PSG 1 - Bayern 2 / Doble golpe al PSG

Andrés Onrubia
As
El Bayern es el mejor equipo de Europa. Asaltó el trono del campeón, del PSG, que no estuvo nunca tan sometido con Luis Enrique como en todo el primer tiempo. Kompany ha creado un rodillo, una máquina de destrucción masiva que, además, sabe sufrir. Ganó 1-2 en París, gracias al doblete de Luis Díaz, protagonista por una expulsión al borde del descanso que cambió por completo una contienda en la que no hubo color hasta la roja del colombiano.

El partido fue una oda al fútbol total. Una batalla trepidante. Un duelo que refrendó, por si todavía quedaba algún escéptico, que el Bayern es una apisonadora sin freno. Le faltaba poner en jaque al campeón de Europa en su casa para ser nuevo rey. Y así sucedió en la primera parte.

Al PSG le salió todo mal. Entró dormido y Luis Díaz, que sería protagonista minutos después, aprovechó un rechace de un disparo de Gnabry para silenciar París. Del ruido al silencio. Del silencio al bullicio con el gol de Dembélé, que empató la contienda, pero estaba en fuera de juego. El francés, inexistente hasta entonces, pidió el cambio y se marchó a los vestuarios.

Fue la única vez que el PSG pudo mirar a los ojos al Bayern antes del descanso. El dominio de los de Kompany fue aplastante. No negoció ni un esfuerzo, como si todos los balones fueran los últimos. Hasta Marquinhos fue humano y le dejó en bandeja a Luis Díaz el segundo. El partido parecía finiquitado, hasta que el colombiano, sangre caliente, se autoexpulsó al borde del descanso tras una dura entrada sobre Achraf que obligó al marroquí a salir del campo cojeando.

El partido se equilibró. Aunque Luis Enrique no juegue nunca con delantero centro, siempre con una falsa referencia, siempre acaba recurriendo a Gonçalo Ramos para que le sofoque el incendio. El portugués juega mejor de revulsivo. Su entrada cambió todo. El Bayern comenzó a dudar por primera vez en todo el partido y el PSG olió la sangre. Fue Joao Neves el que redujo distancias tras un gran centro lateral. El mediocentro, también como revulsivo, en un rol inusual, pudo empatar minutos después con un cabezazo que rozó literalmente el poste. El Bayern, que pidió el final a gritos, aguantó milagrosamente y salió incólume de un bombardeo incesante.

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