Real Madrid / Hacia una media estratosférica
Mbappé lleva nueve goles en cinco partidos en Champions League. Si el Madrid llegara a la final, manteniendo este promedio, firmaría 27 tantos.
Su impacto continental no se reduce únicamente a su estancia en la capital española. Sumando los goles que conquistó con Mónaco, PSG y ahora Real Madrid, el atacante alcanza los 66 tantos en la máxima competición europea. Con tan solo 26 años, está a solo cinco de alcanzar a Raúl González Blanco (71) y, con ello, de ingresar en el selecto top 5 de goleadores históricos de la Champions. Allí aguardan cuatro nombres que definen una era: Cristiano Ronaldo (140), Lionel Messi (129), Robert Lewandowski con 105, y Karim Benzema, con 90.
El duelo ante el Olympiacos dejó además otra marca para el archivo del Real Madrid. El de Bondy se convirtió en el cuarto jugador de la historia del club en anotar cuatro o más goles en un partido de Copa de Europa. Antes lo habían logrado Alfredo Di Stéfano en dos ocasiones (1958 ante el Sevilla y 1959 frente al Wiener SC), Ferenc Puskas también por partida doble (1960 contra el Eintracht y 1965 ante el Feyenoord) y Cristiano Ronaldo en 2015 frente al Malmö.
El francés, autor del segundo hat-trick más rápido de la historia de la competición -6 minutos y 42 segundos, solo superado por el de Mohamed Salah ante el Rangers (6 minutos y 12 segundos)-, se suma así a una nómina legendaria.
El peso del delantero parisino en el equipo de Xabi Alonso es tal que muchos ya hablan de Mbappédependencia. Los datos alimentan el debate: cuando el galo marca, el Madrid ha ganado 12 partidos y solo ha perdido uno. En los cinco encuentros en los que no vio puerta, el balance se reduce a dos victorias, dos empates y una derrota. Sin embargo, al delantero no le convence esa etiqueta.
“No hay dependencia de mí, no me gusta eso, me parece una falta de respeto a los compañeros. Cada uno tiene su trabajo; si no marco yo, el problema es mío, mi labor son los goles”, señaló tras la exhibición en Grecia. Y es que sus cifras son mágicas. Descomunales. Y, si todo sigue así, definitivamente estratosféricas.
Pero más allá del número de tantos, la presencia de Kylian está transformando la manera de jugar del Madrid. Su capacidad para romper líneas, su desmarque explosivo y su facilidad para decidir partidos que parecen estancados ofrecen al equipo un arma que altera cualquier planteamiento rival. Los adversarios se ven obligados a modificar esquemas, reforzar coberturas y bajar metros. Son conscientes de que un solo espacio a la espalda puede ser suficiente para que el francés cambie el guion del encuentro.
Esa tensión constante también genera oportunidades para sus compañeros, que encuentran más líneas de pase y más espacios gracias al magnetismo ofensivo del ‘10’. Su asociación, por ejemplo, con Güler, empieza a llamar la atención. El turco lleva siete asistencias en lo que va de temporada. Las siete han sido con Mbappé sumando un gol a su casillero personal. Su ambición por mejorar, incluso en noches donde firma exhibiciones históricas, ha servido como estímulo para un vestuario ya de por sí habituado al máximo nivel.
En un Real Madrid que vive por y para la Champions, tener a un jugador capaz de marcar diferencias de forma tan constante añade un componente psicológico clave: el de la convicción. El de creer que, pase lo que pase, Kylian volverá a aparecer. Y si continúa así, su temporada no solo se recordará por los goles y los récords, sino por la sensación de estar presenciando a un futbolista que, en pleno apogeo, está empujando sus propios límites hacia una dimensión aún mayor. Una dimensión verdaderamente estratosférica.


