Un grito para sacarse el frío

Boca sintió las ausencias y a Almirón le salió poco de lo que planificó. Las buenas: la vuelta al gol del Pipa y el debut del pibe Anselmino. Demasiado poco para lo que se espera.

Por supuesto que la falta de un equipo entero, castigado por las lesiones, es un atenuante. Pero a la vez pone en negro sobre blanco aquella afirmación de que éste es uno de los mejores planteles del fútbol argentino. No es así. Por más que en la Libertadores se haya avanzado (en un grupo flojito). Muchos futbolistas insinúan más desde el nombre que desde la jerarquía real. Ramírez, por ejemplo, juega siempre como para que sea su último partido en Boca, como para no tener más chances. Y sin embargo sigue siendo elegido. Lamentablemente. Esta vez por ausencias, otras por gusto: inexplicable. Valentini no termina de ser confiable, y no lo ayudan los constantes cambios de compañero: en el gol, perdió a Díaz. A los pibes del club se los banca el doble, pero no hay que engañarse. Es necesaria una depuración -otra más- en el mercado de mitad de año. Pasar la zaranda y separar lo que realmente vale la pena. 

Los puntos positivos de la noche fueron pocos: el debut del chico Anselmino, firme, aunque no sirviera para cambiar la realidad de un equipo previsible y anodino, lento, un guiso de lentejas que Almirón armó con lentejas, lentejas y más lentejas. Poco chorizo colorado, ni un pedacito de panceta en un tuco lavado. Los volantes terminaron superponiéndose en sus funciones y ninguno se compadeció hasta los minutos finales de la terrible soledad de Benedetto, que necesitaba que esos mediocampistas se soltaran, pisaran el área, picaran al vacío, lo acompañaran. Queda la foto del gol a medio gritar hasta que el VAR revirtió la decisión del asistente, pero hay otra que muestra mucho más la realidad del partido, y es la de Pipa limpiando a tres en el área y con el gol atragantado por el cierre de Sánchez Miño: estaba jugando un solitario en el área de Lanús.

Es muy bueno que el 9 haya vuelto al gol. Ya había mostrado cosas interesantes en partidos anteriores, pero los goleadores sin gol son un error de la naturaleza. Es bueno, también, que García haya respondido una vez más a la altura del arco de Boca. Tapó un par de pelotas de arquero de equipo grande. Es bueno, por último, que el Colo Barco siga jugando sin complejos: le falta crecer, pero mientras tanto no se achica. Pide la pelota, juega, es dinámico, se asocia, mete unos pases divinos. Esta vez Medina no tuvo su habitual precisión en un campo minado de piernas propias y ajenas, y aun así le alcanzó por su lucidez a generar expectativas cada vez que la tenía o rompía líneas (Acosta le tapó justo un mano a mano al que llegó exigido).

El parate viene bien para recuperar soldados: quedó claro que hacen falta y no son todos iguales. Insólitamente, de tener 500 extremos Boca se quedó sin ninguno. Siempre se siente que no haya jugadores para desequilibrar por afuera, y más en un caso como el de Almirón, que suele ser un talibán del 4-3-3. Sin perder de vista que el objetivo real está en la competencia sudamericana, no hay que menospreciar el torneo local, que es el que nos lleva a ese lugar. No debe ser un simple banco de pruebas, por más que falte tiempo de trabajo. Un empate de local en Boca suele hacer mucho más ruido que una goleada en contra del resto. Eso es lo que nos hace distintos al resto. Por algo somos el único grande.


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