Las FARC entregan al sargento Pablo Emilio Moncayo

Pilar Lozano, Bogotá
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han entregado al sargento Pablo Emilio Moncayo, tras 12 años de secuestro, ha confirmado el Comité Internacional de la Cruz Roja, que encabeza la operación de recogida del ex rehén de las FARC. Adolfo Beteta, portavoz de la organización humanitaria, ha informado de que "Pablo Emilio Moncayo ya está con la Misión Humanitaria", pero que el mal tiempo impide el regreso del helicóptero desde el punto de la selva colombiana donde ha sido liberado el militar.

El grupo mediador Colombianos y Colombianos por la Paz ya había adelantado minutos antes la noticia a través de un mensaje de Twitter a la prensa local en el que informaban de que Moncayo había sido recibido en una zona de la selva colombiana por la senadora Piedad Córdoba, el obispo Leonardo Gomez Serna y los delegados del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
Se prevé que en las próximas horas el helicóptero brasileño esté de regreso al aeropuerto de Florencia, en el departamento de Caquetá, donde espera ansiosamente Gustavo Moncayo , quien ha protagonizado numerosas protestas y peticiones de liberación de su hijo.
Una liberación largamente esperada

Hace casi un año -el 16 de abril pasado- las FARC anunciaron su intención de entregarlo. Pero una cadena de autorizaciones y desautorizaciones por parte del Gobierno -exigía la entrega de todos los secuestrados y negaba la mediación de Córdoba- dilataron el proceso. "Nos lo quieren entregar y no lo queremos recibir; juegan con nuestro dolor", lamentó muchas veces María Estela, la madre, profesora de filosofía. "Me refugio en la filosofía para sobrellevar el secuestro de mi hijo", dijo muchas veces. Siempre intentó que el dolor no la condujera a la depresión sino a la lucha.

Pablo Emilio Moncayo cayó en poder de las FARC en la madrugada de 21 de diciembre de 1997; la guerrilla atacó con bombas camufladas en tarros de leche en polvo, el puesto militar en lo alto del cerro de Patascoy. Se lo llevaron cuando era cabo del ejército, tenía 19 años y cara de adolescente asustado. Ha regresado convertido en sargento, con bigote y cara de hombre curtido; así lo vieron sus padres en el último video que llegó en septiembre pasado como prueba de supervivencia. Hoy lo espera una familia agrandada por una hermana, Valentina, de cinco años y dos sobrinos.

"Mi hijo me quitará las cadenas", repitió estos días Gustavo Moncayo, el padre. Abandonó hace tres años sus clases de geografía en Sandoná para dedicarse a caminar por el mundo, con las manos encadenadas mientras exigía la libertad de su único hijo varón. "El caminante por la paz", como lo llaman los colombianos, recorrió 14 países; hoy ha estado acompañado de amigos de varios países en Florencia.

"Sólo después de un abrazo fuerte a Pablo Emilio podré saber como está", le confesó a este periódico en estos días de angustiosa antesala a la entrega. Es conciente que su hijo será otro distinto del Negro -como lo llama cariñosamente- que le robó durante tanto tiempo la guerrilla. Para él fueron 12 años pidiendo a las FARC y a tres Gobiernos distintos que se lo devolvieran. Una vez llegó a estar cara a cara ante el legendario Manuel Marulanda, Tirofijo -muerto hace dos años- . No supo qué decirle, se le enredaron las palabras. "Se me atropellaban por un sentimiento de rabia e impotencia", relató a este periódico.

El sueño de Pablo Emilio, era estudiar ingeniería electrónica. Sus padres no tuvieron con qué costearle los estudios y se incorporó al Ejército. La mayoría del cautiverio lo pasó con compañeros militares. Se sabe que dedicó tiempo a estudiar y a enseñar lo que aprendió en el colegio a sus compañeros. En el último video, golpeó tres veces en un madero y dijo: "Presidente, abra la puerta quiero ser libre". Por fin el sueño para este hombre de 32 años, que desde la selva escribió cartas en las que llamaba a su padre Tigre y a su madre Búho, es realidad.
Uribe no se opone al acuerdo humanitario
La entrega se produce en momentos en que el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ha abierto de nuevo la puerta a un acuerdo humanitario que permita canjear guerrilleros presos por militares y policías secuestrados. Lo hizo el domingo, tras la liberación del soldado Josué Daniel Calvo, a quien las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) entregaron de manera unilateral.

"El Gobierno ha facilitado liberaciones, ha hecho rescates y no se opone al acuerdo humanitario", dijo el presidente. Sin embargo, precisó una condición: que los insurgentes liberados no vuelvan a las filas guerrilleras: "No voy a devolver delincuentes a las FARC", advirtió el mandatario, e insistió en que el canje no debe fortalecer la "capacidad criminal" de la guerrilla.
Aún permanecen en la selva 23 miembros de las fuerzas públicas, la mayoría con más de una década en cautividad. Entre ellos se encuentra José Libio Martínez, un hijo de campesinos que cayó en manos de las FARC el mismo día en que fue secuestrado Moncayo, hace ya 12 años y tres meses largos. Johan Esteban, su hijo, nacido poco después del secuestro, le envió un mensaje el domingo, a través de la misión humanitaria que recogió a Calvo: "Quiero saber qué es un abrazo de papá", dijo el niño.

Las FARC ya no exigen dos puntos difíciles de la negociación para el canje: un despeje del territorio de efectivos militares y la entrega de dos de sus combatientes que actualmente se encuentran encarcelados en Estados Unidos. Colombianos por la Paz, un movimiento encabezado por la senadora opositora Piedad Córdoba, que ha gestionado estas liberaciones unilaterales, entregarán hoy, cuando termine el operativo de la liberación de Moncayo, varias cartas a Uribe y a los siete candidatos que se disputarán la presidencia del país el próximo 30 de mayo. La petición a todos es la misma: que apoyen el intercambio.

La salida a este dilema, planteado desde 1999, puede ser la mediación internacional. La senadora Córdoba habla ya de Suiza. La revista Semana que empezó a circular el domingo invita a Uribe a tener una despedida humanitaria de la presidencia y le sugiere que pacte el canje antes de irse, el próximo 7 de agosto. "Uribe está frente a una ventana de oportunidad. O la aprovecha o lo hará el próximo Gobierno en cuestión de meses", dice la prestigiosa publicación.
El independiente Sergio Fajardo, a quien las encuestas no sitúan en un buen lugar, apoya la idea: "En medio de los conflictos más feroces, hay espacio para un acuerdo", asegura. Antanas Mockus, del Partido Verde, tercero en los sondeos, acepta el intercambio de insurgentes por secuestrados con una condición: que se produzca una sola vez. El liberal Rafael Pardo asegura que lo hará si se dan las condiciones.

El candidato que despunta en las encuestas y se considera continuador de la política de Uribe, el ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos, comparte con el candidato de izquierda Gustavo Petro y con Germán Vargas -un uribista no reeleccionista- un no al intercambio: la guerrilla debe liberarlos a todos unilateralmente. La ex embajadora Noemí Sanín, segunda en las preferencias, realizó ayer declaraciones contundentes: "Éste no es un tema electoral; no podemos creer a los terroristas".

Pero los familiares no pierden la fe. Robertina, madre del mayor Enrique Murillo, secuestrado hace un poco más de 11 años, no descarta incluso que la solución llegue en el tiempo que le resta al Gobierno de Uribe. "¿Por qué no? Es una buena oportunidad para dejar una buena imagen", explica esperanzada a EL PAÍS. "Son seres humanos; deben regresar todos", añade esta mujer, que hoy se pondrá en los zapatos de los Moncayo para vivir con alegría desbordada el regreso de Pablo Emilio.

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