Incierta carrera en Irak
El lento y caótico escrutinio electoral anticipa la ausencia de un claro vencedor
El escrutinio de las elecciones parlamentarias iraquíes se anuncia con cuentagotas, las acusaciones de fraude se multiplican y los fallos informáticos dan al traste, casi una semana después, con el plan de difundir un flujo ordenado de resultados. Todo más o menos previsible en un escenario convulso con 86 listas electorales, en el que los iraquíes, con su alta participación, han dado una muestra de coraje cívico. Pero si algo resulta evidente en la confusión es que no habrá un ganador claro. La fragmentaria realidad que muestran los votos hará necesario un largo toma y daca para alumbrar un Gobierno representativo, encargado de poner en pie un Irak teóricamente democrático y de presidir la crucial retirada estadounidense decidida por Obama, más de siete años después del derrocamiento de Sadam Husein.
Irak va a seguir dominado por coaliciones chiíes afines al Gobierno de Teherán. La del primer ministro Nuri al Maliki, Estado de la Ley, disputa un ajustado cuerpo a cuerpo con la rival Alianza Nacional, una lista confesional entre cuyos dirigentes figura el antiguo exiliado Ahmed Chalabi. Los suníes, la segunda gran rama islámica del país, que boicotearon las urnas hace cinco años, emergen esta vez como fuerza consolidada e indispensable en la alianza del ex primer ministro Iyad Allawi, un chií laico que encabeza el bloque no confesional Iraquiya. La rotunda presencia suní en el escenario, además de los kurdos, hará la formación de Gobierno más lenta y compleja que en 2005, cuando la violencia sectaria estalló por doquier en medio del cabildeo de los políticos. Aproximarse al rompecabezas iraquí exige entender que los dirigentes en liza, junto con otros muchos, forman parte de un complejo magma en el que cada uno de ellos obtiene apoyos de fuerzas laberínticas y con frecuencia contradictorias.
El ganador va a necesitar de al menos otros dos bloques políticos para formar un Ejecutivo que comande los 163 votos que dan la mayoría en el atomizado Parlamento de Bagdad. En este largo proceso negociador, en el que desaparecerán partidos y coaliciones, se formarán otras y cada uno de los 325 escaños tendrá su precio; el saliente Al Maliki, todavía al timón, intentará sacar el máximo provecho de las palancas del poder. Que son muchas en un país donde el Gobierno no sólo sigue siendo la despensa de millones de iraquíes, sino también el único proveedor real de puestos de trabajo. (El País)
El escrutinio de las elecciones parlamentarias iraquíes se anuncia con cuentagotas, las acusaciones de fraude se multiplican y los fallos informáticos dan al traste, casi una semana después, con el plan de difundir un flujo ordenado de resultados. Todo más o menos previsible en un escenario convulso con 86 listas electorales, en el que los iraquíes, con su alta participación, han dado una muestra de coraje cívico. Pero si algo resulta evidente en la confusión es que no habrá un ganador claro. La fragmentaria realidad que muestran los votos hará necesario un largo toma y daca para alumbrar un Gobierno representativo, encargado de poner en pie un Irak teóricamente democrático y de presidir la crucial retirada estadounidense decidida por Obama, más de siete años después del derrocamiento de Sadam Husein.
Irak va a seguir dominado por coaliciones chiíes afines al Gobierno de Teherán. La del primer ministro Nuri al Maliki, Estado de la Ley, disputa un ajustado cuerpo a cuerpo con la rival Alianza Nacional, una lista confesional entre cuyos dirigentes figura el antiguo exiliado Ahmed Chalabi. Los suníes, la segunda gran rama islámica del país, que boicotearon las urnas hace cinco años, emergen esta vez como fuerza consolidada e indispensable en la alianza del ex primer ministro Iyad Allawi, un chií laico que encabeza el bloque no confesional Iraquiya. La rotunda presencia suní en el escenario, además de los kurdos, hará la formación de Gobierno más lenta y compleja que en 2005, cuando la violencia sectaria estalló por doquier en medio del cabildeo de los políticos. Aproximarse al rompecabezas iraquí exige entender que los dirigentes en liza, junto con otros muchos, forman parte de un complejo magma en el que cada uno de ellos obtiene apoyos de fuerzas laberínticas y con frecuencia contradictorias.
El ganador va a necesitar de al menos otros dos bloques políticos para formar un Ejecutivo que comande los 163 votos que dan la mayoría en el atomizado Parlamento de Bagdad. En este largo proceso negociador, en el que desaparecerán partidos y coaliciones, se formarán otras y cada uno de los 325 escaños tendrá su precio; el saliente Al Maliki, todavía al timón, intentará sacar el máximo provecho de las palancas del poder. Que son muchas en un país donde el Gobierno no sólo sigue siendo la despensa de millones de iraquíes, sino también el único proveedor real de puestos de trabajo. (El País)