Bolivia y el péndulo de la historia

La victoria de Rodrigo Paz revela la presencia de fuerzas de cambio en América Latina

Beatrice Rangel, Infobae

La victoria de Rodrigo Paz en las elecciones presidenciales celebradas en Bolivia el 17 de agosto revela la presencia de fuerzas de cambio en América Latina. Dichas fuerzas vuelan sobre las corrientes del agotamiento de un modelo de gobernanza que, si bien incitó el entusiasmo de los pueblos, prontamente reveló su semilla autoritaria y su estulticia económica. Al igual que en Venezuela en el 2024, cuando el pueblo rechazó de manera contundente el liderazgo chavista, en Bolivia el 82% del electorado votó en contra del MAS. En ambos casos, el liderazgo gobernante había sumido a estas dos naciones en la miseria y en la violencia política, cuyos resultados fueron perder el respeto y el apoyo de la creciente clase media boliviana y la mermada y empobrecida clase media venezolana. El hecho devela además el fin de un modelo de gobernanza marcado por el autoritarismo que, envuelto en banderas de izquierda, destruyó el estado de derecho y provocó una estruendosa merma en las condiciones de vida de las familias.


El comienzo de las etapas de ascenso de los regímenes autoritarios de izquierda estuvo marcado por el profundo descontento de las clases populares con la conducta de las élites nacionales durante las dos últimas décadas del siglo XX. Para las mayorías era insoportable el monopolio del poder ejercido por esas élites y el continuo deterioro de los servicios públicos. De allí que, una vez expresado el descontento y llegada a la conclusión de que la alternativa autoritaria no era una alternativa democrática, se debería haber producido una movilización cívica que diera lugar al reemplazo. Pero estos gobiernos, aconsejados por el liderazgo del Foro de Sao Paulo representado por Fidel Castro y Luiz Inácio Lula da Silva, implantaron la modalidad de gobiernos a perpetuidad mediante el trastoque de las normas democráticas y, sobre todo, las que resguardan la soberanía, como es el caso de los procesos electorales. Así se hicieron con el poder por mucho más tiempo del que las respectivas constituciones estipulaban y, desde luego, que el soberano de Venezuela o de Bolivia estaba dispuesto a tolerar. Y se organizó la sociedad civil para desenmascarar los fraudes y elegir líderes comprometidos con las prácticas democráticas. Bolivia inició el proceso hace seis años, cuando la sociedad civil organizada presentó al mundo pruebas del fraude que intentaba cometer el MAS. Siguió Venezuela en 2024, cuando la sociedad civil liderada por María Corina Machado demostró al mundo que su candidato Edmundo González había triunfado en las elecciones presidenciales.

La instauración de los regímenes autoritarios de izquierda ha sido particularmente dura en Venezuela, país del cual han salido casi nueve millones de migrantes obligados a buscar la sobrevivencia fuera de sus fronteras. Esto, por fortuna, no ha ocurrido en Bolivia, donde —pese a los golpes económicos perpetrados por las gestiones del MAS— existe una clase media vibrante y comprometida con el crecimiento económico que ha sabido extraer ventajas del desarrollo del vecino Perú, país líder en el contexto latinoamericano en materia de estabilidad económica. También jugó a favor de la democracia la división del propio MAS. Público y cáustico fue el desacuerdo entre Evo Morales, fundador y sempiterno presidente del MAS y del país, y Luis Arce, presidente en ejercicio. Ante esta situación, la dirigencia del MAS urdió un plan realmente absurdo. Presentó varias candidaturas con miras a diluir el rechazo, fracturar el voto en contra de su gestión y hacer fraude. De más está decir que el plan solo sirvió para retratar de manera exacta el nivel de rechazo al gobierno y su partido, así como para hacer imposible el fraude.

El desenlace de Bolivia, además de debilitar al MAS hasta la posible extinción, tiene la ventaja de que abre el paso al poder a una nueva generación. Rodrigo Paz pertenece a la generación X, es decir, la que sucede a los baby boomers y precede a los millennials. Se trata de una generación que disfrutó de una era de paz y estabilidad económica desconocida para la humanidad. Los miembros de la generación X son independientes y autosuficientes. Al ser hijos de workaholics, valoran el equilibrio entre la familia y el trabajo. Son escépticos y pragmáticos. Por tanto, idóneos para adoptar decisiones complejas en poco tiempo y amoldarse a situaciones cambiantes. Jorge Quiroga, el otro candidato que calificó para la segunda vuelta, es un baby boomer, con lo cual no habría cambio generacional si este triunfara en la segunda vuelta.

Cualquiera que llegue a la presidencia de Bolivia representará una ruptura con el pasado y una oportunidad de refundar la democracia en un país que ha luchado por ella desde la época de Víctor Paz Estenssoro, tío abuelo de Rodrigo Paz.

Entradas populares