Neymar, el nuevo astro brasileño

Se llama Neymar, tiene 18 años recién cumplidos, la descose en dupla con Robinho en el Santos y hasta Pelé ya avisó que puede ser mejor que él. Cuidado: Dunga podría llevarlo al Mundial de Sudáfrica para foguearlo, como Brasil ya hizo con Ronaldo en el 94 y Kaká en 2002. Cumplió 18 años el 5 de febrero y ese día se regaló una soberbia actuación ante Santo André: un gol y mil amagues para el 2-1 de su equipo en el campeonato paulista. A la mañana siguiente, hubo un festejo más mediático: Robinho, recién llegado al club, le pidió a los empleados del Santos que organizaran un pequeño evento en la sala de prensa.

Allí, el ex crack del Real Madrid comenzó a arrojarle pedazos de torta al sorprendido Neymar...
Ese mismo día, por la tarde, Neymar da Silva Santos Junior se presentó en las oficinas del club. Cuando tenía 14 años, el Real Madrid, el Arsenal y el Manchester United lo habían buscado: entonces Santos lo blindó con una cláusula de rescisión de 30 millones de euros y le prohibió que diera entrevistas por los siguientes cuatro años. Ahora que ya era mayor de edad, y que la ley lo ampara para trabajar fuera de su país, los directivos decidieron mejorarle sustancialmente su contrato, elevar a 35 millones la cláusula vigente para llevárselo y prolongar su vínculo hasta 2014. Es un calco de Robinho. Justo cuando el delantero brasileño, tras su paso por Manchester City, regresó a Santos, Neymar explotó. Está en un nivel notable. Y ahora conforman una dupla de ataque difícil de bancar. La nueva joya del fútbol brasileño también usa botines blancos, y con Robinho comparte algo más: su representante. Neymar mide 1,74 metro y pesa 54 kilos. Le pega con las dos piernas (y no juntas, claro), tiene una gambeta endiablada, vertical, de esas que hacen retroceder a los defensores por temor al papelón. Juega de punta, aunque seguramente cuando se mude a Europa retrocederá unos metros o se tirará a un costado. Y, como todo brasileño, es farolero, bailotea sobre la pelota, un buen aprendiz de la escuela de Ronaldinho.
El remate potente no es su virtud principal (tampoco la de Robinho), aunque lejos de evitarlo, intenta tirar a colocar. De hecho, colgó varios tiros libres del ángulo. Lleva 7 goles en 9 partidos en el actual torneo paulista, que tiene a Santos puntero tras 10 fechas y con una racha de triunfos (7 consecutivos) que no conseguía desde 1968, cuando allí jugaba... Pelé.
Y es justamente Edson Arantes quien sube la apuesta por Neymar.
"En cuanto surgió, empezaron a compararlo con Robinho y con Pelé --tira, en tercera persona, a lo Maradona--. Yo creo que él hasta puede ser mejor que Robinho y que Pelé". Allá está instalada la sensación de que Dunga meterá una linda sorpresa en la nómina mundialista. No sería la primera vez que Brasil incluye en su plantel para una Copa del Mundo a alguna promesa con intenciones de fogueo. Ya lo hizo con Ronaldo en EE.UU. 94, quien en ese entonces tenía 17 años y no jugó ni un minuto, y también con Kaká en Corea-Japón 2002: el ahora astro acusaba entonces 20 años e ingresó 18 minutos ante Costa Rica, en un partido de la primera fase que ya estaba liquidado.
"Sería una jugada inteligente llevarlo a la Copa del Mundo, como se hizo otras veces. Para él es importante ganar experiencia con el grupo", explica Carlos Alberto, capitán del Scratch en el Mundial del 70. Para Clodoaldo, otro campeón de ese Mundial, "Neymar es más decisivo que Robinho, porque tienen las mismas cualidades pero con un pase y una finalización de las jugadas superiores. Espero que Dunga encuentre el espacio para Neymar".
Y Edu, quien disputó tres Mundiales (1966, 70 y 74), también se subió al tren: "Soy hincha de Neymar y lo llevaría a Sudáfrica. Está jugando muy bien y tiene una cabeza maravillosa, muy madura. Verlo en el campo de juego despierta alegría".
Nacido en el humilde municipio de Mogi das Cruzes, a 45 kilómetros del centro de San Pablo, Neymar apenas alza la voz. Y hasta, en silencio, se come un gaste de novela de parte de sus compañeros cuando llega al entrenamiento con un peinado nuevo, los pelos paraditos. Claro: después, en la cancha, el que se ríe es él.

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