Independiente se quitó por fin la mufa y ganó dos partidos simultáneos, 3-0 a Platense y a la bronca de sus hinchas
Pudo quebrar la racha de 15 encuentros sin festejos con los goles de Avalos, Loyola y Millán frente a un público que hizo sentir la presión
En la tarde que vaticinaba el peor clima posible, Independiente se sacudió la mufa que lo perseguía y consiguió su primer triunfo en el semestre. Un contundente 3-0 sobre un muy desteñido Platense que hinchas, jugadores y cuerpo técnico festejaron con más muestras de alivio que de euforia. “Estábamos dolidos como grupo. Siempre pasaba algo para impedir que ganáramos partidos que merecíamos. Hablamos mucho entre nosotros porque no le encontrábamos la vuelta, pero hoy por fin llegó el desahogo”, resumió el chileno Felipe Loyola, que reapareció tras el descanso y anotó el segundo tanto.
Cuando durante todo el día el Servicio Meteorológico Nacional insistió con las amenazas de tormentas sin duda no habrá tenido en cuenta el nivel de desasosiego que durante dos largas horas iba a azotar al Libertadores de América en Avellaneda, y no exactamente por la lluvia, el viento o el granizo que pudiera llegar desde las alturas.
Pocas veces ocurre con tanta nitidez que en un estadio se jueguen dos partidos simultáneos, uno sobre el césped y otro en las tribunas. Menos aún que en varios momentos lo que pase abajo no se refleje en las reacciones de los que están arriba. El hincha de Independiente asiste al final de la temporada cargando toneladas de frustración y bronca y las desata sin miramientos cada vez que puede. Agolpándose frente a la sede de la Avenida Mitre a veces, en los partidos de local casi siempre, aunque nunca como en esta ocasión había hecho sentir sus sentimientos de manera tan elocuente.
Hubo silbidos generalizados para casi todos los jugadores en el anuncio de la formación titular, incluido el hasta ahora intocable Rodrigo Rey. Después una novedad: los chiflidos les ganaron a los aplausos durante el saludo tradicional de levantar los brazos en la mitad del campo. Y por fin, los habituales insultos dedicados a la comisión directiva completaron el mix que dejaron bien claro que, pese a aparecer despobladas como hacía mucho tiempo no se veía, no había un solo hueco para la paciencia en las gradas. Si cabía alguna duda lo expresaba de manera literal la frase que podía leerse en una pancarta colgada en la bandeja superior de la platea Erico: “Jugadores perdedores. Respeten la camiseta”.
Más que frente a este Platense que tan poco se asemeja al que gritó campeón hace cinco meses, los futbolistas de Independiente salieron a jugar contra esa presión insoportable que a modo de castigo le imponía la gente. Cualquier mal cálculo en un cierre o un control, toda gambeta fallida, pase impreciso o despeje imperfecto era reprobado sin disimulo, como para hacerles saber a esos jugadores que llevaban 15 partidos sin triunfos, que nadie estaba dispuesto a aceptar el más mínimo error.
Si era necesario reafirmarlo, el cierre de la primera mitad, con 1 a 0 a favor para el Rojo -definición forzada y en posible fuera de juego de Gabriel Ávalos desde el suelo en una jugada muy confusa-, el equipo se fue hacia los vestuarios envuelto en una amplia mayoría de silbidos. Incluso desde algún sector le tiraron una bolsa con alimento para perros.
En medio de ese maremágnum, Gustavo Quinteros dispuso cinco cambios en la alineación inicial y uno en la disposición táctica (pasó del 4-2-3-1 a un 4-1-4-1 más ofensivo), y sus hombres respondieron como pudieron. No escatimaron voluntad, aunque solo muy de vez en cuando encontraron algunas gotas de fútbol, como en los dos goles que liquidaron el resultado: una maniobra colectiva tejida con calma por izquierda que culminó con un centro de Santiago Montiel y el cabezazo cruzado y bombeado de Loyola a los 25; y una gran salida desde atrás de Iván Marcone con cortada perfecta para que Lautaro Millán definiera sobre la salida del arquero a los 43. Algunos simpatizantes recordaron la corrida de Jorge Burruchaga ante Alemania en la final del Mundial 86.
Contó el Rojo con la fortuna de tener enfrente un adversario de extrema liviandad, una mala fotocopia del equipo que superó uno tras otro a Racing, River, San Lorenzo y Huracán para quedarse con el Apertura. La escapada que Ignacio Schor terminó con un remate demasiado cruzado al minuto de la etapa final fue la única señal de vida en ataque del Calamar. No hubo nada más, ni siquiera una defensa suficientemente férrea que supiera aprovechar el manojo de nervios de los vestidos de rojo.
Lo mejor del partido
En una noche con dos partidos al mismo tiempo, por primera vez en el torneo Independiente ganó los dos. A Platense sin hacer maravillas pero sin discusión; y a sus propios hinchas, que lo recibieron con el cuchillo entre los dientes y solo después del 2-0 aflojaron la tensión para despedir a los suyos con aplausos. En un día de tormentas, en Avellaneda acabó venciendo la calma.


