penan severamente la revelación de los casos juzgados por el Vaticano, y la costumbre durante decenios ha sido no denunciar a los criminales a la justicia y lavar en casa los trapos sucios para tratar de evitar el escándalo.
Roberto Mirabile, el presidente de la asociación italiana de víctimas de la pederastia Caramelo Bueno, que asesora desde hace 13 años a jóvenes que han sufrido abusos, explica a El PAÍS: "Ni los obispos en sus diócesis, ni la propia Curia, ni siquiera el tribunal de la Congregación para la Doctrina de la Fe han enviado jamás a un cura a la cárcel por un crimen pederasta". "Al revés -prosigue-, se han limitado a trasladar a los culpables de diócesis en diócesis, permitiendo que los criminales continuaran abusando impunemente y convirtiéndose así en encubridores y cómplices con el terrible agravante de su autoridad moral".
Detenciones en la Plaza de San Pedro
Miembros de SNAP, organización estadounidense de víctimas de abusos de la Iglesia católica, se han concentrado esta mañana en la Plaza de San Pedro del Vaticano para denunciar los abusos del padre Murphy y han repartido octavillas en las que se narran los detalles del caso. Cuatro miembros de la organización han sido detenidos por la policía mientras hablaban con los periodistas, entre ellos la presidenta de Snap, Barbara Blaine, quien, visiblemente nerviosa, preguntaba en inglés a los agentes si había hecho algo malo y pedía a los fotógrafos que tomasen imágenes de lo que estaba pasando.
En medio de este rosario de escándalos y revelaciones sobre abusos que salpican a la Iglesia católica, el Papa ha recibido hoy a los obispos escandinavos en audiencia, y ha defendido los derechos del embrión sobre el "supuesto" derecho a abortar. El "derecho de los niños a ser concebidos y llevados en el útero, venir al mundo y crecer en el seno del matrimonio" es un "derecho fundamental" al que se debe "dar prioridad" sobre "otros modelos de familia" y sobre "el supuesto derecho al aborto", ha dicho Ratzinger.
Miguel Mora, El País
El diario estadounidense cuenta hoy que en 1996 el entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no respondió a dos cartas sobre el caso enviadas por el arzobispo de Milwaukee. En ellas se señalaba como autor de los abusos a Murphy, que trabajó en una prestigiosa escuela para niños sordos entre 1950 y 1974. Pese a las repetidas advertencias, se optó por intentar acallar el asunto para evitar el escándalo en vez de expulsar al eclesiástico. Los documentos se han hecho públicos ahora, durante un juicio contra la Archidiócesis de Milwaukee.
L'Osservatore Romano, el diario oficioso de la Santa Sede, negó las imputaciones y acusó a la prensa de "un evidente e innoble intento de golpear, a toda costa, a Benedicto XVI y sus más estrechos colaboradores".
El caso de Murphy, afirma The New York Times, es uno de los miles que durante décadas miembros de la Iglesia han dirigido a la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por Ratzinger entre 1981 y 2005, y encargada de decidir las expulsiones y canonizaciones.
Ocho meses después de que Ratzinger recibiese las cartas, su número dos, el cardenal Tarcisio Bertone, actual secretario de Estado del Vaticano, ordenó a los obispos de Wisconsin comenzar un juicio canónico secreto que podía haber llevado a la expulsión de Murphy. Pero Bertone paró el proceso después de que Murphy escribiera a Ratzinger explicando que no debería ser enjuiciado pues estaba enfermo y arrepentido, cuenta el rotativo. "Solamente quiero vivir el tiempo que me queda en la dignidad del sacerdocio", suplicaba Murphy en la misiva. "Solicito su bondad en este asunto", clamaba a Ratzinger. Los archivos no contienen la respuesta del hoy Papa.
En lugar de ser castigado, Murphy fue trasladado en 1974 del Arzobispado William E. Cousins de Milwaukee a la Diócesis Superior, en el norte de este Estado, donde pasó los últimos 24 años trabajando con niños en colegios e iglesias parroquiales, y hasta en un centro de detención juvenil, detalla The New York Times. Murió en 1998.
El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, ha publicado hoy completa la nota enviada al diario estadounidense en la que afirma que no se castigó a Murphy porque estaba "muy enfermo". Lombardi subraya que el Vaticano solo fue informado del caso en 1996, años después de que la investigación hubiera terminado, y afirma que el cura no fue expulsado del clero "porque el derecho canónico no prevé castigos automáticos". La realidad es que algunos delitos sí prevén ese tipo de correctivo: la revelación del secreto del sumario, por ejemplo, está penada por el código canónico con la excomunión automática.
El comunicado oficial indica que, al abusar sexualmente de niños sordos, el padre Murphy "violó la ley, y cosa aún más importante, la sagrada fe que las víctimas pusieron en él". Lombardi aprovecha para recordar que "las normas de la Iglesia no han prohibido nunca denunciar los abusos a menores a las autoridades judiciales". Pero la afirmación es cuando menos dudosa: tanto el Código como la instrucción Crimen Sollicitationis, de 1962, penan severamente la revelación de los casos juzgados por el Vaticano, y la costumbre durante decenios ha sido no denunciar a los criminales a la justicia y lavar en casa los trapos sucios para tratar de evitar el escándalo.
Roberto Mirabile, el presidente de la asociación italiana de víctimas de la pederastia Caramelo Bueno, que asesora desde hace 13 años a jóvenes que han sufrido abusos, explica a El PAÍS: "Ni los obispos en sus diócesis, ni la propia Curia, ni siquiera el tribunal de la Congregación para la Doctrina de la Fe han enviado jamás a un cura a la cárcel por un crimen pederasta". "Al revés -prosigue-, se han limitado a trasladar a los culpables de diócesis en diócesis, permitiendo que los criminales continuaran abusando impunemente y convirtiéndose así en encubridores y cómplices con el terrible agravante de su autoridad moral".
Detenciones en la Plaza de San Pedro
Miembros de SNAP, organización estadounidense de víctimas de abusos de la Iglesia católica, se han concentrado esta mañana en la Plaza de San Pedro del Vaticano para denunciar los abusos del padre Murphy y han repartido octavillas en las que se narran los detalles del caso. Cuatro miembros de la organización han sido detenidos por la policía mientras hablaban con los periodistas, entre ellos la presidenta de Snap, Barbara Blaine, quien, visiblemente nerviosa, preguntaba en inglés a los agentes si había hecho algo malo y pedía a los fotógrafos que tomasen imágenes de lo que estaba pasando.
En medio de este rosario de escándalos y revelaciones sobre abusos que salpican a la Iglesia católica, el Papa ha recibido hoy a los obispos escandinavos en audiencia, y ha defendido los derechos del embrión sobre el "supuesto" derecho a abortar. El "derecho de los niños a ser concebidos y llevados en el útero, venir al mundo y crecer en el seno del matrimonio" es un "derecho fundamental" al que se debe "dar prioridad" sobre "otros modelos de familia" y sobre "el supuesto derecho al aborto", ha dicho Ratzinger.