Paraíso perdido: el cambio climático remodela los veranos en Europa

Los tradicionales lugares de moda que siempre están en las ofertas de paquetes de las agencias de viajes ya no parecen tan atractivos

El cambio climático está transformando Europa en un paraíso veraniego perdido. En España, Italia, Grecia, Francia y más allá, las tormentas que devoran la arena, la subida del nivel del mar, las temperaturas asfixiantes, las inundaciones mortales y los terribles incendios forestales han convertido año tras año algunas de las escapadas más deseadas del continente en lugares infelices de los que huir.

Mientras los europeos del sur sueñan con fiordos, los tradicionales lugares de moda que siempre están en las ofertas de paquetes de las agencias de viajes ya no parecen tan atractivos. La semana pasada, a pesar de que las temperaturas subieron en gran parte del continente, expertos y funcionarios advirtieron de que la próxima ola de calor llegaría pronto, poniendo en peligro a los lugareños vulnerables y haciendo que los turistas se preguntaran en qué se habían metido. Incluso los activistas que intentan liberar a sus ciudades de la plaga del turismo excesivo no ven ningún resquicio de esperanza en las brutales condiciones.

Daniel Pardo Rivacoba, quien vive en Barcelona, dijo que el calor se siente como un infierno. Habló en nombre de un grupo que lucha contra el turismo excesivo y sus vuelos que alimentan el cambio climático. Para él, el sol abrasador no es un aliado para alejar a los turistas, sino un enemigo común que los derretirá a ambos.

Un grupo de turistas, encabezados
Un grupo de turistas, encabezados por un guía turístico de una compañía de cruceros, pasa mientras los manifestantes se quejan del exceso de turismo en la ciudad durante la protesta contra la ampliación del aeropuerto, en Barcelona, España. REUTERS/Bruna Casas

El año pasado, el grupo de Pardo Rivacoba se hizo viral al organizar manifestaciones contra el turismo excesivo que incluían rociar a los turistas con pistolas de agua. Este año, dijo, hacía tanto calor que estaban usando las pistolas de agua contra sí mismos.

En todo el continente, junio fue el mes más cruel. Hasta ahora. En Roma, los turistas caminaban por los lugares de interés de la ciudad como si giraran en un microondas al aire libre. En Verona, los cantantes de ópera se desmayaron en sus trajes.

Pero España se ha convertido en el destino menos divertido bajo el sol. Las temperaturas en la ciudad suroccidental de El Granado alcanzaron casi los 46 grados Celsius, un récord nacional para junio. Y hubo otros datos sombríos. El año pasado, las inundaciones de Valencia mataron a más de 200 personas; este año, según los expertos, el exceso de muertes, sobre todo entre personas enfermas y ancianas, ha aumentado bruscamente con las temperaturas.

El cambio climático también está transformando el paisaje español, incluida la playa de Montgat, donde las tormentas, cada vez más frecuentes, han arrastrado gran parte de la arena.

Esta imagen muestra a gente
Esta imagen muestra a gente en la playa de la Barceloneta en Barcelona. Foto de Manaure QUINTERO / AFP

Susanna Martínez, de 40 años, quien llevaba una década yendo a la playa de Montgat con su familia, contó que cada vez que va al lugar encuentra menos arena.

Barcelona, a solo unos kilómetros de distancia, ha informado de la pérdida de 30.000 metros cuadrados de arena en los últimos cinco años. Marina d’Or, a las afueras de Valencia, más al sur, fue concebida por promotores y familias de toda España como un centro turístico costero, emblema de las vacaciones en la playa del país. Ahora, las tormentas también han arrasado algunas de sus playas. Los expertos han calculado la pérdida de cientos de miles de metros cuadrados de playa en todo el país, y han advertido sobre la desertización.

España sabe que tiene un problema. En una época de oposición de la derecha a la normativa europea del Pacto Verde, que protege el medioambiente -greenlash, la han llamado-, el gobierno progresista de España ha abrazado una transición ecológica.

Para Sira Rigo, ministra del gobierno presidido por Pedro Sánchez, el principal riesgo al que se enfrenta hoy la humanidad es el cambio climático. Calificó la respuesta a esos cambios como la prioridad del país en materia de seguridad.

Crédito: Grosby
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El gobierno, orgulloso de lo bien que marcha su economía, está trabajando para atraer cientos de miles de millones de euros en inversiones en energía sostenible para crear cientos de miles de nuevos empleos verdes. Pretende invertir en sistemas de predicción de la temperatura para prever las olas de calor, y formar a los trabajadores sanitarios que se verán obligados a tratar más enfermedades relacionadas con el aumento de temperatura. Intenta aumentar la eficiencia energética y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

A un nivel más local, ciudades como Barcelona también están intentando mitigar los daños causados por el cambio climático.

Laia Bonet, primera teniente de alcalde de la ciudad responsable de ecología y urbanismo, dijo que Barcelona se encontraba expuesta de forma especial a los efectos del cambio climático, y que estaban trabajando para hacer frente a la realidad de una ciudad más calurosa, con niveles del mar más altos y playas erosionadas.

La prioridad de la ciudad, dijo, es proteger a los residentes vulnerables con cientos de refugios climáticos. Pero también están invirtiendo 1800 millones de euros, más de 2000 millones de dólares, para hacer más ecológicos los edificios, ampliar los espacios verdes, instalar 200 estructuras de sombra y sustituir algunas aceras por tierra para absorber y reutilizar mejor el agua de lluvia.

La ciudad también está utilizando la arena recuperada de los proyectos de construcción para ayudar a preservar sus playas, que son un espacio público muy apreciado por los barceloneses para refrescarse, así como una protección contra las mareas tormentosas y un elemento crítico de la identidad de la ciudad como destino turístico. Alrededor del 15 por ciento de la economía de Barcelona procede del turismo.

Crédito: Grosby
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Dijo que el cambio climático había obligado a la ciudad a plantearse su problema de turismo excesivo de forma diferente para idear medidas que abordaran ambas cuestiones. Señaló que se trata de políticas progresistas que las ciudades pueden ejecutar como antídoto.

En Sevilla, la ciudad del sur de España a veces llamada “la sartén” de Europa, las monjas llevan mucho tiempo colgando cortinas blancas alrededor de sus claustros para que no les dé el sol. Pero la ciudad ha empezado más recientemente a cubrir sus estrechas calles con sábanas blancas, tendidas sobre los tejados como marquesinas. Algunas partes de la ciudad están utilizando un antiguo sistema de conductos subterráneos para llevar aire más fresco a la superficie, mientras que otro proyecto bombea el agua de escorrentía a los espacios públicos sombreados, a menudo refrescados por neblinas. La ciudad ha empezado a poner nombre a las olas de calor para hacerlas más palpables y memorables.

Esto es importante, dicen los expertos, porque una vez que pasan las olas de calor, la gente tiende a olvidarse de ellas. Por eso, en los últimos días los científicos se han apresurado a estimar que la ola de calor puede haber triplicado el número de muertos en las regiones afectadas de todo el continente. El objetivo, ha dicho uno de los científicos, es centrar la atención en los peligros del calor extremo cuando la gente tiene mucho calor.

Pero en lugar de cambiar su comportamiento, muchos europeos del sur que sufren las sofocantes olas de calor han recurrido a urdir planes de escape. En Barcelona, tres ancianas españolas sentadas a la sombra frente a la catedral de la ciudad fantaseaban con la nublada Galicia, en el norte. Y los romanos con presupuestos suficientes para viajar han empezado a mirar con nostalgia a naciones húmedas y frías, que a menudo pasan por alto.

Crédito: Grosby
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Si hace demasiado calor, podría ocurrir que la gente fuera a Bélgica y entonces tendrían mucha gente, dijo Ann Verdonck, de 45 años, quien vive cerca de Amberes. Ella estaba de vacaciones con su familia en Barcelona, donde dijo que las temperaturas del mes pasado eran insostenibles.

Pero Pardo Rivacoba, el activista, dijo que el calor extremo no acabaría con el turismo excesivo porque la industria turística es muy cínica. Si los veranos se volviesen demasiado calurosos, temía, la industria trabajaría para trasladar las vacaciones escolares a meses en los que las familias pudieran viajar.

La industria turística, señaló, está dispuesta a explotar todas las posibilidades del calendario.

Aun así, algunos lugareños consideraron el calor un respiro de las asfixiantes masas de turistas.

Mercedes López, barcelonesa de 67 años que vive junto a la Sagrada Familia, dijo que, con tanto calor, al menos se podrá pasear por el famoso, y célebremente abarrotado, monumento diseñado por Antoni Gaudí.

Pero dijo que una industria turística diezmada solo causaría miseria económica. Y con el calor extremo, los barceloneses también intentarían salir. Señaló que si seguía haciendo ese calor tendrían que irse a vivir a Noruega o Finlandia.

A su amiga Consol Serra, de 74 años, no le pareció una solución sostenible.

Dijo que si su país estaba soportando tanto calor actualmente, este también alcanzaría a otras naciones.

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