Personaje 2019: Generación Pitita

Líderes de opinión, columnistas, académicos de la comunicación y periodistas eligieron a estos bolivianos como los más destacados de 2019. Estuvieron 21 días en las calles exigiendo el respeto al voto y a la democracia.

Ivone Juárez / La Paz
Página Siete
Son millones de rostros, en su gran mayoría de jóvenes que nunca llegaron a las portadas de los diarios ni a las pantallas de televisión. Desde el 21 de octubre, un día después de las elecciones nacionales, ante la sombra del fraude que cubría los comicios, tomaron las calles con la bandera de Bolivia como capa o empuñándola en la mano con fuerza para exigir el respeto a su voto, en muchos casos a su primer voto.


Líderes de opinión, columnistas, académicos de la comunicación y periodistas consultados por Página Siete los eligieron para Personaje 2019, entre otros nominados, como la presidenta Jeanine Añez, el informático Édgar Villegas, quien descubrió los indicios del fraude electoral; la presidenta del Senado, Eva Copa, del Movimiento Al Socialismo (MAS), y las periodistas Casimira Lema y Ximena Galarza.

Édgar Villegas en una de la tantas fotos se tomó con la gente que lo reconoció.
El sábado, algunos de estos jóvenes de la Generación Pitita –como fueron bautizados– se volvieron a encontrar para salir en la foto de esta nota, dedicada a ellos. Se les sumó Édgar Villegas, otro Pitita, a quien, a cada paso, la gente reconocía y se acercaba a saludarlo, agradecerle por su trabajo y, acto seguido, tomarse una selfi.


Trajeron con ellos sus banderas, sus cascos, máscaras antigás, barbijos, rodilleras y sus escudos hechos de turriles, pintados con los colores de la tricolor. Fueron sus instrumentos de lucha, con los que durante días se enfrentaron a la Policía, se defendieron de los ataques de los militantes del partido del expresidente Evo Morales (MAS) y custodiaron la plaza Murillo en La Paz, después de que la Policía se amotinara y Evo renunciara a la Presidencia, tras hacerse público el informe de la Organización de Estados Americanos que confirmaba que en Bolivia hubo fraude electoral el 20 de octubre.

Recordaron esas jornadas de protesta: en las mañanas, bloqueando; en la tarde, marchando; para luego ir a los cabildos que se organizaron; y, en la noche, participando en los cacerolazos.

Con pancartas cargadas de creatividad y humor –como: “TSE, ni me ex era tan cínica conmigo” o “ni nota ni plata, yo vine por mi patria”– cada día se reinventaban en sus protestas para esquivar la monotonía: un día con poleras de jugadores de fútbol (al día siguiente que Evo se quejó que debido a las protestas por el fraude no había fútbol); de negro cuando sus compañeros de lucha Mario Salvatierra y Marcelo Terrazas fueron muertos por disparos de bala en Montero, Santa Cruz, durante un enfrentamiento con los militantes del MAS.

“Ante tantos días de bloqueo y protestas de más de 10 horas, no se podía permitir que la gente se canse; entonces, teníamos que innovar hasta para frenar ideas como tomar un ministerio o alguna otra acción que diera mayores resultados que los bloqueos con las pititas. Es que nada cambiaba y de paso Evo salió a burlarse de nosotros”, cuenta Wara Méndez, una ingeniera de sistemas que salió a defender su voto desde el 21 de octubre. Fue presidente de mesa en los comicios. “Cambiaron los votos que tenían mi firma. Yo no salí porque no me gustaba Evo o el gobierno; salí a protestar porque no respetaron mi voto”, dice.


Uno de los jóvenes de la Generación Pitita con el escudo hecho de turril.
Mauricio Jiménez es otro representante de la Generación Pitita. Salió a defender su voto el mismo 20 de octubre. “Esa misma noche, cuando interrumpieron el conteo, me di cuenta de que nos estaban robando. Fui con unos amigos al Tribunal Suprema Electoral, nos corretearon y nos gasificaron. Después de ese día comenzamos a organizar los bloqueos en las diferentes zonas”, cuenta.


Mauricio vive en Irpavi y decidió organizar a su barrio. “Fue algo bonito: la unión de los vecinos, quienes, en la mayoría de los casos, no nos conocíamos y descubrimos que vivíamos junto a personas maravillosas, sobre todo mujeres, cuya participación fue clave en todo”, expresa.

“Conocimos personas increíbles, quienes resultaban siendo nuestros vecinos, con los que se hablaba de política. También nos encontramos con gente que ya conocíamos, con la que habíamos hablado de reguetón o de fiestas, pero que ahora tenían una opinión política y discutían su postura”, añade Wara.

Una de las claves del movimiento de la Generación Pitita fue la solidaridad, dicen estos jóvenes. Recuerdan que de pronto aparecía una persona ofreciendo algo. “Un día apareció un chico y me dijo: ‘Tengo un parlante, lo puedo sacar para poner música’. Después apareció Marco Quiroga, ofreciendo comida. Ahí nació la olla común, en la que se llegó a preparar hasta 1.500 almuerzos. Marco subía hasta la plaza Murillo, llevando almuerzo; iba punto por punto de bloqueo”, cuenta Wara.

Y todos ayudaron, hasta los que protestaban contra los bloqueos y decían que no resultarían. Se quedaban en sus casas, pero desde ahí enviaban al WhatsApp las noticias que veían en los medios.

“El grave error de Evo fue no cortarnos el internet, porque por el WhatsApp organizamos todo, sin conocernos. Salíamos a la calle con nuestras pititas para buscar a otros que tuvieran una pitita y armar el bloqueo. Pasaban algunas personas con tijeras, navajas, nos cortaban las pititas y nos gritaban… A momentos era frustrante, todo el día bloqueando y nos decían que no serviría de nada. No teníamos orientación, una cabeza, como en Santa Cruz, con (Luis Fernando) Camacho. Y el paro en La Paz no era contundente, pero seguimos adelante ”, asegura Wara.


Y es a Evo Morales a quien la Generación Pitita le debe su nombre. Él los bautizó, obviamente sin saberlo, en una de las conferencias de prensa convocadas, cuando era Presidente, para descalificar al movimiento ciudadano que defendía el voto. “Con pitita amarrada bloquean. Lo hacen por platita o por notita. Soy capaz de hacer un taller o seminario sobre cómo hacer un paro o una marcha”, les dijo a estos jóvenes el 27 de octubre, 14 días antes de su renuncia.

Líderes Pitita

Durante el tiempo que duró la lucha de los Pitita, emergieron muchos líderes en las distintas regiones de Bolivia. En Santa Cruz, además de Luis Fernando Camacho, expresidente cívico, sobresalieron Alejandra Serrate, Pablo Fernández, Jhanisse Daza y Fede Morón; en Cochabamba, nació Resistencia Juvenil Cochala, con su líder, Yessir Molina. En Tarija, Rolando Vacaflor, líder de Ojota, Marco Gutiérrez, Sebastián Ortega, activista, y Paola Mendoza. En Chuquisaca, el cívico Rodrigo Echalar; en Potosí, Marco Antonio Pumari, Ramiro Subia y Juan Carlos Manuel; en Beni, Fernando Llápiz, líder cívico.

En La Paz, se suman Roberto Sandoval, Marco Quiroga, Wanda Navarro, Carlos Díaz, Sergio López, Andrea Echavarria, Armando Vargas, Wara Méndez, Mauricio Jiménez, Omar Pino, Daniel Gironda, Víctor Huancollo, Imer Mita, Eddy Mendieta, Alejandro Alarcón, Christian Flores, Franco Áñez, Betty Rivero y otros que después del logro de su lucha decidieron volver a su vida normal, pero el fin de semana aceptaron tomarse una foto para Página Siete.


Tienen guardados sus escudos de turrilles y de tapas de ollas pintados de rojo, amarillo y verde, los cascos, máscaras antigás, barbijos y lo demás, pero están alertas y, lo más importante, en su mente y corazón aún retumba el estribillo ¿Quién se casa? ¡Nadie se cansa!; ¿Quién se rinde? ¿ Nadie se rinde! ¿Evo de nuevo? ¡Huevo carajo!, compuesto por la enfermera María Dolores Poveda, en Cochabamba. El fin de semana lo volvieron a gritar con toda esa fuerza que guardan.

Entradas populares