Por qué vemos luces y colores en la oscuridad, según la ciencia

En ausencia de estímulos luminosos, el sistema visual y el cerebro permanecen activos. La explicación científica detrás de un fenómeno cotidiano que suele confundirse con ilusiones ópticas

Infobae

En completa oscuridad, la experiencia de percibir destellos, formas difusas o colores tenues es sorprendentemente habitual. Más allá de los mitos y supersticiones, la ciencia explica este fenómeno como resultado de la actividad permanente del sistema visual y el cerebro, que continúan generando sensaciones incluso cuando la luz se ha desvanecido. Estas percepciones, lejos de ser inexplicables, obedecen a procesos internos que revelan la naturaleza inquieta y creativa de la mente humana, aun en ausencia total de estímulos externos.


¿Por qué el ojo “ve” algo cuando no hay luz?

Según el Dr. Scott E. Brodie, profesor de oftalmología clínica en Columbia University Medical Center, citado por Popular Science, la visión humana puede ser fácilmente engañada, incluso en completa oscuridad: “Normalmente, pensamos que nuestra visión es muy fiel: lo que vemos es lo que realmente está ahí. Pero eso no siempre es así. Hay neurología, hay bioquímica en ello, y nuestra visión puede ser engañada”.

Las ilusiones ópticas ilustran cómo los mecanismos internos pueden distorsionar la realidad: el disco de Benham o el perseguidor de lilas, por ejemplo, hacen que el cerebro genere colores e imágenes inexistentes, solo estimulado por movimientos o patrones simples.

Un experimento casero lo demuestra: al cerrar los ojos y presionar el borde superior de la órbita, aparece un círculo negro rodeado de un halo brillante que parece alejarse del dedo. Este efecto —llamado “fosfenos”— se presenta por presión física, por un golpe en la cabeza (de ahí la frase “ver estrellas”), o incluso en situaciones cotidianas.

La actividad continua de la retina en la oscuridad

Lo que ocurre al cerrar los ojos o al estar en completa oscuridad no es pasividad visual, sino lo contrario: la retina permanece activa. De noche, los bastones —fotorreceptores extremadamente sensibles— aumentan su actividad, sobre todo en la periferia del campo visual, lo que puede intensificar la percepción de movimientos o destellos laterales.

Por esta razón, no solo los fosfenos pueden aparecer en la oscuridad. Existen también las alucinaciones visuales con los ojos cerrados, que no requieren un estímulo físico: surgen por acción interna, con solo cerrar los ojos o permanecer un tiempo sin luz.

Negro absoluto: el mito del “eigengrau”

Aunque muchas personas creen que la oscuridad total equivale a ver un negro profundo, la realidad es diferente. Cuando se cierran los ojos o se permanece un tiempo prolongado sin ninguna fuente de luz, el color predominante no es el negro, sino un gris uniforme, conocido como eigengrau.

Este término, que significa “gris intrínseco” en alemán, fue acuñado por el físico Gustav Fechner en el siglo XIX y alude a la tonalidad grisácea que percibe el cerebro en completa ausencia de estímulos luminosos externos.

La explicación reside en los procesos internos del sistema visual. Incluso en la oscuridad absoluta, las células de la retina y el nervio óptico no dejan de enviar señales eléctricas al cerebro. Estas señales, que en condiciones normales se ven superadas por la información visual real, generan en estas circunstancias una especie de fondo visual persistente, el “ruido visual”.

Así, el cerebro no descansa nunca: produce su propia información aunque carezca de estímulo externo. Esta actividad se manifiesta como una niebla grisácea y vibrante, completamente diferente al negro absoluto que se suele imaginar. El eigengrau no solo es testimonio de la incansable actividad del sistema visual, sino que también explica por qué resulta imposible experimentar, de manera natural, la ausencia total de impresiones visuales.

El papel del cerebro y de los otros sentidos

Cuando la visión pierde nitidez ante la falta de luz, el cerebro se adapta para interpretar la realidad usando toda la información sensorial disponible. Durante la noche o en espacios oscuros, los ruidos tenues pueden resultar mucho más evidentes, y la percepción del propio cuerpo —a través de la propriocepción— aumenta. Este fenómeno permite captar la posición, el movimiento y la tensión de los músculos, lo que resulta útil para orientarse incluso sin visión.

La agudización de los sentidos en la oscuridad es, en parte, una respuesta evolutiva de supervivencia. Sentir un leve roce, un cambio en la temperatura o un murmullo en la noche puede ser crucial para detectar riesgos en ausencia de la vista. Además de la propiocepción y el oído, el olfato y el tacto también aportan información relevante. El cerebro reúne estos datos y construye una representación mental del entorno, integrando incluso pequeños estímulos que normalmente pasarían desapercibidos.

En la oscuridad, los sentidos

Este aumento en la sensibilidad sensorial puede, sin embargo, potenciar la creación de imágenes mentales. El cerebro, ávido de información, puede interpretar el “ruido” visual y los estímulos auditivos o táctiles con una carga subjetiva mayor, haciendo que las percepciones resulten intensificadas o, incluso, equívocas. Así, es posible tener la sensación, casi física, de que algo o alguien ronda cerca, cuando todo responde a la intensa actividad cerebral y sensorial, según detalle Popular Science.

Cuando la visión engaña

La experiencia de ver luces, colores o figuras en la oscuridad no es señal de anomalías ni motivo de preocupación. Por el contrario, refleja el funcionamiento natural del sistema visual y la compleja interacción del cerebro con los sentidos.

Comprender estos procesos ayuda a desmitificar miedos y ajusta las expectativas de lo que el ojo humano puede percibir sin luz. Recordar que la vista puede engañar es fundamental para mantener la calma ante imágenes o destellos que aparecen en la oscuridad.

Aceptar que una parte de lo que vemos con los ojos cerrados —o con una habitación a oscuras— es producto del asombroso y complejo funcionamiento de nuestro sistema visual, puede convertir la experiencia de la oscuridad en una oportunidad para entender mejor cómo percibimos el mundo. 

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