Gil Manzano deja al Madrid con 10 y Mbappé le hace jugar con 12

Fantástico partido del francés, con un gol y una asistencia, en un Madrid que defendió su liderato con uno menos durante una hora por una poco defendible roja a Huijsen.

Luis Nieto, As

Mientras el Madrid gana, Mbappé truena. El francés ya es lo que parecía, el mejor jugador del equipo, probablemente del campeonato, quizá del mundo. Los 44 goles del curso pasado no le dieron para acercarse al Balón de Oro. Los cuatro partidos de esta Liga le ponen en el camino. Está rápido, desbordante, preciso y mandón. Nadie discute su generalato. Suyo, con un gol y una asistencia, fue un partido que pudieron estropear, en pareja, Gil Manzano y Figueroa Vázquez, al tintar de rojo lo que pareció una simple amarilla a Huijsen a la media hora. Hubo que doblar la regla como un junco para justificar la decisión. La neoexplicación semanal del Comité promete ser divertida. Con uno más durante una hora, la Real se arrimó hasta el final, pero no le alcanzó.


Los actuales líderes de LaLiga jugaron con uno menos desde el minuto 31, debido a la expulsión de Dean Huijsen.

Comienzan a esculpirse en piedra los primeros mandamientos de la era Xabi Alonso: no ve a Rodrygo en la derecha, lo que le condena a turnarse en la izquierda con Vinicius, partida en la que juega con peores cartas, y será especialmente escrupuloso en el cuidado de los jugadores que vuelven de viajes transatlánticos. Valverde y Mastantuono, un imprescindible y un neotitular, empezaron en el banquillo en Anoeta, uno de los escenarios más pantanosos de la Liga, tras sus compromisos premundialistas.

Eso le abrió un hueco en el once a Ceballos, que de milagro no se enfrentará al Madrid con el Marsella el martes. Jugador exquisito, le ha sobrado conducción y le ha faltado regularidad. Lo uno y lo otro le han orillado mucho con todos los técnicos que tuvo en el Madrid. Las lesiones de Camavinga y Bellingham y la política de rotaciones de Xabi Alonso le abren una ventana que no existe para otros puestos. Se situó a la altura de Tchouameni para darle a Güler el papel de mediapunta, que está en su naturaleza, y rindió realmente bien.

Un francés desatado

Con ellos se quedó la pelota y el partido el Madrid de salida. Hasta ahora ha sido un equipo más ordenado que emotivo, pero con un futbolista, Mbappé, que ahora sí camina sobre las aguas. Apunten la secuencia. Antes del minuto 2 le regaló un gol a Arda Güler, anulado por el antes conocido como Gil Manzano, por un fuera de juego de omóplato. En el 9’, le faltó un número de bota para enganchar de lleno un centro de exterior de Carvajal. En el 12 adelantó al Madrid, al aprovechar un error de Goti, evaporar en el esprint a Caleta-Car, que quiso evitar la roja, y fusilar a Remiro. En el 15, estrelló un remate en el palo. Aquella ametralladora era incapaz de silenciarla la Real.

De salida, Sergio Francisco se vacunó contra el Virus FIFA. De modo más extremo que Xabi Alonso incluso, porque prescindió de Kubo, con Oyarzabal su futbolista de más peso, que llegaba de jugar con Japón en San Francisco frente a México, y arriesgó con Goti, centrocampista ascendido del filial con formación en el Athletic inédito en las tres primeras jornadas. El chaval fue parcialmente responsable del 0-1. El resto se vio desbordado por el manejo del Madrid y la capacidad nuclear de Mbappé.

Hasta ahí llegó la mejor versión del equipo de Xabi Alonso, que cayó pronto en la tentación de acostarse sobre su gol. Barrenetxea, con un disparo al exterior de la red y alguna correría por su banda, dio el primer aviso. El segundo fue de Xabi Alonso, que conoce el paño. Resultó. El Madrid retomó la iniciativa cerca de la media hora y volvió a rondar el gol, con cabezazos de Militao, dos, y Huijsen. La retaguardia reciclada en artillería. Remiro acreditó ante el brasileño su condición de internacional. Sus guantes estaban bañados en agua bendita.

Y entonces llegó la jugada de la que se hablará un mes. Huijsen se comió un balón largo ante Oyarzabal y le agarró a cuarenta metros de portería. En paralelo corría Militao con serias posibilidades de interceptar al guipuzcoano, pero Gil Manzano se lanzó a la piscina con una roja poco explicable. Figueroa Vázquez, desde el VAR, fue cooperador necesario en el estropicio al no corregirle. Cambiar el Comité no ha cambiado el arbitraje.

El Madrid aguantó, sin más cambio que meter a Tchouameni como central, y volvió a ponerse en manos de Mbappé, que de nuevo limpió a Aritz sobre la línea de fondo para regalarle a Güler el 0-2 antes del descanso.

El asedio txuri urdin

Sin embargo, el partido ya era otro. Xabi metió a Valverde para resistir y la Real apretó de verdad. Un disparo de Pablo Marín desviado por Tchouameni golpeó en los dos palos y pronto recortó distancias Oyarzabal de penalti claro por mano de Carvajal. Al partido también llegaron Carlos Soler, que no jugaba desde mayo, y Kubo, duende al que el Madrid no supo hacer sitio por joven, por extracomunitario o por exceso de competencia.

Xabi Alonso ordenó la retirada con la entrada Asencio y Fran García para componer un 4-4-1 con un alto factor de protección. Para entonces, Oyarzabal y Caleta-Car habían tenido a su alcance el empate. Sergio Francisco tiró de Karrikaburu, lo último que quedaba en su arsenal, para la acometida final. Y es que su equipo tenía más balón que peligro ante un Madrid encogido, a ratos desordenado, repleto de zagueros (Alaba se sumó la defensa de la plaza), que protegió su liderato desde el sacrificio. Ese tanto también se lo apunta Xabi Alonso.


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