Wilstermann mostró su cara oscura
Venció a The Strongest por 1-0 y accedió a la final de la Copa Aerosur, pero su fútbol quedó plagado de preocupantes dudas.
José Vladimir Nogales
Para Wilstermann, la victoria (1-0) significa su quinto acceso a la final del torneo estival y sirve para sostener las muchas ilusiones concebidas. Todo es posible, hasta que 2010 sea mejor. Para The Strongest la derrota es cruel, porque sin tener el balón, dispuso de muy claras oportunidades para anotar, mérito reseñable para un visitante del Capriles, pero careció de contundencia, pecado insospechado en un equipo que rebosa delanteros con talento, rápidos, listos, afilados. El cuadro paceño pudo marcar algún gol, es cierto, pero si desarrollamos esa novela fue Wilstermann quien lo hizo. De manera que el marcador es opinable, pero el resultado es cierto.
El partido no engañó a nadie. Arrancó con el guión preestablecido. Wilstermann se apoderó de la posesión y The Strongest –que vivía bajo el imperio de no perder para conservar opciones clasificatorias- juntó las líneas ordenadamente hasta tocarse para cerrar esas originales y diferentes vías de penetración que vagamente intentó trazar Wilstermann con el despliegue por las bandas de Olivares y Amilcar Sánchez. De esta doble declaración de intenciones, de las partes salía un equipo que iba por el partido, que proponía el juego a partir de la tenencia del balón, y otro que buscaba, con los dientes apretados, el momento oportuno para dar el zarpazo.
Partiendo del control del balón, Wilstermann gobernó el trámite, pero sin gravitar. Sus armas estaban sin afilar. Las carencias de los rojos saltaron a la vista en cuanto The Strongest decidió –y eso ocurrió pronto- otorgarle el peso del juego para comprobar de lo que era capaz este gigante herido. Lo que se vio fue desolador, y según pasaban los minutos la cosa no iba sino a peor. Sólo las incursiones de Sanjurjo –si lograba escapar de la marca de Herman Soliz- creaban algo de peligro, únicamente de las botas del argentino parecía posible que surgiera ese algo diferente que pudiera desnivelar la contienda. La banda derecha estaba inutilizada, simplemente porque Olivares no es un extremo, y Jair Torrico apenas es lateral.
El juego de Wilstermann era previsible. Por el centro o la izquierda. Para colmo, Veizaga se encontraba sólo en la elaboración. Mientras que Sossa, acompañante de Raimondi en la raquítica ofensiva, se borró del encuentro, incapaz de encontrar su sitio en el sistema.
The Strongest dispuso un método sencillo y práctico, renunciando a la posesión en pos de la posición. Ayer acarició la victoria vía contragolpe, explotando el desacomodo táctico que padecían los rojos, fundamentalmente a espaldas de un barullento Olivares, que jugaba de todo y aportaba nada.
Ordenado herméticamente, el conjunto de La Paz se dio a los contragolpes que sus puntas no pudieron capitalizar ante la soberbia actuación del golero Daniel Vaca y la pésima capacidad resolutiva del argentino Di Cosmo. Darwin Peña (recostado sobre la izquierda) se bastaba para desarticular el entramado defensivo de los rojos, explotando las descubiertas espaldas de Olivares y el descompensado escalonamiento de marcas.
El discurrir de los minutos mostraba a un Wilstermann incapaz de resolver distintos problemas. Se mostró plano en ataque, sin alternativas para deshacer el sistema defensivo visitante, que se sentía cómodo en su papel. El wilstermanismo pasó todo el fin de semana lamentando la baja de Maxi Andrada (distensión de ligamentos que demandará un mes de rehabilitación) y sus posibles efectos en el funcionamiento del equipo. Y a falta de un volante con sus características, Villegas optó por rediseñar la configuración táctica, pasando del 4-4-1-1 habitual a un forzado 4-3-1-2, con Olivares como volante por derecha, Sánchez en la izquierda, Sanjurjo de enganche y Sossa como segundo punta. Sin embargo, las modificaciones deterioraron dramáticamente el funcionamiento. No hubo circuitos de juego, lo que se evidencia en la tóxica imprecisión de un traslado sucio, de una circulación precaria y en la recurrente necesidad de enviar el balón por arriba para nutrir a Raimondi y Sanjurjo, desconectados del módulo generador y faltos de interlocutores válidos para iniciar diálogos edificantes. Entonces, tener el balón, una mayor posesión, no sirve de nada si no sabes qué hacer con él. Como Sanjurjo –lento para sacarse la marca de encima y sin opciones para descargar- no conseguía trascender, Wilstermann se quedó sin el faro que pone algo de luz en su juego, sin el referente principal en la zona media, sin ese hombre que facilita las transiciones entre la defensa y el ataque con su gran inteligencia táctica.
Veizaga apareció como único pivote, con Olivares y Sánchez por delante de él con la misión de crear juego. El joven volante cumplió con nota alta, pero los otros dos están tan fuera de forma que su presencia no aporta mayor beneficio que tener sobre el campo el mismo número de efectivos que el rival.
Para corregir las imperfecciones del nuevo diseño, Villegas tuvo que aplicar bisturí. Y sin anestesia: afuera Sossa (inocuo, improductivo), adentro Machado. El dibujo táctico asumió, entonces, su forma primigenia, 4-4-1-1, extirpando al incordioso punta para agregar más marca en el medio a fin de restituir el equilibrio perdido. ¿Fue solución? No. Si bien mejoró la contención (Peña dejó de complicar), el cambio de dibujo no aportó respuestas al anémico y caótico juego ofensivo. Wilstermann no rema por los extremos y, por el embudo, sólo Sanjurjo puede dar alguna puntada. Sánchez no encara, el desborde no va con él, no es asunto suyo. Al menor obstáculo, mete freno, gira en “U” y descarga para atrás, librándose del compromiso. Olivares, por su parte, propende en exceso al juego barullento. Pasa mucho al ataque pero aporta en proporción inversa. Un lastre para un equipo que necesita gobierno, que palidece cuando no dispone de espacios para progresar.
Nada cambió tras el descanso. Era Wilstermann quien manejaba los acontecimientos y The Strongest el que resistía, aunque, ya sin Peña, con escasa participación en el área de enfrente.
Sin modificaciones estructurales –o conceptuales-, Wilstermann ejecutó el mismo libreto y sufrió iguales dificultades en la circulación porque The Strongest presionaba muy arriba y muy furioso, pero una vez superado el fuego de morteros sus problemas eran otros. Aunque Sanjurjo intentaba zafar de la marca, el mediocampo no encontraba conexiones con Raimondi, pases entre líneas.
Ante la atonía general, la solución llegó por accidente: un ingenuo penal de Chumacero a Jair Torrico a la salida de un lateral. Sanjurjo convirtió con elegancia, 66 minutos.
Ante la adversidad, The Strongest levantó anclas y trató de apuntalar, con su artillería, el obligado avance de su infantería, pero al precio de desprotegerse atrás. El drama del la visita es que, cuando necesitó atacar, exhibió virtudes contrapuestas a las que denotó cuando privilegió la protección posicional. Con el balón, se descompuso. Leitao no ejercía de jefe y Gatty Ribeiro (ubicado como enganche, al salir Colque para ganar en ofensividad con Leitao recostado sobre la izquierda) no mejora un ápice al futbolista que naufragó en el centro del campo de Real Potosí. Más allá, ni Menacho ni López se acercan a su propia sombra. Desde esa pérdida de la identidad se explica la falta de confianza, la pena, el quinto partido sin ganar.
Libre de ataduras, Wilstermann encontró fluidez. Sanjurjo, sin el cancerbero echándole el aliento en la nuca, comenzó a gravitar y, en torno a su virtud, se movió el resto, tocando con la justeza extraviada.
Pronto resultó evidente que el dominio final del visitante era un espejismo. No había delanteros. Di Cosmo ya no apareció y Menacho se enredó en batallas que dejaban el balón en segundo plano.
Sanjurjo apareció, entonces, para completar unos minutos finales primorosos y si sus jugadas no terminaron en gol fue para delatar la realidad del equipo. Triunfos, Sanjurjo, contención. Le valdría a cualquier equipo, pero hablamos de Wilstermann.
José Vladimir Nogales
Para Wilstermann, la victoria (1-0) significa su quinto acceso a la final del torneo estival y sirve para sostener las muchas ilusiones concebidas. Todo es posible, hasta que 2010 sea mejor. Para The Strongest la derrota es cruel, porque sin tener el balón, dispuso de muy claras oportunidades para anotar, mérito reseñable para un visitante del Capriles, pero careció de contundencia, pecado insospechado en un equipo que rebosa delanteros con talento, rápidos, listos, afilados. El cuadro paceño pudo marcar algún gol, es cierto, pero si desarrollamos esa novela fue Wilstermann quien lo hizo. De manera que el marcador es opinable, pero el resultado es cierto.
El partido no engañó a nadie. Arrancó con el guión preestablecido. Wilstermann se apoderó de la posesión y The Strongest –que vivía bajo el imperio de no perder para conservar opciones clasificatorias- juntó las líneas ordenadamente hasta tocarse para cerrar esas originales y diferentes vías de penetración que vagamente intentó trazar Wilstermann con el despliegue por las bandas de Olivares y Amilcar Sánchez. De esta doble declaración de intenciones, de las partes salía un equipo que iba por el partido, que proponía el juego a partir de la tenencia del balón, y otro que buscaba, con los dientes apretados, el momento oportuno para dar el zarpazo.
Partiendo del control del balón, Wilstermann gobernó el trámite, pero sin gravitar. Sus armas estaban sin afilar. Las carencias de los rojos saltaron a la vista en cuanto The Strongest decidió –y eso ocurrió pronto- otorgarle el peso del juego para comprobar de lo que era capaz este gigante herido. Lo que se vio fue desolador, y según pasaban los minutos la cosa no iba sino a peor. Sólo las incursiones de Sanjurjo –si lograba escapar de la marca de Herman Soliz- creaban algo de peligro, únicamente de las botas del argentino parecía posible que surgiera ese algo diferente que pudiera desnivelar la contienda. La banda derecha estaba inutilizada, simplemente porque Olivares no es un extremo, y Jair Torrico apenas es lateral.
El juego de Wilstermann era previsible. Por el centro o la izquierda. Para colmo, Veizaga se encontraba sólo en la elaboración. Mientras que Sossa, acompañante de Raimondi en la raquítica ofensiva, se borró del encuentro, incapaz de encontrar su sitio en el sistema.
The Strongest dispuso un método sencillo y práctico, renunciando a la posesión en pos de la posición. Ayer acarició la victoria vía contragolpe, explotando el desacomodo táctico que padecían los rojos, fundamentalmente a espaldas de un barullento Olivares, que jugaba de todo y aportaba nada.
Ordenado herméticamente, el conjunto de La Paz se dio a los contragolpes que sus puntas no pudieron capitalizar ante la soberbia actuación del golero Daniel Vaca y la pésima capacidad resolutiva del argentino Di Cosmo. Darwin Peña (recostado sobre la izquierda) se bastaba para desarticular el entramado defensivo de los rojos, explotando las descubiertas espaldas de Olivares y el descompensado escalonamiento de marcas.
El discurrir de los minutos mostraba a un Wilstermann incapaz de resolver distintos problemas. Se mostró plano en ataque, sin alternativas para deshacer el sistema defensivo visitante, que se sentía cómodo en su papel. El wilstermanismo pasó todo el fin de semana lamentando la baja de Maxi Andrada (distensión de ligamentos que demandará un mes de rehabilitación) y sus posibles efectos en el funcionamiento del equipo. Y a falta de un volante con sus características, Villegas optó por rediseñar la configuración táctica, pasando del 4-4-1-1 habitual a un forzado 4-3-1-2, con Olivares como volante por derecha, Sánchez en la izquierda, Sanjurjo de enganche y Sossa como segundo punta. Sin embargo, las modificaciones deterioraron dramáticamente el funcionamiento. No hubo circuitos de juego, lo que se evidencia en la tóxica imprecisión de un traslado sucio, de una circulación precaria y en la recurrente necesidad de enviar el balón por arriba para nutrir a Raimondi y Sanjurjo, desconectados del módulo generador y faltos de interlocutores válidos para iniciar diálogos edificantes. Entonces, tener el balón, una mayor posesión, no sirve de nada si no sabes qué hacer con él. Como Sanjurjo –lento para sacarse la marca de encima y sin opciones para descargar- no conseguía trascender, Wilstermann se quedó sin el faro que pone algo de luz en su juego, sin el referente principal en la zona media, sin ese hombre que facilita las transiciones entre la defensa y el ataque con su gran inteligencia táctica.
Veizaga apareció como único pivote, con Olivares y Sánchez por delante de él con la misión de crear juego. El joven volante cumplió con nota alta, pero los otros dos están tan fuera de forma que su presencia no aporta mayor beneficio que tener sobre el campo el mismo número de efectivos que el rival.
Para corregir las imperfecciones del nuevo diseño, Villegas tuvo que aplicar bisturí. Y sin anestesia: afuera Sossa (inocuo, improductivo), adentro Machado. El dibujo táctico asumió, entonces, su forma primigenia, 4-4-1-1, extirpando al incordioso punta para agregar más marca en el medio a fin de restituir el equilibrio perdido. ¿Fue solución? No. Si bien mejoró la contención (Peña dejó de complicar), el cambio de dibujo no aportó respuestas al anémico y caótico juego ofensivo. Wilstermann no rema por los extremos y, por el embudo, sólo Sanjurjo puede dar alguna puntada. Sánchez no encara, el desborde no va con él, no es asunto suyo. Al menor obstáculo, mete freno, gira en “U” y descarga para atrás, librándose del compromiso. Olivares, por su parte, propende en exceso al juego barullento. Pasa mucho al ataque pero aporta en proporción inversa. Un lastre para un equipo que necesita gobierno, que palidece cuando no dispone de espacios para progresar.
Nada cambió tras el descanso. Era Wilstermann quien manejaba los acontecimientos y The Strongest el que resistía, aunque, ya sin Peña, con escasa participación en el área de enfrente.
Sin modificaciones estructurales –o conceptuales-, Wilstermann ejecutó el mismo libreto y sufrió iguales dificultades en la circulación porque The Strongest presionaba muy arriba y muy furioso, pero una vez superado el fuego de morteros sus problemas eran otros. Aunque Sanjurjo intentaba zafar de la marca, el mediocampo no encontraba conexiones con Raimondi, pases entre líneas.
Ante la atonía general, la solución llegó por accidente: un ingenuo penal de Chumacero a Jair Torrico a la salida de un lateral. Sanjurjo convirtió con elegancia, 66 minutos.
Ante la adversidad, The Strongest levantó anclas y trató de apuntalar, con su artillería, el obligado avance de su infantería, pero al precio de desprotegerse atrás. El drama del la visita es que, cuando necesitó atacar, exhibió virtudes contrapuestas a las que denotó cuando privilegió la protección posicional. Con el balón, se descompuso. Leitao no ejercía de jefe y Gatty Ribeiro (ubicado como enganche, al salir Colque para ganar en ofensividad con Leitao recostado sobre la izquierda) no mejora un ápice al futbolista que naufragó en el centro del campo de Real Potosí. Más allá, ni Menacho ni López se acercan a su propia sombra. Desde esa pérdida de la identidad se explica la falta de confianza, la pena, el quinto partido sin ganar.
Libre de ataduras, Wilstermann encontró fluidez. Sanjurjo, sin el cancerbero echándole el aliento en la nuca, comenzó a gravitar y, en torno a su virtud, se movió el resto, tocando con la justeza extraviada.
Pronto resultó evidente que el dominio final del visitante era un espejismo. No había delanteros. Di Cosmo ya no apareció y Menacho se enredó en batallas que dejaban el balón en segundo plano.
Sanjurjo apareció, entonces, para completar unos minutos finales primorosos y si sus jugadas no terminaron en gol fue para delatar la realidad del equipo. Triunfos, Sanjurjo, contención. Le valdría a cualquier equipo, pero hablamos de Wilstermann.
SINTESIS
Wilstermann: Vaca, Torrico, Barrera, Ortiz, Bazán; Veizaga, Olivares, Sánchez; Sanjurjo (Candia), Sossa (Machado), Raimondi.
The Strongest: Galarza, Ribeiro, Palacios, García, Rivero; Soliz, Chumacero, Colque; Peña (Leitao); Di Cosmo y López.
JUEZ: Joaquín Antequera (Mal).
GOL: Sanjurjo (penal) 66’.
EXPULSADO: Bazán.