La flota fantasma del petróleo ruso: anatomía de una red que esquiva las sanciones occidentales
Prácticas de navegación de alto riesgo, sociedades pantalla y mercados asiáticos conforman la red que mantiene vivo el flujo energético que alimenta la invasión rusa en Ucrania
InfobaeEn los márgenes del comercio global de energía opera una flota paralela de viejos petroleros, organizada a través de estructuras societarias opacas, seguros fuera de la órbita occidental y circuitos marítimos diseñados para evadir controles. Esta llamada “flota en la sombra” (o flota fantasma) se ha convertido en un engranaje central para que Rusia mantenga sus exportaciones de crudo pese al régimen de sanciones impuesto por la Unión Europea (UE), Estados Unidos y sus aliados desde el inicio de la invasión de Ucrania.
Rusia logró redirigir buena parte de sus exportaciones hacia Asia, especialmente a India y China, con descuentos que hicieron su crudo atractivo en un contexto de incertidumbre global. Para sostener ese flujo, Moscú y sus intermediarios recurrieron a una infraestructura marítima alternativa que opera fuera de los circuitos tradicionales de la industria naval occidental. La flota en la sombra emergió así como una respuesta estructural a las sanciones, no como una solución provisional.
El núcleo de esta red lo componen petroleros antiguos, muchos de ellos adquiridos cuando estaban próximos al desguace y transferidos a sociedades registradas en jurisdicciones de baja transparencia. Estos buques navegan bajo banderas de conveniencia, con propietarios difíciles de identificar y seguros emitidos por compañías fuera del alcance regulatorio europeo o estadounidense.
Las prácticas de evasión están bien documentadas. Los petroleros apagan de forma recurrente sus sistemas de identificación automática para ocultar rutas y escalas, cambian de nombre y pabellón con frecuencia, y realizan transbordos de crudo de buque a buque en alta mar. Estas operaciones buscan diluir el rastro del petróleo ruso antes de su llegada a destino y se llevan a cabo lejos de puertos sometidos a inspección.
El uso de estas tácticas ha generado una creciente preocupación entre autoridades marítimas y medioambientales. La combinación de barcos viejos, supervisión limitada y maniobras irregulares incrementa de forma significativa el riesgo de accidentes graves y vertidos. En los últimos años, incidentes en el mar Negro y otras zonas han reforzado la percepción de que esta flota no solo desafía las sanciones, sino que también supone una amenaza para la seguridad marítima y ambiental.
En los últimos meses, esta flota fantasma ha comenzado además a quedar expuesta a un nuevo tipo de presión. Ucrania ha llevado el pulso contra las exportaciones energéticas rusas a un terreno más directo, atacando buques vinculados a este circuito logístico. En diciembre, un petrolero asociado a la llamada flota en la sombra quedó varado frente a la costa de Bulgaria tras ser alcanzado por un ataque ucraniano.
Intermediarios, jurisdicciones y economía de guerra

La flota en la sombra no funciona de manera aislada. A su alrededor se ha consolidado una red de intermediarios financieros, traders y navieras que sustituyeron a las grandes comercializadoras occidentales tras su retirada del mercado ruso. Nuevas compañías con sede en centros como Dubái, Singapur o Hong Kong asumieron la comercialización del crudo, muchas veces dirigidas por empresarios con vínculos previos a las petroleras estatales rusas.
Este ecosistema ha permitido a Moscú sostener un flujo constante de ingresos energéticos en plena guerra. Aunque el crudo se vende con descuento, los volúmenes exportados siguen siendo suficientes para alimentar las arcas del Estado y financiar el esfuerzo militar sin provocar un colapso macroeconómico. Para el Kremlin, la flota en la sombra se ha convertido en un instrumento estratégico que reduce la vulnerabilidad frente a las sanciones y preserva una fuente clave de divisas.
La opacidad del sistema dificulta cuantificar con precisión su impacto, pero responsables europeos y analistas coinciden en que una parte significativa de la capacidad de resistencia económica rusa depende de esta red logística paralela. La presión internacional se ha desplazado progresivamente desde el veto comercial hacia los actores que facilitan el transporte, la financiación y el aseguramiento del crudo.
El cerco occidental y sus límites

En respuesta, la Unión Europea ha intensificado su ofensiva sancionadora. En los últimos paquetes ha incluido a comerciantes, directivos y empresas acusados de facilitar el transporte de petróleo ruso mediante prácticas de ocultamiento del origen del crudo. Las medidas implican congelación de activos, prohibiciones de viaje y la exclusión total del mercado europeo.
El foco se ha ampliado también a las navieras que poseen o gestionan petroleros utilizados por la flota en la sombra, incluidas compañías con sede en Emiratos Árabes Unidos, Vietnam y Rusia. Bruselas busca cortar el acceso de estos operadores a servicios esenciales y elevar los costes de mantener activa la red.
Algunos Estados miembros, como Francia, han ido más allá y defienden inspecciones, retenciones e incluso inmovilizaciones de buques sospechosos en aguas europeas. La lógica es clara: interrumpir el funcionamiento de la flota, aunque sea de forma puntual, obliga a reorganizar rutas, asumir riesgos legales y encarecer el negocio.
Pese a ello, las limitaciones son evidentes. El derecho marítimo internacional ofrece amplios márgenes de maniobra a los buques que navegan bajo banderas extranjeras, y la cooperación de los países de abanderamiento es desigual. Mientras existan compradores dispuestos, registros navales complacientes y aseguradoras alternativas, la flota en la sombra seguirá en busca de vías de adaptación.


