Haiti: El difícil reparto de la ayuda


La ausencia de liderazgo del Estado complica la respuesta a la catástrofe

Toneladas de ayuda humanitaria llegan a diario a Puerto Príncipe, pero las decenas de miles de haitianos que se amontonan en descampados, parques y calzadas de una capital destrozada por el seísmo se quejan de que nadie les reparte comida y tiendas de campaña. En Naciones Unidas admiten que "falta visibilidad", pero aseguran que la ayuda llega y fluye con normalidad. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha establecido 16 puntos de distribución en los que las mujeres, mucho más sosegadas, se encargan de recoger los sacos.


"El seísmo ha destruido todos los símbolos del poder y la capacidad de reacción del Estado. Han muerto subsecretarios, técnicos, la gente más capaz que no había abandonado el país, pero también ha decapitado

[77 muertos y 170 desaparecidos, casi todos jefes] la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití, que tenía cinco años de experiencia", asegura una fuente de la ONU.

En el tsunami asiático, en 2004, se mantuvieron las estructuras de gobierno de las 17 naciones afectadas. La destrucción se limitó a la costa, no a las capitales. Aquí todo el daño se concentra en un país muy pobre que ya tenía un Estado muy débil, y en una ciudad caótica, superpoblada y con pésimas infraestructuras.

Nadie sabe la cifra real de muertos. Un occidental experto en crisis, que exige el anonimato, dice: "Hablar de cifras es precipitado cuando quedan muchas personas bajo los escombros. Pueden ser más de 200.000, pero parece que el Gobierno de Haití está obsesionado con superar los muertos del tsunami. No hay capacidad para tratar a los vivos ni para contar a los muertos. El Estado ha desaparecido".

En la Organización Mundial de Migraciones, dependiente de la ONU, recuerdan que los desplazados del tsunami fueron medio millón. "Si escogemos el número más bajo, un millón, podríamos decir que tenemos el doble de desplazados que en Asia, pero concentrados en una ciudad. Aunque más que desplazados son gente sin techo que vive como puede al lado de las ruinas de su casa".

El aeropuerto de Puerto Príncipe es el centro de operaciones. Cada mañana cientos de personas con las camisetas y logos de las organizaciones humanitarias más variopintas se esfuerzan en coordinarse. "En todas las crisis es necesario un liderazgo claro, alguien que diga por dónde hay que ir. En ésta aún no existe ese liderazgo porque el Gobierno nacional no está en condiciones de desempeñar el papel", dice un europeo. No lejos del aeropuerto, el Ejecutivo haitiano se cita a diario en una comisaría de policía convertida en su nueva sede. Su presencia es testimonial, un recordatorio de que Haití es un Estado independiente con el que hay que contar en las decisiones. "Nadie quiere un protectorado, porque la reconstrucción sería mucho más cara", dice la fuente de la ONU.

La ayuda entra a buen ritmo en el país: 200 camiones diarios desde República Dominicana y 350 contenedores por el puerto. Los vuelos de emergencia se reducen porque los precios son prohibitivos. Las tropas estadounidenses preparan una nueva zona de atraque que permitirá alcanzar los 1.500 contenedores. La amenaza inmediata son las lluvias. "En condiciones normales deberían llegar en mayo, pero con todo esto del cambio climático y el Niño se esperan en marzo. Vamos a tener un problema muy grave para dar cobijo a tanta gente. No hay capacidad para actuar tan rápido", dice la misma fuente.

El objetivo urgente es establecer una estrategia e implicar en ella a los haitianos. Por eso Naciones Unidas ha optado por el sistema de los cupones, más eficaces a su entender que la ayuda directa. Mientras, en Puerto Príncipe, la vida tiene otro ritmo y demasiadas urgencias.

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