Liga: Wilstermann se despertó a tiempo
José Vladimir Nogales
El Wilstermann de los últimos tiempos tiene la extraña singularidad de asemejarse a esos espejos que deforman realidades y que confunden más de lo que difunden. Así, en el club de la sonrisa esquiva, todo lo que por allí pasa se potencia al máximo. Para bien o para mal. Entonces, lo malo se vuelve terriblemente malo. Y lo bueno, por más que sea útil y necesario, como el triunfo (2-0) sobre Real Potosí, parece definitivamente muy bueno. ¿A qué viene esto? Viene al caso para explicar por qué un simple partido ganado a un rival limitado e inocente (que aún padece la depresiva secuela de su traumática eliminación de la Copa Libertadores), le hizo creer a todo el mundo que éste es el momento del despegue.
¿Y por qué no? Es que los dos goles y los tres puntos vinieron a ser para este necesitado Wilstermann, ni más ni menos, que un aperitivo ideal para afrontar el clásico doméstico del próximo domingo e intentar sepultar todas las penurias del inicio de campaña con un triunfo que desbarranque a Zamora y compañía. Parecen no importarle las diferencias (los celestes disponen, en teoría, de mejor plantilla) entre uno y otro. Suena extraño decirlo, pero Wilstermann se envalentonó y ahora tiene entre ceja y ceja a su acérrimo rival.
Mas, el que nada sabe y nada vio del partido con Real Potosí puede suponer que el equipo de Eduardo Villegas encontró indicios válidos para desempolvar la licencia para soñar. Error: Wilstermann jugó, durante el primer tiempo, casi tan mal como se ha acostumbrado a jugar en tiempos recientes, sólo que esta vez una decisión meditada (excluir a Raimondi) y un par de volantazos (dar entrada a Salaberry y Andrada) cambiaron el destino. Queda por dilucidar si ese cambio de rumbo será definitivo, visto el resultado, o si tan sólo fue un oasis en medio de la desolación.
El partido
Pese al ligero retoque del dibujo táctico (Villegas optó por el dispositivo 4-3-1-2, con Olivares de media punta), Wilstermann se reveló incapaz de resolver los problemas a los que se enfrentó. Se mostró plano en ataque, sin alternativas para deshacer un sistema defensivo visitante que no exhibía un rocoso abroquelamiento ni, mucho menos, un asfixiante “pressing” en mitad de campo.
Sin marcas pegajosas, con espacios disponibles, el equipo rojo desnudó consabidas limitaciones colectivas, atenazado por una dotación técnica de escaso vuelo creativo y por ausencia de un patrón asociativo que rija los movimientos. Poco de Olivares. Nada de Raimondi, nada de Castedo. Mucho menos de Machado, quien padeció su desorientación en un puesto ajeno a sus atributos, que son pocos y opinables. Y el partido, como era lógico, se cayó en un pozo.
Real Potosí, que planteó el partido en la divisoria, se ubicó unos metros más adelante de lo presumible, pero insinuó más que lo que concretó. Se repitió en la fórmula de los pelotazos para Andaveris y pareció que no encontraba el camino. Ruiz, muy desacertado, se quedó solo arriba. Solo y sin puntería. Un día más, Correa fue el más punzante de su equipo, aprovechando las carencias de Henry Machado (siempre perdía la marca a sus espaldas) para taparle. Sus centros, sin embargo, se quedaron sin el rematador esperado. En parte porque Andaveris da síntoma de cansancio, harto de bregar con una nube de defensores.
Con el correr de los minutos, Wilstermann acentuaba sus problemas para llegar, porque Olivares se tiraba muy arriba para arrancar, desconectándose de los proveedores y no lograba, consecuentemente, superar la marca que le hacía Helmut Gutiérrez. De este modo, Raimondi (de nulo aporte al juego) y Castedo quedaban muy aislados. Al pandino le costaba prosperar por la derecha porque enfrente lo tenía a Galindo (respaldado por Ricaldi), quien siempre le encontró la vuelta y, además, tuvo personalidad para subir al ataque. Las subidas de Jair Torrico por la derecha tampoco aportaban sorpresa, con excepción de algún esporádico desborde despilfarrado en un centro banal. Dentro de la imprecisión generalizada, Real Potosí manejaba mejor los espacios, aunque también en el final del primer tiempo le costó mucho arrimar peligro al arco de Vaca.
Cambio
Wilstermann necesitaba algún golpe de timón, pero Villegas siguió sin reaccionar hasta el descanso. Ni un solo cambio, ni táctico ni de jugadores. Al equipo le faltaba alma, pero también exhibía una congénita deficiencia de diseño.
El entrenador tardó 45 minutos en darse cuenta de que uno de los grandes problemas residía en la perniciosa presencia de Raimondi. ¿Por qué? El punta uruguayo lejos está de constituir aporte alguno. No gravita en el área (porque no es ahí donde habita), rebota cuanto balón le arriman (delatando irredimibles carencias técnicas) y condiciona negativamente el juego, al hacer converger en su inocua jurisdicción el escuálido torrente generado, descartando opciones emergentes, presumiblemente de factibilidad mayor. En consecuencia, su presencia induce al despilfarro de lo poco que se genera con la redundante precariedad de recursos.
En concreto, Villegas se animó a una profunda cirugía. Entró Sossa (salió Raimondi) y quitó de golpe todo el polvo acumulado. El Capriles vivió unos minutos de esperanza. Jehanamed Castedo pareció liberarse de la neutralizante succión gravitacional que imponía la desestabilizadora presencia de Raimondi y contagió el desparpajo a sus compañeros. Se animó a tocar, a buscar por abajo, agregándole electricidad a un trámite dominado por el tedio y la palidez. Con ese impulso, Wilstermann se encendió. Proliferó el toque, el diálogo, la búsqueda de sociedades. Todos crecieron. Amilcar Sánchez olvidó su patógena propensión regresiva, y se animó a encarar. Machado, aún sin brújula, se sumó con sorpresa al ataque, ofreciéndose como descarga. Mas, el gol no llegaba. Dos veces, el balón pegó en los palos. Uno ante disparo de Castedo y otro, ante una sorpresiva aparición de Machado.
Enfrente, ante un Wilstermann que se había alargado en el campo, Real Potosí comenzó a disfrutar de oportunidades para quebrar el cero. Con Correa abierto sobre la derecha y Yacerote sobre la izquierda, encontró tierra fértil a espaldas de volantes rojos obsesionados con aventuras pletóricas de ofensividad. Saavedra dilapidó increíblemente un mano a mano con Vaca, disparando por sobre el travesaño. El mismo golero desactivó un mano a mano filoso ante el mismo atacante.
Cerca del ecuador de la etapa, el cambio de Andrada por Olivares (agotado) ocasionó una súbita baja de tensión en el funcionamiento de Wilstermann. ¿Por qué? Porque con dos volantes muy abiertos (Andrada y Sánchez) se abrió un boquete entre los puntas y el eje de salida, provocando una destructiva desconexión entre líneas. El ingreso de Salaberry resolvió ese problema, colocándose como enganche. Entonces Wilstermann volvió a encenderse, a tener juego y desborde, toque y cambio de ritmo.
Y fue el volante uruguayo quien, tras una gran acción en velocidad, anotó el primer gol, entrando por derecha, tras extraordinaria cesión de Sossa. Corrían 77 minutos, 1-0.
Siete minutos después, el juez pitó un inexistente penal en contra de Sossa, compensando uno anterior (muy evidente) que no había sido sancionado. Andrada, con gran ejecución, selló un triunfo que urgía para apaciguar tumultos. Victoria (después de tres partidos), festejo (rito no habitual en Wilstermann en los últimos años) y rienda suelta para una ilusión: despegar por fin para huirle a los fantasmas.
Alineaciones
Wilstermann 2
Daniel Vaca 7
Jair Torrico 6
Miguel Ortiz 6
Félix Candia 5
Pedro Zabala 4
Édgar Olivares 7
Henry Machado 6
Walter Veizaga 6
Amílcar Sánchez 6
J. Castedo 7
Nicolás Raimondi 4
Goles: Salaberry (36’ST); Andrada (39’ST)
Cambios: 11. Nelson Sossa (6) por Rimondi, Maximiliano Andrada (6) por Olivares; Juan Daniel Salaberry (6) por Machado.
Real Potosí 0
Mauro Machado 6
Ronald Eguino 5
Edemir Rodríguez 6
Álvaro Ricaldi 5
Dino Huallpa 5
Gerardo Yecerotte 4
Helmut Gutiérrez 6
Roberto Correa 6
Gonzalo Galindo 5
Augusto Andaveris 4
Cristian Ruiz 5
Cambios: Fernando Algarañaz x Huallpa, Alain Saavedra por Ruiz; Edgar Clavijo por Correa.
Árbitro: Alaín Chávez (LPZ)
Público: 3.971 entradas
Recaudación: 71.185 Bs
El Wilstermann de los últimos tiempos tiene la extraña singularidad de asemejarse a esos espejos que deforman realidades y que confunden más de lo que difunden. Así, en el club de la sonrisa esquiva, todo lo que por allí pasa se potencia al máximo. Para bien o para mal. Entonces, lo malo se vuelve terriblemente malo. Y lo bueno, por más que sea útil y necesario, como el triunfo (2-0) sobre Real Potosí, parece definitivamente muy bueno. ¿A qué viene esto? Viene al caso para explicar por qué un simple partido ganado a un rival limitado e inocente (que aún padece la depresiva secuela de su traumática eliminación de la Copa Libertadores), le hizo creer a todo el mundo que éste es el momento del despegue.
¿Y por qué no? Es que los dos goles y los tres puntos vinieron a ser para este necesitado Wilstermann, ni más ni menos, que un aperitivo ideal para afrontar el clásico doméstico del próximo domingo e intentar sepultar todas las penurias del inicio de campaña con un triunfo que desbarranque a Zamora y compañía. Parecen no importarle las diferencias (los celestes disponen, en teoría, de mejor plantilla) entre uno y otro. Suena extraño decirlo, pero Wilstermann se envalentonó y ahora tiene entre ceja y ceja a su acérrimo rival.
Mas, el que nada sabe y nada vio del partido con Real Potosí puede suponer que el equipo de Eduardo Villegas encontró indicios válidos para desempolvar la licencia para soñar. Error: Wilstermann jugó, durante el primer tiempo, casi tan mal como se ha acostumbrado a jugar en tiempos recientes, sólo que esta vez una decisión meditada (excluir a Raimondi) y un par de volantazos (dar entrada a Salaberry y Andrada) cambiaron el destino. Queda por dilucidar si ese cambio de rumbo será definitivo, visto el resultado, o si tan sólo fue un oasis en medio de la desolación.
El partido
Pese al ligero retoque del dibujo táctico (Villegas optó por el dispositivo 4-3-1-2, con Olivares de media punta), Wilstermann se reveló incapaz de resolver los problemas a los que se enfrentó. Se mostró plano en ataque, sin alternativas para deshacer un sistema defensivo visitante que no exhibía un rocoso abroquelamiento ni, mucho menos, un asfixiante “pressing” en mitad de campo.
Sin marcas pegajosas, con espacios disponibles, el equipo rojo desnudó consabidas limitaciones colectivas, atenazado por una dotación técnica de escaso vuelo creativo y por ausencia de un patrón asociativo que rija los movimientos. Poco de Olivares. Nada de Raimondi, nada de Castedo. Mucho menos de Machado, quien padeció su desorientación en un puesto ajeno a sus atributos, que son pocos y opinables. Y el partido, como era lógico, se cayó en un pozo.
Real Potosí, que planteó el partido en la divisoria, se ubicó unos metros más adelante de lo presumible, pero insinuó más que lo que concretó. Se repitió en la fórmula de los pelotazos para Andaveris y pareció que no encontraba el camino. Ruiz, muy desacertado, se quedó solo arriba. Solo y sin puntería. Un día más, Correa fue el más punzante de su equipo, aprovechando las carencias de Henry Machado (siempre perdía la marca a sus espaldas) para taparle. Sus centros, sin embargo, se quedaron sin el rematador esperado. En parte porque Andaveris da síntoma de cansancio, harto de bregar con una nube de defensores.
Con el correr de los minutos, Wilstermann acentuaba sus problemas para llegar, porque Olivares se tiraba muy arriba para arrancar, desconectándose de los proveedores y no lograba, consecuentemente, superar la marca que le hacía Helmut Gutiérrez. De este modo, Raimondi (de nulo aporte al juego) y Castedo quedaban muy aislados. Al pandino le costaba prosperar por la derecha porque enfrente lo tenía a Galindo (respaldado por Ricaldi), quien siempre le encontró la vuelta y, además, tuvo personalidad para subir al ataque. Las subidas de Jair Torrico por la derecha tampoco aportaban sorpresa, con excepción de algún esporádico desborde despilfarrado en un centro banal. Dentro de la imprecisión generalizada, Real Potosí manejaba mejor los espacios, aunque también en el final del primer tiempo le costó mucho arrimar peligro al arco de Vaca.
Cambio
Wilstermann necesitaba algún golpe de timón, pero Villegas siguió sin reaccionar hasta el descanso. Ni un solo cambio, ni táctico ni de jugadores. Al equipo le faltaba alma, pero también exhibía una congénita deficiencia de diseño.
El entrenador tardó 45 minutos en darse cuenta de que uno de los grandes problemas residía en la perniciosa presencia de Raimondi. ¿Por qué? El punta uruguayo lejos está de constituir aporte alguno. No gravita en el área (porque no es ahí donde habita), rebota cuanto balón le arriman (delatando irredimibles carencias técnicas) y condiciona negativamente el juego, al hacer converger en su inocua jurisdicción el escuálido torrente generado, descartando opciones emergentes, presumiblemente de factibilidad mayor. En consecuencia, su presencia induce al despilfarro de lo poco que se genera con la redundante precariedad de recursos.
En concreto, Villegas se animó a una profunda cirugía. Entró Sossa (salió Raimondi) y quitó de golpe todo el polvo acumulado. El Capriles vivió unos minutos de esperanza. Jehanamed Castedo pareció liberarse de la neutralizante succión gravitacional que imponía la desestabilizadora presencia de Raimondi y contagió el desparpajo a sus compañeros. Se animó a tocar, a buscar por abajo, agregándole electricidad a un trámite dominado por el tedio y la palidez. Con ese impulso, Wilstermann se encendió. Proliferó el toque, el diálogo, la búsqueda de sociedades. Todos crecieron. Amilcar Sánchez olvidó su patógena propensión regresiva, y se animó a encarar. Machado, aún sin brújula, se sumó con sorpresa al ataque, ofreciéndose como descarga. Mas, el gol no llegaba. Dos veces, el balón pegó en los palos. Uno ante disparo de Castedo y otro, ante una sorpresiva aparición de Machado.
Enfrente, ante un Wilstermann que se había alargado en el campo, Real Potosí comenzó a disfrutar de oportunidades para quebrar el cero. Con Correa abierto sobre la derecha y Yacerote sobre la izquierda, encontró tierra fértil a espaldas de volantes rojos obsesionados con aventuras pletóricas de ofensividad. Saavedra dilapidó increíblemente un mano a mano con Vaca, disparando por sobre el travesaño. El mismo golero desactivó un mano a mano filoso ante el mismo atacante.
Cerca del ecuador de la etapa, el cambio de Andrada por Olivares (agotado) ocasionó una súbita baja de tensión en el funcionamiento de Wilstermann. ¿Por qué? Porque con dos volantes muy abiertos (Andrada y Sánchez) se abrió un boquete entre los puntas y el eje de salida, provocando una destructiva desconexión entre líneas. El ingreso de Salaberry resolvió ese problema, colocándose como enganche. Entonces Wilstermann volvió a encenderse, a tener juego y desborde, toque y cambio de ritmo.
Y fue el volante uruguayo quien, tras una gran acción en velocidad, anotó el primer gol, entrando por derecha, tras extraordinaria cesión de Sossa. Corrían 77 minutos, 1-0.
Siete minutos después, el juez pitó un inexistente penal en contra de Sossa, compensando uno anterior (muy evidente) que no había sido sancionado. Andrada, con gran ejecución, selló un triunfo que urgía para apaciguar tumultos. Victoria (después de tres partidos), festejo (rito no habitual en Wilstermann en los últimos años) y rienda suelta para una ilusión: despegar por fin para huirle a los fantasmas.
Alineaciones
Wilstermann 2
Daniel Vaca 7
Jair Torrico 6
Miguel Ortiz 6
Félix Candia 5
Pedro Zabala 4
Édgar Olivares 7
Henry Machado 6
Walter Veizaga 6
Amílcar Sánchez 6
J. Castedo 7
Nicolás Raimondi 4
Goles: Salaberry (36’ST); Andrada (39’ST)
Cambios: 11. Nelson Sossa (6) por Rimondi, Maximiliano Andrada (6) por Olivares; Juan Daniel Salaberry (6) por Machado.
Real Potosí 0
Mauro Machado 6
Ronald Eguino 5
Edemir Rodríguez 6
Álvaro Ricaldi 5
Dino Huallpa 5
Gerardo Yecerotte 4
Helmut Gutiérrez 6
Roberto Correa 6
Gonzalo Galindo 5
Augusto Andaveris 4
Cristian Ruiz 5
Cambios: Fernando Algarañaz x Huallpa, Alain Saavedra por Ruiz; Edgar Clavijo por Correa.
Árbitro: Alaín Chávez (LPZ)
Público: 3.971 entradas
Recaudación: 71.185 Bs