Acusan a Obama de proteger a defensores de Al Qaeda

ANTONIO CAÑO
La acusación hecha por Liz Cheney, la hija del ex vicepresidente, de que el Departamento de Justicia protege a funcionarios que colaboraron con Al Qaeda ha provocado una cadena de críticas, tanto de progresistas como de conservadores, que creen que el acoso político a Barack Obama está yendo, a veces, demasiado lejos. El episodio no tendría mayor relevancia si no hubiera ocurrido en medio de la furia anti-Gobierno y anti-sistema que predican cada día los Tea-Party, la cadena Fox y muchos otros colaboradores y propagadores.

Un grupo de extrema derecha llamado Keep America Safe (Proteger América), del que es fundadora Liz Cheney, una abogada que trabajó para el Departamento de Estado durante la pasada Administración, expuso la pasada semana en su página digital un vídeo titulado Los Siete de Al Qaeda en el que conminaba al Departamento de Justicia a revelar los nombres de siete de sus empleados que en el pasado habían defendido como abogados a presos de Guantánamo o sospechosos de terrorismo.

Esa reclamación fue largamente aireada esta semana por Fox News y otros medios de comunicación, con la consideración de que ningún abogado que haya defendido a acusados de terrorismo es confiable para trabajar en la Administración. El argumento era, sencillamente, que el Gobierno de Obama estaba protegiendo a terroristas y que serían éstos los que decidieran la suerte de sus compañeros en Guantánamo.

El fiscal general, Eric Holder, se ha negado, por supuesto, a revelar los nombres de los abogados que cumplieron con el deber constitucional de defender a personas acusadas. Pero Fox y otros han prometido investigar a fondo y creen haber descubierto ya la identidad de los siete funcionarios.

El asunto constituye una verdadera bomba arrojada sobre el estado de derecho. Este país, en el que su segundo presidente y uno de los héroes de la independencia, John Adams, defendió como abogado a los soldados británicos responsables de la Matanza de Boston, se enorgullece con razón de su larga tradición bajo el imperio de la ley. Un caso como este, que simplemente pone en duda el derecho de los acusados de terrorismo a defenderse ante un tribunal, rebasa todo lo conocido hasta la fecha en materia de violación de los principios constitucionales.

Conservadores en contra

Por esa razón, un grupo de abogados conservadores, entre los que se encuentran antiguos colaboradores de George Bush, han firmado una carta en la que deploran la emisión de ese vídeo y discrepan radicalmente de su contenido. Juristas conservadores de prestigio, como Ken Starr, el fiscal del caso Lewinsky, o Michael Mukasey, ex fiscal general con Bush, publicaron ayer artículos condenando la iniciativa de Keep America Save. El senador republicano Lindsey Graham ha recordado que durante sus 30 años como abogado militar tuvo que representar a acusados de los más horribles crímenes pero que hizo todo lo posible por ganar sus casos.

Las razones para condenar la actuación de Liz Cheney parecen bastante obvias desde cualquier posición razonable. El problema es que la escalada extremista que se produce desde hace meses en el campo de la derecha está haciendo cada vez más reducido el espacio de lo razonable.

Esa radicalización no tiene nada que ver con el duelo político tradicional en Washington ni, en última instancia, es la responsable de los problemas de Obama, que son consecuencia, fundamentalmente, de sus propios errores. Pero el auge de la extrema derecha en el Partido Republicano, la pujanza de los Tea Party-que estos días han amenazado con traer su causa al mismo Washington-, el resurgimiento de milicias populares en algunas áreas del país, el crecimiento alarmante de las ventas de armas y de la liberalización de su uso..., todo ello contribuye a un clima político que, en ocasiones, comienza a resultar preocupante.

n columnista de The Washington Post, Eugene Robinson, cree que un caso como el de Liz Cheney alerta dramáticamente sobre el regreso del mccarthismo. "Esta vez quizá han ido demasiado lejos, pero probablemente ya están preparando la próximo Gran Mentira", escribe Robinson.

Liz Cheney no es, por lo demás, una figura excéntrica. Es la hija del político que, desde que dejó la vicepresidencia, se ha convertido en el mayor azote de Obama. Su principal colaborador en Keep America Save es William Kristol, director de la revista The Weekly Standard, la biblia del pensamiento neocon. Las ideas que ella expresa, por tanto, no proceden de la marginalidad irrelevante sino del corazón de la agitación extremista.

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