Entrevista al periodista financiero Xavier Harel

"La evasión impositiva se globaliza"

Hilaire Avril
IPS Noticias

Entre 30 y 40 por ciento de los impuestos que deberían recaudar los países en desarrollo terminan en paraísos fiscales. Esos pasajeros clandestinos suman cada año un billón de dólares a la fuga de capitales desde el mundo "pobre".

Las cifras se encuentran en el libro "La grande évasion: le vrai scandale des paradis fiscaux" (La gran evasión: el verdadero escándalo de los paraísos fiscales), escrito por el periodista francés Xavier Harel, del diario financiero La Tribune.

Pero el problema también afecta a las naciones industriales. En Francia solamente cuatro de las 40 mayores empresas cumplen con el pago del impuesto de 33 por ciento a las ganancias corporativas.

En Gran Bretaña, dos tercios de las 700 corporaciones más grandes aportaron menos de 15 millones de dólares en impuestos a las ganancias entre 2005 y 2006, según la Oficina Nacional de Auditoría. El tercio restante simplemente no aportó al fisco por ese concepto.

Según Harel, los esquemas de "optimización impositiva" le cuestan a la Unión Europea unos 200.000 millones de euros (más de 268.000 millones de dólares) por año, dos veces el presupuesto de ese bloque de 27 países. Y al gobierno de Estados Unidos, unos 100.000 millones de dólares.

Esos regímenes constituyen una trampa mortal para los sistemas fiscales africanos mediante la fijación de los precios de transferencia entre filiales locales de corporaciones transnacionales, dijo Harel en una entrevista exclusiva con IPS.

Esas filiales pueden manipular los precios de transferencia con el fin de localizar las rentas en la jurisdicción que ofrezca mayores beneficios impositivos.

IPS: ¿La fuga de capitales de África alcanzaría las dimensiones que tiene si no existieran los paraísos fiscales?

XAVIER HAREL: No se necesitan paraísos fiscales para sacar capitales usando la incorrecta fijación de los precios de transferencia. Sin embargo, para una subsidiaria de una empresa multinacional que produce, por decir algo, cobre en Zambia, es una gran tentación canalizar sus ingresos a través de paraísos fiscales.

Esto permite a las empresas localizar sus ganancias en esos paraísos, que por definición no cobran impuestos, y localizar los costos en los países donde se asienta la producción, minimizando allí los montos de ganancias imponibles.

Un informe de Raymond Baker, que dirige el instituto Global Financial Integrity, estima que la manipulación de los precios de transferencia representa entre 98.000 y 106.000 millones de dólares de pérdidas fiscales para los países en desarrollo.

IPS: La mayoría de las noticias sobre fuga de capitales en África se refieren a los países petroleros, pero su libro pone ejemplos de todo el continente.

XH: Sí. Encontré una investigación de Simon Peck, un académico que estudia esas prácticas con fines de evasión fiscal corporativa en el comercio entre África y Estados Unidos, donde se citan una cantidad de casos interesantes.

Peck revisó registros aduaneros estadounidenses y halló, por ejemplo, secadores de pelo vendidos a Nigeria a 3.800 dólares por unidad o reproductoras de casetes a 1.400 dólares. O neumáticos exportados a Ghana que costaban 3.300 dólares cada uno.

IPS: ¿El Banco Mundial y otras agencias donantes y promotoras del desarrollo están conscientes de este problema?

XH: Parece que sus radares no lo detectan. Su mandato es financiar el desarrollo mediante proyectos, ya sea en infraestructura, salud o ambiente. Pero la recaudación eficaz de impuestos no está entre sus preocupaciones.

IPS: Su libro deja la sensación de que los sistemas impositivos de África están completamente sobrepasados.

XH: Así es. Está más allá de sus capacidades técnicas y humanas hurgar en los libros contables de las corporaciones. Pero esto no es una sorpresa cuando en Francia, por ejemplo, la autoridad impositiva afirma que se las ve difíciles tratando de entender las declaraciones de rentas de las empresas que cotizan en la bolsa de valores de París.

Los países con recursos limitados para recaudar impuestos difícilmente puedan descubrir los intrincados esquemas financieros que las multinacionales usan para evadir. Por lo que sé, ningún país africano ha investigado alguna vez a una empresa por manipular los precios de transferencia y eludir al fisco.

IPS: Los países del Grupo de los 20 interesados en reformar el sistema financiero internacional se expresaron en duros términos el año pasado contra los paraísos fiscales y se comprometieron a eliminarlos y a poner fin a la evasión. ¿Qué ha pasado desde entonces?

XH: Hay dos formas de verlo. Uno podría decir que el ataque coordinado a esos paraísos por parte de las 20 mayores economías del mundo fue inédito. Había clima para hacerlo cuando estallaron escándalos en Suiza y Lichtenstein, donde muchos contribuyentes europeos y estadounidenses escondían sus riquezas personales, mientras explotaban los déficits fiscales nacionales con la crisis mundial.

De pronto, la evasión se volvió intolerable y muchos gobiernos prometieron poner fin al secreto bancario.

Para evitar represalias, muchas de esas jurisdicciones se apresuraron a firmar compromisos para compartir información con otros paraísos fiscales. En teoría, firmar esos acuerdos con 12 países libera a un Estado de ser catalogado como paraíso fiscal.

Pero en la práctica, me cuesta imaginar a los servicios fiscales de Mónaco pidiendo información a los de Lichtenstein para saber si una persona debe o no pagar más impuestos.

Una forma de limitar la evasión corporativa es obligar a dar información, país por país, de los ingresos netos, las ganancias y los impuestos de las empresas.

Pero cuando le pregunté hace poco sobre esto al ministro de Finanzas de Francia, me miró perplejo y me dijo que nunca había oído hablar del tema. Entonces, está claro que limitar la "optimización impositiva" de las grandes corporaciones no está en la agenda del gobierno francés.

IPS: ¿Cómo fue recibido su libro?

XH: Muy bien, una parte de la prensa está interesada y me han invitado a hablar varias veces. No creo que el gobierno comparta ese entusiasmo, pero no me preocupa.

Sin embargo, la investigación y las observaciones que cito, como el trabajo de Raymond Baker, son muy recientes. Son preocupaciones nuevas, y la mayoría de nuestros dirigentes no han oído hablar de ellas.

Les va a costar encontrar el rédito político de poner estos temas sobre la mesa. Estas cuestiones necesitan divulgarse entre el gran público, y eso llevará tiempo.

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