Almada, el Guayo del barrio de Tévez que se escondía de las balas bajo una mesa
El nuevo fichaje del Atlético creció en Fuerte Apache. Santa Clara fue su cuna. A los 5 años ya le querían Boca, River, Argentinos Juniors, San Lorenzo y, claro, Vélez. Esta es su historia.
AsEra el 26 de abril de 2001 cuando en el monoblock 2 de ese barrio llamado Ejército de los Andes, situado en sector norte de Ciudadela (Argentina), nacía el hijo menor de Alanis Poza y Diego Almada. Le llamarían Thiago Ezequiel. Fuerte Apache, ese barrio que el mundo conocería por Carlos Tévez, tenía ahí a su nuevo embajador, aunque tuviera solo siete meses cuando Carlitos, el Apache, debutaba con Boca. Almada sería un niño que, como aquel, crecería dando patadas a la pelota con los pibes, en ese barrio entonces solo conocido por crímenes, tiroteos y narcotráfico. Un barrio “picante” como lo definía el propio Almada hace unos meses en una entrevista con F90, programa de ESPN. “A las cinco teníamos que estar arriba, en la casa, y nos metíamos debajo de la mesa mientras volaban los tiros. Luego entraron los gendarmes y, aunque esas cosas siguen pasando, están más controladas”, apunta. Ese mismo barrio en el que, bajo la polvareda levantada por el rodar del balón en el piso de tierra, han jugado juntos, el príncipe y su rey. Almada y Tévez. “Sí, le conocía”, revelaba el futbolista ya del Atlético en esa misma entrevista. “Pasábamos muchos cumpleaños juntos porque Segundo, su papá, era el padrino de mi tío Abel y nos invitaron a los 15 de la hermana, los 18 de Miguel, el hermano… Jugábamos en el barrio. Juntos, siempre juntos”.

Porque Correa se marchó del Atlético pero el fútbol potrero seguirá en el Metropolitano. Ese imprevisible que solo puede aprenderse en el barrio. Almada le perdió el miedo a las patadas en esos partidos en Fuerte Apache en los que el premio era la plata reunida de unos pibes que jugaban contra otros rascándose el bolsillo. “Ahí, empecé yo, con cinco, cuatro años. Y ahí valía todo”, relataba. El Santa Clara era su casa, ese club que era hogar para los niños del barrio y también fue cuna de Tévez. En la familia de Thiago se respiraba pelota. Uno de sus hermanos alcanzó también Vélez, su padre había soñado con la primera argentina, un sueño que ensanchó el menor de sus cuatro hijos tras cumplir lo de la primera allá y volar a España, el Atleti, tras pasar por Estados Unidos, Francia y Brasil. Ese niño que, a menudo, se le escapaba al padre de casa (“siempre me cuidó”) para jugar esos partidos sacros. Los de las calles de Fuerte Apache. “Me encanta ir a jugar al barrio. No siento miedo de patadas o de perder una pelota. No tengo presión”, confesaba. A los cinco años ya lo querían Boca, River, Argentinos Juniors, San Lorenzo y, claro, Vélez.

Descubierto por Pino Hernández en Santa Clara, eligió a Vélez. Con la 2000 (los chicos nacidos ese año) aunque fuese uno más chico (de 2001). “Aquí tenemos al que puede ser un sucesor de los grandes”, vaticinaba un periodista en F90. “Lo que hace él, en otra dimensión lo hace Messi. Ganar partidos por su cuenta”. Porque si algo puede definir a Almada es que el jugador argentino por excelencia. El que cambia un partido con un regate en una brizna de hierba.
A los 14 jugó por primera vez en la novena de Vélez y su crecimiento se convirtió en una línea vertical ascendente hacia arriba. En 2018, The Guardian le incluía ya en Next Generation, su lista de 60 grandes promesas del fútbol mundial. El “Nuevo Tévez” le llamaban aunque su apodo sea el Guayo. “Thiago hacía cosas que no se ven todos los días. Era un chico con gambeta, gol y picardía, que se la pasaba tirando caños y haciendo sombreritos. Había personas que venían a la cancha solo para verle a él, pagaban una entrada”, describía, para la revista Meta, Gustavo Bravo, coordinador del Club Almafuerte de Lomas de Zamora, otro de barrio, donde jugó con 11 años.


Si el 10 de agosto de 2018 Heinze le haría debutar en Vélez, el 23 de septiembre de 2019 se convertía en el jugador más joven en anotar para el club un penalti en primera, con 18 años, cuatro meses y 26 días, el 13 de marzo de 2022 se estrenaba con el Atlanta United tras convertirse en el fichaje más caro de la historia de la MLS (16 millones). La llamada de Scaloni para formar parte de la lista de jugadores argentinos para el Mundial de Qatar le pilló en el dentista. “Estaba esperando mi turno para entrar cuando, de pronto. me empezaron a entrar mensajes: que mi nombre había empezado a salir. Ahí me empecé a poner nervioso”, esgrimía en el programa de la ESPN. “Y justo cuando me toca el turno en el dentista y me empieza a vibrar el teléfono: era un ayudante de Scaloni en la selección. Descuelgo y escucho: ‘Hola, soy el Gringo’. Y yo no sabía que le decían ‘Gringo’ a Scaloni. ‘¿Qué Gringo?’, contesté. Me dijo que Scaloni. ‘¿Querés venir?’. ‘Voy corriendo’. Y me fui hasta del dentista”. En 2018, como relata Onefootball, Sampaoli, uno de sus enamorados y entonces al frente de la Albicelete, ya le había citado para ejercer de sparring de la selección. “Donde se llevó todas las miradas, incluso de Messi”, destaca Onefootball. Cuando volvió a casa aquel diciembre de 2022 lo haría con una estrella en el pecho.
Enamorado del Atleti a 10.000 kilómetros
La de campeón del mundo. Entonces ya soñaba con el Atleti, ya era amigo de Ángel Correa, con quien comparte representante, Agustín Jiménez, el mismo también de De Paul, un Correa que le regalaba ropa con el escudo del Atleti para que en el barrio jugase con ella. Ese equipo que se convertía en su sueño futbolístico. Jugar con el Cholo. En 2024 ficharía por el Botafogo, con el que ganaría la Libertadores (26 partidos, 3 goles y 2 asistencias) para el pasado enero saltar el océano por primera vez para recalar en el Olympique de Lyon (20 partidos, 2 goles y 5 asistencias).

