Irak lucha contra la división religiosa
La victoria del laico Iyad Alaui en las legislativas muestra que muchos iraquíes, al margen de su etnia y su credo, quieren un Estado abierto y pluriconfesional
Angeles Espinosa, El País
"Al ganar más escaños de los esperados en el sur y casi tantos como Al Maliki en Bagdad, Alaui ha demostrado que es algo más que el candidato de los suníes", interpreta Reidar Visser, investigador del Instituto Noruego de Asuntos Internacionales.
Un simple vistazo a los datos deja claro que Iraquiya ha obtenido mejores resultados en las provincias del sur que el Estado de la Ley en las del norte. La lista encabezada por Alaui saca 12 diputados en las nueve provincias casi exclusivamente chiíes (destacando 3 en Basora y otros tantos en Babilonia), en tanto que la del primer ministro sólo logra un escaño en el resto del país (excepción hecha de la capital), en Diyala, una provincia de población mixta suní y chií.
Alarmados por los lazos de las coaliciones chiíes con el vecino Irán, muchos iraquíes urbanos y educados han dado su voto a Alaui, que jugó la carta de una coalición amplia centrada en la identidad nacional, más que en la confesión religiosa. Pero aunque eso indique la existencia de bolsas no confesionales entre una comunidad chií que nunca ha sido monolítica y pueda darle mayor credibilidad a nivel nacional, el Irak plural y laico que anhelan las cancillerías árabes y occidentales en Bagdad, es más un deseo que una realidad.
"Las divisiones étnico-religiosas son todavía muy visibles", asegura en un e-mail Joost Hiltermann, especialista en Irak del International Crisis Group. Aunque admite que Alaui era el único candidato laico creíble tras el apoyo de Al Maliki al comité de desbaazificación que descalificó a cientos de candidatos suníes, insiste en que "perdura el sectarismo". "La mayoría de los chiíes han votado por partidos chiíes, los kurdos por partidos kurdos, y los suníes por Iraquiya". Un hecho que sin duda añade dificultades al pacto político.
Para empezar, ni siquiera está claro que Alaui vaya ser el primer llamado a formar Gobierno. La ley establece que el presidente (que primero tiene que ser elegido por la nueva Asamblea Nacional) encargue esa tarea "al mayor bloque del Parlamento". Hasta ahora se había interpretado como el que obtenía más escaños en las elecciones, pero una sentencia del Tribunal Supremo dada a conocer la víspera del anuncio de los resultados establece que también puede ser el que se forme después de éstas, si es mayor que aquel.
Esa eventualidad reaviva las posibilidades de Al Maliki, que ha contestado los resultados, si logra recomponer la alianza chií que en coalición con los kurdos le llevó al poder en 2005. Parte de aquella se ha presentado de forma independiente como Alianza Nacional Iraquí, agrupando al Consejo Supremo Islámico de Irak (la formación de Al Hakim), los sadristas, el Congreso Nacional Iraquí de Ahmed Chalabi y otros grupos menores. Los 70 escaños que ha conseguido la convierte en la tercera fuerza del país, con especial peso de los sadristas (40 diputados). Sin embargo, éstos, que culpan Al Maliki de la pérdida de Basora, difícilmente van a aceptar que repita como primer ministro. Y no parece dispuesto a ceder el cargo para permitir la continuidad de la coalición.
Abierto a negociar
Las opciones no son mayores para Alaui, quien nada más anunciarse los resultados se declaró abierto "a negociar con todas las fuerzas políticas sin excepción". Si finalmente recibe el encargo de formar Gobierno, Hiltermann opina que "le será muy difícil tener éxito". "Aunque es un pragmático que podría lograr un acuerdo con los kurdos y algunas facciones chiíes, uno de los principales componentes de su electorado son los nacionalistas árabes (suníes) que no tolerarían una alianza con los kurdos a menos que éstos hagan concesiones imposibles sobre Kirkuk y otras áreas en disputa", explica.
En esas condiciones, alcanzar la mayoría simple de 163 escaños suena a misión imposible. Pero además hay otras reglas más allá de la pura aritmética. "Ni Al Maliki ni Alaui pueden permitirse formar un Gobierno sin los kurdos o sin apoyo suní, incluso si es posible numéricamente, sería políticamente insostenible", advierte Marina Ottaway, directora del programa de Oriente Próximo en el think-tank Carnegie Endowment for International Peace, en su análisis de los resultados electorales.
Incluso en el caso de "un Gobierno a la Malawi", una coalición entre las listas de Al Maliki y Alaui, o al menos entre los grupos clave de ambas formaciones, Hiltermann duda que ninguno de ellos vaya a convertirse en primer ministro. Mal que les pese a ambos, y sus diferencias personales parecen el mayor obstáculo para esa coalición dado que sus plataformas políticas son las más cercanas en algunos problemas constitucionales, el precio para formar Gobierno tal vez sea su renuncia al timón de mando.
Angeles Espinosa, El País
"Al ganar más escaños de los esperados en el sur y casi tantos como Al Maliki en Bagdad, Alaui ha demostrado que es algo más que el candidato de los suníes", interpreta Reidar Visser, investigador del Instituto Noruego de Asuntos Internacionales.
Un simple vistazo a los datos deja claro que Iraquiya ha obtenido mejores resultados en las provincias del sur que el Estado de la Ley en las del norte. La lista encabezada por Alaui saca 12 diputados en las nueve provincias casi exclusivamente chiíes (destacando 3 en Basora y otros tantos en Babilonia), en tanto que la del primer ministro sólo logra un escaño en el resto del país (excepción hecha de la capital), en Diyala, una provincia de población mixta suní y chií.
Alarmados por los lazos de las coaliciones chiíes con el vecino Irán, muchos iraquíes urbanos y educados han dado su voto a Alaui, que jugó la carta de una coalición amplia centrada en la identidad nacional, más que en la confesión religiosa. Pero aunque eso indique la existencia de bolsas no confesionales entre una comunidad chií que nunca ha sido monolítica y pueda darle mayor credibilidad a nivel nacional, el Irak plural y laico que anhelan las cancillerías árabes y occidentales en Bagdad, es más un deseo que una realidad.
"Las divisiones étnico-religiosas son todavía muy visibles", asegura en un e-mail Joost Hiltermann, especialista en Irak del International Crisis Group. Aunque admite que Alaui era el único candidato laico creíble tras el apoyo de Al Maliki al comité de desbaazificación que descalificó a cientos de candidatos suníes, insiste en que "perdura el sectarismo". "La mayoría de los chiíes han votado por partidos chiíes, los kurdos por partidos kurdos, y los suníes por Iraquiya". Un hecho que sin duda añade dificultades al pacto político.
Para empezar, ni siquiera está claro que Alaui vaya ser el primer llamado a formar Gobierno. La ley establece que el presidente (que primero tiene que ser elegido por la nueva Asamblea Nacional) encargue esa tarea "al mayor bloque del Parlamento". Hasta ahora se había interpretado como el que obtenía más escaños en las elecciones, pero una sentencia del Tribunal Supremo dada a conocer la víspera del anuncio de los resultados establece que también puede ser el que se forme después de éstas, si es mayor que aquel.
Esa eventualidad reaviva las posibilidades de Al Maliki, que ha contestado los resultados, si logra recomponer la alianza chií que en coalición con los kurdos le llevó al poder en 2005. Parte de aquella se ha presentado de forma independiente como Alianza Nacional Iraquí, agrupando al Consejo Supremo Islámico de Irak (la formación de Al Hakim), los sadristas, el Congreso Nacional Iraquí de Ahmed Chalabi y otros grupos menores. Los 70 escaños que ha conseguido la convierte en la tercera fuerza del país, con especial peso de los sadristas (40 diputados). Sin embargo, éstos, que culpan Al Maliki de la pérdida de Basora, difícilmente van a aceptar que repita como primer ministro. Y no parece dispuesto a ceder el cargo para permitir la continuidad de la coalición.
Abierto a negociar
Las opciones no son mayores para Alaui, quien nada más anunciarse los resultados se declaró abierto "a negociar con todas las fuerzas políticas sin excepción". Si finalmente recibe el encargo de formar Gobierno, Hiltermann opina que "le será muy difícil tener éxito". "Aunque es un pragmático que podría lograr un acuerdo con los kurdos y algunas facciones chiíes, uno de los principales componentes de su electorado son los nacionalistas árabes (suníes) que no tolerarían una alianza con los kurdos a menos que éstos hagan concesiones imposibles sobre Kirkuk y otras áreas en disputa", explica.
En esas condiciones, alcanzar la mayoría simple de 163 escaños suena a misión imposible. Pero además hay otras reglas más allá de la pura aritmética. "Ni Al Maliki ni Alaui pueden permitirse formar un Gobierno sin los kurdos o sin apoyo suní, incluso si es posible numéricamente, sería políticamente insostenible", advierte Marina Ottaway, directora del programa de Oriente Próximo en el think-tank Carnegie Endowment for International Peace, en su análisis de los resultados electorales.
Incluso en el caso de "un Gobierno a la Malawi", una coalición entre las listas de Al Maliki y Alaui, o al menos entre los grupos clave de ambas formaciones, Hiltermann duda que ninguno de ellos vaya a convertirse en primer ministro. Mal que les pese a ambos, y sus diferencias personales parecen el mayor obstáculo para esa coalición dado que sus plataformas políticas son las más cercanas en algunos problemas constitucionales, el precio para formar Gobierno tal vez sea su renuncia al timón de mando.