Final Aerosur: escándalo en la venta de boletos

Misteriosamente, los boletos se agotaron antes de tiempo y en la reventa se dispararon los precios

Connotaciones escandalosas alcanzó la venta de boletos para la final de la Copa Aerosur, que tendrá a Wilstermann y Bolívar como protagonistas.


En poco menos de dos horas, la taquilla quedó agotada, sin alcanzar a satisfacer mínimamente –por disímiles factores- la superlativa demanda de boletos por parte de estoicos aficionados que, soportando las inclemencias climáticas, acamparon desde el jueves ante las boleterías del estadio.

Ningún esfuerzo bastó –salvo para un ramillete de afortunados, que habían aparcado a escasos metros de las ventanillas- para hacerse con las cotizadas entradas, que se evaporaron misteriosamente.

Aún cuando las columnas de aficionados ávidos por adquirir un ticket parecían sobrepasar el teórico aforo del estadio (cuya verdadera capacidad es un misterio que facilita la especulación), el ritmo de venta (dos entradas por persona) no llegó a satisfacer el cálculo de una presumible franja de seguridad de cada ventanilla (es decir, si ingresan aproximadamente 5000 personas a preferencia, 2500 boletos debían ser distribuidos por ventanilla. Al entregarse sólo dos boletos por persona, aproximadamente 1250 personas de cada fila debían acceder a ellas), pues ni las 700 mejor posicionadas (según el orden de llegada tenían marcado el número que certificaba su ubicación) pudieron comprar los boletos. El fenómeno –con distintas cifras relativas al aforo- se presentó en las restantes tribunas.

Es obvio que, en el proceso de venta, actuó algún (si no fueron varios) elemento distorsionante, de claro corte delictivo. Simples operaciones aritméticas revelan que, a cada columna, le fueron sustraídas aproximadamente la mitad de los boletos, toda vez que los aficionados denunciaron que quienes se encontraban en los puestos posteriores al número 700 ya no llegaron ni a las cercanías de las ventanillas. ¿Dónde fueron a parar las localidades faltantes? La respuesta es simple: a la reventa. El quid del asunto (que amerita una investigación policial) estriba en determinar “cómo”.

Los boleteros fueron acusados de actuar en combinación con los revendedores, a quienes les eran entregados talonarios con un recargo de Bs. 5 por boleto y una ganancia neta total de 1500, incrementando el coste de la reventa, que debía partir (para hacer rentable la operación) con un recargo de Bs. 6 sobre el valor nominal (boletos de preferencia llegaron a ser ofrecidos en Bs. 200 y los de curva en 90). Otro aficionado, en comunicación con un programa radial, señaló a la policía como agente de la distorsión, apuntando que varios oficiales se aproximaron a las boleterías para obtener localidades que, luego, serían entregadas a la reventa.

Cabe preguntarse, con igual preocupación, ¿por qué la reventa goza de tanta libertad, si asumimos que no existe prohibición fáctica (nominalmente existe, no así un brazo ejecutor que haga cumplir la normativa)? La reventa especulativa (que opera recortando –acaparando- la oferta para que los precios se disparen ante una demanda dada) no es reprimida de ninguna manera. Suele verse a revendedores en las cercanías del estadio en armoniosa coexistencia con complacientes policías, quienes no parecen reconocer el delito (si algo está prohibido, su práctica se torna en delictiva) o no quieren hacerlo, de existir un vínculo no develado.

Si, con no poco de indulgencia, aceptamos la reventa moderada (pagar un canon por esfuerzo que supuso la adquisición del boleto, sea por la longitud de las filas o para evitar hacerla ante la premura), la espiral especulativa es absolutamente condenable y merecedora de severos castigos. Sin embargo, cuesta pensar que la policía tenga voluntad, capacidad y recursos para la represión de esta ilícita actividad. Lo peor es que los revendedores están organizados en sindicatos para preservar la solidez lucrativa de la actividad, evitando la invasión de competidores. Al respecto, una adolescente –que tuvo la fortuna de conseguir boletos- denunció ser objeto de agresión por parte de energúmenos revendedores que vieron afectada la “exclusividad” del negocio.

Deben estudiarse mecanismos para erradicar estas abusivas prácticas que contravienen normas, fomentan el delito y perjudican duramente a los aficionados. Mas, lo que principalmente escasea es voluntad para investigar y detectar los mecanismos de la especulación para proceder en consecuencia.

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